Las fugas de Houdini
El gran escapista fue un pionero de la proyección mediática
El siglo XXI, el del avance científico y tecnológico exponencial, parece desarrollar una fascinación sin cese por la vieja magia. En concreto, por los grandes magos de hace un siglo, con sus arsenales de trucos y artilugios, y por sus sucesores en el presente. A películas como El truco final de Cristopher Nolan (2006), con Hugh Jackman, o El ilusionista de Neil Burger, con Edward Norton, del mismo año, ha seguido la exitosa serie Ahora me ves, que pone al día la panoplia de recursos de los grandes ilusionistas de antaño (la primera entrega, mucho mejor que la segunda).
Harry Houdini (1874-1926) no era exactamente un mago, aunque utilizaba recursos de la magia de su época; se trataba más bien de un ilusionista o, para ser más precisos, de un escapista, el más famoso de todos los tiempos. Y lo fue, entre otras cosas, porque muchas de sus hazañas eran filmadas por técnicos cinematográficos conscientes de que estaban dando los primeros y gigantescos pasos del séptimo arte. Houdini desafío la incredulidad de su época dejándose atar, encadenar o esposar para ser luego encerrado en barriles y cajas que se lanzaban al mar, o ascendido por los pies envuelto en una camisa de fuerza por una grúa hasta decenas de metros de altura. Él se liberaba y reaparecía milagrosamente. De verdadero nombre Erik Weisz, nacido en Hungría en el seno de una familia judía, fue una leyenda y, como tantas leyendas, murió joven. Tras una función en Montreal un boxeador universitario (de nombre William Lances según se había dicho siempre; o J. Gordon Whitehead, según la reciente investigación de Don Bell) le retó a probar su imbatibilidad recibiendo unos puñetazos en el abdomen. Le generaron una peritonitis que le fulminó en pocos
Un boxeador universitario le retó en Montreal; sus puñetazos causaron la peritonitis que le mató
días. No sabemos con qué conciencia afrontó aquel irresponsable lo que le quedaba de vida tras asesinar a un grande.
Houdini vuelve a la vida estos días en Madrid con la exposición que han comisariado María Santoyo y Miguel Ángel Delgado, conocido divulgador científico y autor de varias novelas (la más reciente, Las calculadoras de estrellas, publicada en octubre por Destino).
Esta muestra cierra una trilogía realizada para la Fundación por ambos comisarios, tras las de Nikola Tesla y Jules Verne. “Nos han permitido abordar distintos aspectos del cambio del siglo XIX al XX –cuenta Delgado–. Si Tesla encarna la transformación tecnológica, Verne representaba la difusión del espíritu de progreso. Nos quedaba explorar el auge de la comunicación y el espectáculo, algo que Houdini encarnó a la perfección”.
El material expuesto ha sido cedido por entidades tan diversas como el INEF o el Museo de la Policía, así como colecciones particulares: la de Rafael Amieva, de La Cripta Mágica de Madrid o la de Carlos Pérez, en Valencia, rica en material circense. De Catalunya proceden las piezas de la Factoría Heliográfica de Martí Llorens, y una selección de obras de magia y espiritismo.
Entre los objetos mostrados Delgado destaca la camisa de fuerza: