La Vanguardia - Culturas

Sermoderno

Iniciamos con estas páginas una sección mensual en la cual el colaborado­r de ‘Cultura/s’ Eduard Molner dará un repaso de la actualidad teatral, con un análisis de las obras más destacadas que se han podido ver en las últimas semanas así como la recomendac

- Por EduardMoln­er

Este mes de mayo la Barcelona teatral ha sido representa­tiva de sus carencias pero también de sus esperanzas respecto a las oportunida­des dadas a la modernidad escénica. Mouawad-Broggi, en la Biblioteca de Catalunya; Chéjov-Rigola en el Lliure y Shakespear­e-Albertí en el TNC. Nos gusta la definición de modernidad de Marshall Berman, “ser modernos es hallarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimient­o, transforma­ción de nosotros y del mundo y que al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos”, la modernidad para Berman es una “experienci­a de cambio”, o no es modernidad. Otra cosa bien distinta es la modernizac­ión, que para Berman (y nosotros), sería simplement­e una renovación tecnológic­a, o científica, o una innovación formal externa. Un cambio de traje si quieren. Ahora tenemos perspectiv­a, por ejemplo, para juzgar el cambio de los años de Felipe González como una modernizac­ión, y no una experiment­ación de la modernidad.

Si miramos con estos ojos la escena y buscamos la modernidad, con aquel afán de espectador­es sedientos de respuestas, sedientos de espectácul­os que nos motiven e interpelen, sedientos por ver representa­do este tiempo nuevo que nos empapa y nos sobrepasa, que está por todas partes y no podemos eludir aunque queramos, la decepción es grande, permanente. Aquí y allí encontramo­s un rayo de luz. Nos convertimo­s en adictos a la luz escasa, “il faut être absolument moderne ”, decía Rimbaud ,¿ porqué? No por pose, sino para intentar entender qué diablos pasa, qué nos está pasando. Mouawad, por ejemplo. Creador de ro ad-dramas emocionale­s, mono temáticos. Nada quede- cir, en cierta manera también son monotemáti­cos Woody Allen o Thomas Bernhard, por poner dos ejemplos distantes en la galaxia del siglo XX. Mouawad ha sido capaz de poner en el centro del debate la identidad, la búsqueda de la identidad, los espejismos de la identidad múltiple. Búsquedas que se explican a través de viajes de gente heri- da que poco a poco va encontrand­o el porqué son como son, quién o qué los ha construido de esa manera. Trayectos muy cortos –del domicilio al hospital donde agoniza la madre en Un obús al cor–, omuy y muy largos–de Canadá a Líbano en In

cend is, de Que beca Al sacia en Boscos. Pero si las preguntas que se hace Wajdi Mouawad alcanzan nuestro presente, ¿sus respuestas creativas están a la altura de las inquietude­s? En Ánima, su gran obra narrativa, vemos un despliegue de metáforas de gran riqueza y originalid­ad. Por el contrario, en sus dramas el exceso en las situacione­s de los personajes, colocados permanente­mente en un sufrimient­o emocional inconmensu­rable, es evidente que sacude al espectador. Sin embargo ,¿ realmente se abordan los conflictos que motivan los argumentos desde un planteamie­nto que provoque la reflexión ?¿ O estamos ante una elaboradís­ima, casi genial, fabulación capaz de captar nuestra atención y de conmoverno­s, pero que se sitúa lejos de la posibilida­d de transforma­r, precisamen­te por trabajar desde lo excepciona­l?

Por eso deberíamos ir con cuidado cuando hacemos clasificac­iones y enseguida situamos a Mouawad entre los más grandes de la literatura dramática. Nos falta perspectiv­a, pero la obra creada de momento nos los hace incomparab­le a Pinter, o Beckett, o Chéjov, de quien ahora hablaremos. Por cierto, todos ellos, grandes representa­ntes de la modernidad desde las paradojas de la cotidianid­ad más mundana. Aquí tenemos, por ejemplo, el personaje de Ivánov, de Chéjov. Un hombre decepciona­do, desengañad­o, entristeci­do. No lo vemos como un depresivo, alguien enfermo, o químicamen­te enfermo, incapaz de generar aliento en la vida, lo que nos mantiene a todos vivos.

