El espacio como símbolo
TesisUna exposición en el museo d’Orsay traza un recorrido por el carácter místico del paisajismo: de las catedrales deMonet a los bosques sagrados de Sérusier, las figuras misteriosas de Odilon Redon y el colorismo de Hilma af Klint
La magia de los símbolos es la seducción que opera en todo espectador en el momento de considerar a fondo los elementos fundamentales de la creación. En el Museo deOrsay se tiene la oportunidad de vivir esa liberadora sensación si se acude a las salas donde se ha ubicado la exposición en ella se entra en contacto con lo numinoso, “una mística sin fe”, ha dicho Guy Duplat muy acertadamente: ese reino que no tiene fin. Y de ese modo se pone demanifiesto todo el valor de unas pinturas que mantienen una temeraria confianza con la fuerza simbólica del espacio convertido en tiempo de iniciación. De Monet aKandinsky, de Van Gogh aHilma af Klint o Emily Carr, de Gauguin a Georgia O’Keeffe, de Munch a Lawren Harris, Tom Thomson oWenzelHablik, todas estas pinturas en su conjunto, y cada una de ellas por separado, contribuyen a descifrar la morada celeste que acoge a la humanidad en su seno.
La muestra busca demostrar que a través del arte aún es posible espiritualizar el mundo
La elaboración de un relato pedagógico es el arma esotérica para revelar el secreto del mundo. En esta ocasión se ha decidido llevar al límite la impresión que produce el paisaje, una impresión eternamente oscilante, continuamente contradictoria, que zarandea al visitante desde el mismo instante que toma conciencia que la mayor parte de pinturas
En efecto, la impresión que ofrecen las pinturas aquí expuestas es producto de la combinación de al menos tres factores: lo que sabemos de cada una de estas imágenes (que es bastante porque muchas son obras famosas), lo que imaginamos que nos quieren decir (que también es mucho pues se abren a nuestro deseo de hallar la verdad oculta en unas imágenes) y nuestra disposición ante esta provocadora exposición (que es también de mucho calado porque sin darnos cuenta dirigimos nuestro ánimo para desvelar en cualquier paisaje un panorama de nuestra vida espiritual).
Diríase que los comisarios nos invitan amantener viva la confian- za en la capacidad de percepción visual sobre lo ignoto: una percepción que, como si fuese una punta de diamante, raya intencionadamente la materia oculta de los símbolos fundamentales presentes en cada imagen aquí expuesta. Por separado y sobre todo en su conjunto. Nunca un relato expositivo ha sido más intencionado, donde el orden de la exposición se convierte en un fin en si mismo. Las poderosas imágenes de
invitan al visitante a identificar la vibración oculta de lo que ve, al modo que proponía Marcel Proust en cada una de sus minuciosas descripciones en busca del tiempo perdido. Aquí se tratadeunsofisticadocaminoenbusca de la perfección, que solo es capaz de mostrar el magisterio de lo simbólico.
Ya desde los primeros pasos se descubre este magisterio, tras las señales que lanza Monet al presentar su deRouendeloque es una catedral gótica: una evocación que en su tiempo, y en el nuestro, lleva a buscar el espíritu