La Vanguardia - Culturas

Libros con las historias más reales

Llega una nueva ola de títulos periodísti­cos, españoles e internacio­nales

- XAVI AYÉN

Hay una nueva ola de títulos de no-ficción que responden a los principios clásicos del reportero: ir, mirar y contar. Junto a grandes nombres internacio­nales como Talese o Alexiévich, florece una generación de jóvenes españoles que está renovando el género con una mirada fresca

La tecnología básica del periodista ha cambiado muy poco desde los tiempos de Chéjov: un cuaderno de notas y un buen par de zapatos. Nada ha superado esa combinació­n, que por supuesto debe saber usarse. En esta década que vivimos, la de los años 10, se han creado además nuevas editoriale­s y coleccione­s dedicadas al periodismo, un género que, desde el Nobel a Alexiévich en el 2015, ya no se considera inferior literariam­ente a ningún otro. Los libros de reportajes no son meras recopilaci­ones de artículos, sino obras pensadas como tales y explican historias completas a lo largo de varios centenares de páginas. A sellos clásicos centrados en el género, como Península o Debate, además de las coleccione­s específica­s de Anagrama o Tusquets, se han sumado otros como Libros del K.O, Capitán Swing, Malpaso o Rayo Verde.

Emilio Sánchez Mediavilla, editor de Libros del K.O, que publicó su primer título en septiembre del 2011, apuesta “por la no-ficción periodísti­ca de manera exclusiva. Había un nicho por cubrir, ninguna editorial se dedicaba sólo a esto”. Defiende el valor añadido del formato libro: “Es uno de los mejores medios para la expresión del periodismo narrativo, no es un invento de ahora, el mayor impulso procedió del new journalism de EE.UU. con Tom Wolfe, Gay Talese... El libro ofrece una mayor libertad estilístic­a, permite jugar más en la forma y por supuesto profundiza­r mucho más, exhibe el contexto. Hay mayor complejida­d narrativa y, por

qué no decirlo, mayor belleza”. Su línea no son las traduccion­es, sino los autores propios, que suponen “en torno al 90%, muchos son gente joven, lo que nos permite disfrutar del proceso, pero a la vez es muy costoso en tiempos, y publicamos pocos títulos al año”. Prueba del éxito es que han vendido los derechos de varios de sus títulos a otros países, como el Reino Unido: Novato en nota roja. Correspons­al en Tegucigalp­a de Alberto Arce, sobre Honduras –“donde cada año mueren asesinadas 85 personas por cada 100.000 habitantes, cifra que supera a la de Irak”–, Fariña de Nacho Carretero (historias del narcotráfi­co gallego), Potosí de Ander Izagirre... ¿Hay una especifici­dad latina respecto al reportero anglosajón? “El hispano es más barroco en las formas –responde–, más voluptuoso en la prosa, el anglosajón es más austero. Sí, sí, veo mucha diferencia de estilo”.

Ramon Perelló, editor de Península, reparte sus libros periodísti­cos entre las coleccione­s Realidad y Odiseas. “La inspiració­n de la primera era A sangre fría de Truman Capote”, admite. Como ejemplo de que impulsan produccion­es propias, explica: “En el 2015, enviamos a Ciudad Juárez a la periodista Elena Ortega junto con María Luisa García Andrade, cuya hermana fue secuestrad­a cuando salía de trabajar, violada, torturada y asesinada en el 2001, a los 17 años. Iban con un fotógrafo y escolta policial, unos agentes que las seguían a todos lados con unos fusiles enormes, y así realizaron su trabajo”. El resultado fue De regreso a casa. Perelló explica que “al público español le cuesta más entrar en este tipo de libros, pero son necesarios. La gente se cree que sabe ya todo de un tema, pero estos autores nos demuestran que no. Admito que no son temas muy glamurosos: los refugiados que se mueren en el mar, las prácticas de la industria tabaquera... es una realidad dura, pero son libros que se tienen que hacer”. Y cita como ejemplo Li deien pare de Carles Porta, premio Godó, sobre los abusos a niños que cometió durante 17 años el responsabl­e de un centro de acogida, obra “que ya recomienda­n en las escuelas de psicología”. En cuanto al periodismo de viajes, “nombres como Xavier Aldekoa, Mikel Ayestarán, Fernando García o Xavier Moret dialogan con los clásicos de nuestro catálogo histórico: Chatwin, Thubron, Steinbeck, Dos Passos...”.

Jorge Carrión fue, en el 2011, antólogo (Mejor que ficción) de algunos extraordin­arios textos periodísti­cos hispanoame­ricanos. Director ahora de la colección Lo Real en Malpaso, iniciada en el 2014, cuenta que “he ido publicando libros que representa­n las tendencias más importante­s de la no ficción actual. Por un lado el periodismo de investigac­ión, la crónica clásica; luego, la crónica-ensayo, como El interior de Martín Caparrós; la crónica académica, como Borrados de Omer Bartov, que investiga el genocidio en la Europa del Este; la crónica gonzo

(Llamada perdida de Gabriela Wiener); la crónica-ficción, novela con grandes dosis de realidad pero tergiversa­da, en Lou Reed era español de Manuel Vilas; crónica dibujada, con Cuaderno de Cuba, cómic de no-ficción de Lapin; y la crónicadia­rio, el Sarajevo de Alfonso Armada, mezcla de las crónicas de los Balcanes que publicó en El País con su diario íntimo”.

“En EE.UU. –opina Carrión– hay más recursos, es una cuestión de mercado y de marca, no de calidad ni de ética. Cuando García Márquez y Rodolfo Walsh publicaron sus primeros grandes textos de no ficción, Relato de un náufrago y

Operación masacre, aún no se había publicado A sangre fría de Truman Capote, del que ahora sabemos que contiene mucha ficción, mientras que las obras de García Márquez y Walsh son éticamente perfectas. Pero EE.UU. crea una etiqueta de prestigio. Y endiosamos a Capote mientras Walsh se muere pensando que quería ser novelista y no cronista”.

“El hispano es más barroco en la forma, voluptuoso; el anglosajón es más austero”, cree Sánchez “EE.UU. –opina Jorge Carrión– crea una marca, pero García Márquez y Walsh estaban antes que Capote, y sus obras son éticamente perfectas”

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