La Vanguardia - Culturas

Descanso con cultura

- BEGOÑA GÓMEZ URZAIZ

De Eivissa a Montauk, los lugares que se asocian con las vacaciones son también territorio abonado para la creación. En esta serie repasamos la cartografí­a cultural de unos cuantos destinos que siguen dando mucho juego.

Benidorm

A nadie en Europa le tienen que explicar qué significa “Benidorm”. La ciudad alicantina sirve como atajo semántico para decir muchas otras cosas. Por eso funciona especialme­nte bien en un título televisivo. La ITV británica emite desde hace diez temporadas una serie llamada así, Benidorm, sobre los clientes de un resort ficticio y en el que todos los personajes lucen un nivel de melanina a medio camino entre Donald Trump y Valentino Garavani. También la televisión belga tuvo un exitazo en el 2010 con un programa de cámara oculta llamado Benidorm Bastards que se adaptó después por toda Escandinav­ia, Israel y Estados Unidos y que –será el humor belga– ni siquiera tenía lugar en Benidorm.

Cuando se enteró, el entonces alcalde, el socialista Agustín Navarro (que sería después imputado por corrupción, una costumbre muy arraigada en la zona) exigió que el programa cambiase de nombre porque daba “proyección negativa” a un destino “de primer orden”. Eso era cuando en la ciudad se hacían campañas para cambiar la imagen de la ciudad, como si eso fuese posible en éste o en el próximo par de siglos. Pero desde entonces se diría que autoridade­s y locales han entrado más en otra onda, la de

“dejar que Benidorm sea Benidorm” y sacar pecho de todo lo que la hace única.

Desde el 2015, se hacen trabajos explorator­ios para que la ciudad presente una candidatur­a seria a convertirs­e en patrimonio mundial de la Unesco por su arquitectu­ra vertical. Fue el geógrafo francés Philippe Duhamel –invitado a un foro por el propio Benidorm, todo hay que decirlo– quien formuló por primera vez la idea de preservar con los mismos fondos que protegen la Alhambra o la ciudad de Petra este “Dubai europeo” y más tarde se le sumó en la causa el sociólogo Mario Gaviria, que apuntó que la candidatur­a debía celebrar también la cohesión social de la ciudad –ninguna tontería en un lugar con más de un 30% de población extranjera censada, con mil procedenci­as diversas– y su sostenibil­idad ambiental. Sin desmerecer los esfuerzos de estos académicos, se puede decir que el mayor y más activo cheer leader de Benidorm es el arquitecto Óscar Tusquets, que acaba de exhibir en la London Art Biennale de Chelsea su amor por la ciudad. Cada vez que lo dice, y lo ha dicho ya unas cuantas veces, es noticia, y los periodista­s intentan buscarle la ironía. Y él jura y perjura que no la hay, que “con 13 Benidorms se liberaría la costa española”, que su arquitectu­ra es ejemplar, porque desde casi todos les centenares de miles de ventanas de sus rascacielo­s se ve el mar y que, como recuerdan los demógrafos, la vida en vertical aprovecha mucho mejor los recursos que en horizontal. Y por si alguien aun duda, suele rematar: “Me gusta más que Cadaqués”.

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la Postal de localidad

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