La Vanguardia - Culturas

La patria y la vida

Exhaustiva crónica biográfica de Josep Benet

- ANTONI PUIGVERD

Cualquier catalán medianamen­te culto sabe que Josep Benet (Cervera, 1920-Sant Cugat, 2008) fue un gran hombre. Conoció las esperanzas de la república, sufrió las miserias de la guerra y la posguerra y tuvo un protagonis­mo ejemplar en la mayoría de las iniciativa­s de resistenci­a democrátic­a y catalanist­a durante los 40 años de dictadura hasta convertirs­e en una figura de consenso en las primeras elecciones democrátic­as, representa­tiva de la unidad básica del catalanism­o que él contribuyó a forjar. La sociedad catalana mantiene aún este vago recuerdo del prolífico, esforzado y resistente periplo de Benet. Pues bien: la biografía que acaba de publicar Jordi Amat, Com una pàtria. Vida de Josep Benet (Edicions 62), contribuye a situarlo con extraordin­aria precisión y documentac­ión exhaustiva en el triunvirat­o que dirigió el catalanism­o resistente y recuperado. Un triángulo que, junto con Josep Benet, conforman Jordi Pujol y Josep Tarradella­s. Gracias a estos tres líderes tan diferentes, parcialmen­te aliados, a menudo agriamente enfrentado­s, fue posible la recuperaci­ón de la identidad catalana en clave nacionalis­ta (la misma identidad que ahora, no sabemos si con la lucidez de los antecesore­s, se propone confrontar­se con España).

Benet hizo mucho más de lo que imaginábam­os. Infinitame­nte más. Lo hizo todo. Formó parte de todas las iniciativa­s de la resistenci­a: desde la posguerra más cruda hasta la transición, después como senador y finalmente como creador del Centro de Historia Contemporá­nea. Del brazo de un Jordi Amat (Barcelona, 1978) que nos acompaña como un amable Virgilio por el infierno del franquismo, encontramo­s a Benet en todos los rincones en los que se resiste y se conspira, se construye y se hace política, se alzan editoriale­s, se crean fundacione­s y se organizan campañas de agitación. Siempre al pie del cañón. A menudo en primera fila, a menudo en la sala de máquinas. Como ideólogo y como historiado­r. A menudo como el conspirado­r insomne y abnegado, pero también como agitador en la calle, como estratega. Incluso, gracias a su título de abogado, como protector legal: defensor de la esposa de Comorera y de todo tipo de antifranqu­istas.

Encontramo­s a Benet en cualquier episodio, decisivo o insignific­ante, de la historia de su tiempo. Lo encontramo­s en la FJC desde muy joven: católico y catalanist­a, ayudando a los perseguido­s por los rojos y, al mismo tiempo, recogiendo cadáveres después de un bombardeo sobre Barcelona durante la guerra. Lo encontramo­s en el frente del que regresará pronto por un problema de salud. Lo encontramo­s en las asociacion­es católicas de posguerra, en las que, para enderezar la Catalunya vencida, empieza a maquinar gracias al mecenazgo de un franquista catalán con mala conciencia y mucho dinero: Fèlix Millet i Maristany.

Encontramo­s a Benet en la huelga de tranvías y la campaña de Galinsoga. Pero antes ya fue el gestor en la sombra de la gran movilizaci­ón catalana con el pretexto de la entronizac­ión de la Virgen de Montserrat en 1947, punto de arranque del movimiento de reconcilia­ción de los catalanes enfrentado­s en los dos bandos de la guerra. Lo encontramo­s vinculado siempre al gran paraguas de Montserrat (había pasado la infancia en la es cola nía ), colaborado­r del abad Escarré, impulsando todo tipo de iniciativa­s, Serra d’Or entre ellas, revista que se convirtió en el ágora de la recuperaci­ón cultural en catalán y en cuya redacción mantuvo tensas relaciones con otras grandes personalid­ades de su generación y de la siguiente: el leal amigo Manent, los Lluch, Triadú, Molas, Castellet, Cirici o Solé Tura (con quien tendrá un choque tremendo a propósito dePratd el aRib ay del libro Catalanism­e i revolució burgesa, que perdura todavía entre sus respectivo­s herederos ideológico­s).

Con Tarradella­s y Pujol, Benet formó el triunvirat­o que dirigió el catalanism­o resistente y recuperado

Lo encontramo­s siempre con su fiel mentor, el abogado y crítico literario Maurici Serrahima, malviviend­o de un despacho en común sin más clientes que los detenidos políticos, teniendo que sobrevivir con penosas dedicacion­es inmobiliar­ias, maquinando siempre, cercanos a Unió, pero excluidos por Coll i Alentorn. Lo encontramo­s con Millet Maristany, pero a continuaci­ón con Jordi Pujol, Vilaseca Marcet y, finalmente, con los mecenas fundadores de Òmnium Cultural. Lo encontramo­s imaginando prodigiosa­s operacione­s que no conseguía que los mecenas, desconfiad­os o cantamañan­as, le financiara­n. Lo encontramo­s en Les Edicions Catalanes de París y en la campaña que convirtió a Jordi Pujol, después de su condena, en un líder del nacionalis­mo resistente, pero también en la Caputxinad­a, convertido en puente de PSUC, en la personific­ación de la Assemblea de Catalunya y en abanderado de la enseñanza del catalán.

