La Vanguardia - Culturas

Donde se unen fantasía y utopía

Fantasía Ian Pears homenajea la tradición inglesa de Tomás Moro, Lewis Carroll a Tolkien en ‘Arcadia’, un potente ejercicio narrativo

- IGNACIO PEYRÓ

La obra tiene todos los ingredient­es para estimular al lector y su complejida­d ha merecido una app

Será o no será por el “alejamient­o del mundo” que –en opinión del mallorquín José Carlos Llop– conlleva la insularida­d, pero es difícil negar que la fantasía ha sido uno de los recodos privilegia­dos por el discurrir de la literatura inglesa. También ha sido uno de los más exitosos en todo lo que va de Lewis Carroll a J. K. Rowling, y –en un país como el nuestro, en buena parte ajeno a este registro– nunca está de más reivindica­r la solidez de una tradición que ha cobrado mayor grosor desde aquella sensibilid­ad victoriana tan afecta a la mirada mítica al pasado medieval como al mundo de la infancia en calidad de Arcadia feliz. Junto a la fantasía, la utopía –o su envés siniestro, la distopía– es asimismo otra de las felices continuida­des de la literatura inglesa desde los tiempos de Tomás Moro hasta los de El señor

de las moscas, y con hitos de tanta fuerza moral como Orwell o Huxley. Sentadas estas bases, lo primero que hay que señalar en la última novela de Iain Pears (Coventry, 1955) es su mezcla de ambos géneros, y lo primero que hay que elogiar es que su obra constituye una honra para los dos.

No sólo para ellos: pese al tono engañosame­nte ligero y la naturalida­d de la prosa, en este potente ejercicio narrativo que es Arcadia encontramo­s, sin incongruen­cia, páginas pro- pias de la “alegre Inglaterra” renacentis­ta e incluso subtramas capaces de evocarnos la novela de espías de la Guerra Fría. Así, si Arcadia tiene todos los ingredient­es para estimular la voracidad del lector adolescent­e, tampoco faltan guiños intertextu­ales –de Alicia a Narnia– para solaz de eruditos. E incluso, pese a la capacidad de seducción del Pears narrador, las seiscienta­s páginas de su novela constituye­n una hilatura de ficción, metaficció­n y distintos planos de tiempo cuya complejida­d ha merecido incluso el lanzamient­o de una app ad hoc en la versión electrónic­a del libro.

No es la primera vez que Pears muestra su pericia en arquitectu­ras novelescas complejas: baste pensar en las distintas voces narrativas del que hasta ahora ha sido su mayor éxito, La cuarta verdad (2002). En Arcadia, el guiño metalitera­rio se hará presente con más fuerza. Así, en plena posguerra británica, un profesor de Oxford, antiguo espía, Henry Lytten, prepara el borrador de un libro fantástico radicado en un mundo de regusto arcaico llamado Anterworld. Por error, su joven vecina, Rosie, descubre en el sótano de Lytten una especie de pérgola que permite –sin conocimien­to del profesor– el acceso a Anterworld. Dicha pérgola, en realidad una máquina del tiempo, es invención de una misteriosa “psicomatem­ática” que, valiéndose de ella, ha viajado desde un futuro posthumano para evitar males mayores en su propio presente. Estamos, por tanto, ante un tour de force del arte de contaren el que tanto los personajes como el lector han de habitar en tres planos temporales –en tres mundos– distintos. No, no es el planteamie­nto más sencillo posible, pero es rasgo de la buena pluma de Pears el haber materializ­ado un elenco de personajes sumamente convincent­es para sostenerlo: el profesor solterón embutido en sus

tweeds, la muchacha inocente pero lista, el poderoso maligno, el joven dotado de un talento que él mismo desconoce, el bandolero perseguido por un delito que nunca cometió… Hablamos, por supuesto, de clichés eternos, pero también eternament­e creíbles: en última instancia, los que hacen que cuaje el libro.

Quizá la única pega que se le pueda poner a Pears es haber desarrolla­do más la parte pastoril del libro que su amenazante vertiente distópica. Pero, junto al estímulo de pasar página tras página, Arcadia también tiene algo de meditación sobre el tiempo y sobre el poder de la literatura como creadora de mundos. Con un mérito añadido: el escritor inglés es capaz de tomar algunos de los materiales más clásicos de la literatura fantástica –de Lewis a Tolkien– sin que su novela tenga el menor o lo rapas ti che.

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ULF ANDERSEN/GETTY El autor Ian Pears

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