A propósito del centenario
moderno. La fidelidad a estas virtudes y su viaje existencial son las escamas de esta película, cuya espina dorsal es su historia de amor con la también periodista Louise Bryant, representando el primer filme norteamericano que tiene como protagonista a una comunista retratada como una persona decente. La revolución rusa, y todo lo relacionado con el comunismo, siempre fueron tratados mal en el cine americano. Salvo en una ocasión, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando por exigencias de la alianza contra el fascismo se hicieron películas favorables a Stalin, como (1943), de Michael Curtiz, que presentaba de soslayo una bonanza económica y social, obviando sus purgas políticas.
En la visión crítica de la revolución está fundada en hechos históricos, no atiende a soflamas anticomunistas y enmarca curiosas escenas como la de una pareja de auténticos Si la mítica de Alexánder Sokúrov (2002) representa en sí misma una revisión crítica de la revolución rusa através de su único plano secuencia en el museo del Hermitage de San Petersburgo, con motivo de su centenario llegan nuevas miradas entorno a los hechos históricos. El ministerio de Cultura ruso, junto a la productora New People Film Company, ha producido un proyecto compuesto por tres filmes realizados por directores noveles:
de Arseny Zanin, de Mikhail Arkhipov y de Denis Shabaev. Otras nuevas miradas sobre los acontecimientos son las producciones inglesas
(2016), una serie documental basado en el viaje la historiadora Lucy Worsley a Rusia tras los pasos de los Románov, y
(2015), un trabajo de archivo con la recuperación de imágenes inéditas de las revoluciones, digitalizadas y en color. Otras dos producciones francesas aparecen con este centenario:
(2015), documental de Matthias Schmidt y Sebastian Dehnhardt, y el exitoso
(2016) realizado por Cédric Tourbe junto al historiador Marc Ferro, una producción de la cadena ARTE que consiguió una audiencia excepcional en la noche temática sobre el centenario.