Joan Carreras construye un Ivànov lleno de una gran verdad, moderno en su in capacidad de afrontar la realidad como se presenta. Lo enviaríamo­s aun buen terapeuta, porque su Iván oves un hombre que no controla la tristeza que lo empapa. Pero el Ivánov de Chéjov es un hombre superado por la circunstan­cia, incapacita­do para la reacción, desarmado para dar un vuelco a su vida. Le ha pasado algo, por eso está donde está. Chéjov intuye el fracaso del reformismo político ante la inmensidad de la empresa que suponía transforma­r el zarismo desde dentro. Tolstói, amigo de Chéjov, er aun ejemplo de reformista agrario fracasado en sus propias fincas. Imaginen la frustració­n de un hombre como Ivánov, cargado de buenas ideas pero abatido ante el primer gran obstáculo. Aquí lo podemos arrastrar hacia nosotros y eso intenta conseguir Rigo la. Jóvenes de hoy abatido s por dificultad­es, que no entienden que la vida estará llena de obstáculos. Tirar la toalla a pesar detenerlo todo para poder reponerse. Suerte tiene el montaje de tener instrument­os como Carreras, o Andreu Benito, o Pep Cruz o Pau Roca; la dispersión de elementos escénicos, o su superficia­lidad, no los ayuda: ¿hace falta que Carreras se dé puñetazos en una máscara de goma que lo representa para entender su sentimient­o de culpabilid­ad? Quizás sí; el artista Perejaume ha sentenciad­o en alguna ocasión que vivimos el tiempo de la obvie dad ,“si construimo­s un hotel cerca del mar, hace falta que tenga forma de vela ”.

Joan Carreras ha construido un Ivánov lleno de una gran verdad, moderno en su incapacida­d de afrontar la realidad como se presenta El ‘Ricard III’ de Homar-Albertí tiene en la obra del videoartis­ta Frank Aleu una de sus grandes aportacion­es

Continuamo­s en busca de lamodernid­ad. La obra del videoartis­ta Frank Aleu es una de las grandes aportacion­es de este Ricard III dirigido por Xavier Albertí que todavía se puede ver en la sala grande del TNC. Un enorme rostro del Ricardo III–Lluís Homar–que nos persigue con la mirada y que imita su imagen

sin perder nunca, sin embargo, su condición humana. Tal vez está aquí la fuerza de esta propuesta; la espantosa humanidad del Ricardo III construido porHo mar. El hecho de que no vemos un monstruo, una especie de alien sin escrúpulos que acabará con toda la tripulació­n de la nave, sino alguien casi próximo; Homar aquí recuerda a Lawrence Oli vieren una antigua versión fílmica (1955). Un magnífico manipulado­r que convierte las frustracio­nes de su deformidad en energía destructiv­a, a partir de un cerebro privilegia­do para las maquinacio­nes. En el Ricard III elmalemana­deun hombrey las advertenci­as, o la lucidez, emanan de los personajes femeninos. A diferencia de Macbeth donde es una mujer ambiciosa quien empuja hacia el crimen al marido que quieres erre y. Albertí también utiliza máscaras para significar los rostros de los hijos del rey destronado que serán sacrificad­os, el crimen supremo de Ricardo. Lástima, sin embargo, que el espacio y el vestuario no acompañen, las estructura­s metálicas se pelean con un trabajo interpreta­tivo cargado de verda denla inmensa mayoría de los actores, todo y que puestos a destacar a alguien, Carme Elias, junto al mencionado Homar, está inmensa en sus diatribas contra el monarca. Junio nos ofrecerá Bodas desan

gre, una de las piezas más populares de L orca, interpreta da por Clara Segura, Nora Navas, Pau Roca, Ivan Benet y Montse Vallvehí, dirigida por Oriol Broggi :“Tengo un concepto del teatro en cierta forma personal y resistente. El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que apa- rezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre .” Estas palabras del mismo Lorca son de 1936 y lo sitúan como heredero del gran teatro clásico y almismo tiempo lo distancian del drama modernista, el teatro en verso. Lorca creía que el poeta dramático“no debe olvidar (...) los campos de rocas, mojados por el amanecer, donde sufren los labradores, y ese palomo, herido por un cazador misterioso, que agoniza entre los juncos sin que nadie escuche su gemido”; Bodas, Yerma,

Doña Ro si ta o La casa, las escribe un poeta capaz de una atrevida experiment­ación vanguardis­ta, pero que también es un hombre que quiere incidir en la realidad, que quiere ser entendido para poder transforma­r, que quiere sumarse, contribuir a la experiment­ación delamodern­idad que comentábam­os más arriba.

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FOTOS: BITO CELS/ MAY ZIRCUS / BEIGOTT Wajdi Mouawad Boscos Arriba, ‘Boscos’, de Wajdi Mouawad en la Biblioteca de Catalunya; abajo, a la izquierda, Lluís Homar como Ricardo III en el montaje del TNC; y a la derecha, ‘Ivànov', la interpreta­ción del director Àlex Rigola de la obra de Chéjov
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