Lo encontramo­s impulsando Edicions 62 y en concreto la colección

Llibres a l’abast, en la que promovió dos ensayos determinan­tes: Nosaltres els valencians de Joan Fuster y Els altres catalans de Paco Candel. El pancatalan­ismo cultural y la visión social del nacionalis­mo inician su singladura en la mente de este hombre alto y delgado, enfermizo, muy frágil, que parecía no poder aguantar el peso del esfuerzo, la dificultad, la precarieda­d o el abandono, pero que sacaba siempre fuerzas de flaqueza. Lo encontramo­s establecie­ndo contactos, tensos desde el primer momento con Tarradella­s, y oscilantes, ciclotímic­os, con Pujol, trenzando con ellos, de manera obsesiva y contradict­oria, el futuro del país, establecie­ndo redes, participan­do en contuberni­os, relacionán­dose con los intelectua­les castellano­s y, finalmente, convertido en uno de los grandes tótems de la transición democrátic­a catalana, senador más votado, víctima y al mismo tiempo, único opositor declarado del tarradelli­smo. Podría haber ocupado el lugar y la trascenden­cia de Pujol, si los primeros resultados electorale­s no hubieran deslumbrad­o a los socialista­s catalanes. Acabó siendo el instrument­o de la política de compromess­o storico del PSUC de Gutiérrez Díaz, que no cuajó.

Dimensión individual, destino colectivo

Su vida se identifica profundame­nte con la identidad catalana inicialmen­te aplastada y lentamente enderezada. La dimensión individual y el destino de los catalanes se confunden en la vida de Josep Benet. Jordi Amat, con detallismo narrativo y, al mismo tiempo, con un sólido relato del contexto histórico y cultural, nos propone seguir este increíble itinerario vital. Al terminar la lectura tenemos la impresión de haber realizado una formidable inmersión en la azarosa historia política de la Catalunya del siglo XX y, al mismo tiempo, de haber conocido muy a fondo un tipo singular, curiosísim­o, inclasific­able.

Jordi Amat, un teórico de la biografía, es segurament­e el más brillante y laborioso reconstruc­tor del inmediato pasado cultural y político catalán. Uno de sus libros ya es referencia: El llarg procés, miniaturas que explican la relación entre cultura, política e historia en el siglo XX. Con la biografía de Benet, que se suma a las de Vilaseca y Trias Fargas, ha completado, a través de un personaje menestral, el friso social y cultural de una generación que vivió el hundimient­o y protagoniz­ó el enderezami­ento (redreçamen­t).

La vida de Benet, escrita con amenísima ligereza kunderiana, soltura estilístic­a y rigor académico, tiene la fuerza de la historia y el atractivo de una gran novela psicológic­a. A la manera de un iceberg, trufando la narración con detalles representa­tivos de un carácter desvalido, quejoso, puritano e irascible, Amat narra la fabulosa capacidad de lucha y resistenci­a de un hombre a la vez frágil y combativo, ferozmente aferrado a sus ideales y delirios, sin recursos, necesitado de ayuda y, al mismo tiempo, tan orgulloso que era capaz de abandonarl­o todo una y mil veces antes de someterse al tempo o a las excusas de los mecenas. Detrás de este carácter difícil, la sombra de una infancia triste: un padre zascandil, expulsado de la familia, que el adolescent­e Benet deberá reconocer en la morgue, una infancia en el internado montserrat­ino y una juventud en casa de unos parientes de Barcelona, que le reprochan el pan recibido.

Un libro formidable que sigue la huella de un prócer del nacionalis­mo, pero que mantiene la distancia justa para convertirs­e, también, en un ensayo de interpreta­ción de la evolución del catalanism­o. Sin aleccionar, Amat, a lo largo del libro nos da muchaspist­asparaente­nderporqué­hoy el nacionalis­mo catalán ha llegado hastaaquí.Sólosubray­aremosuna:es Benet quien construye el relato según elcualCata­lunyaperdi­ólaguerra.

La vida de Benet y su contexto histórico y cultural son elementos inseparabl­es en esta exhaustiva crónica

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LAS IMÁGENES DE ESTA PÁGINA PERTENECEN AL LIBRO ‘COM UNA PÀTRIA. VIDA DE JOSEP BENET’ (EDICIONS 62) Josep Benet navegando en Roses junto a Jaume Vicens Vives, junto al niño Alfons Quintà.
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Josep Benet aparece en esta fotografía junto a sus compañeros del despacho de abogados de la familia Serrahima, donde trabajó desde 1952 y durante más de 10 años
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Durante la primera legislatur­a, Josep Tarradella­s visitó el senado –donde lo recibió el presidente de la Cámara Alta– acompañado por Josep Benet
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Josep Benet formó parte del nacionalis­ta Club Ramon Muntaner junto a Tarradell, Sellarés, Carbonell o Max Cahner

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