La Vanguardia - Culturas

Glamón ibérico

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No lo hubo, así que vuelvan a guardar el lápiz de labios y la laca. Según Ramón de España, periodista y veterano fan de Roxy Music que vivió el goteo (o chaparrón) del género a principios de los años setenta, “nunca existió un glam autóctono. Además, nadie usaba el término glam rock, sino gay power. Con ese título publicó un libro el difunto Eduardo Haro Ibars. En otro plan, La Charanga del Tío Honorio publicó una canción titulada Los chicos del gay pobre. Franco aún vivía y no estábamos para mariconada­s. Miguel Bosé era toda la ambigüedad que podía soportar el régimen, por moribundo que estuviese”.

Ramón de España apunta que, por otro lado, el glam foráneo sí explotó en las discos patrias, como demuestran los centenares de sencillos editados con portada española y traducción insensata del título. “Ciertament­e, el glam llegó y triunfó”, afirma. “Entró con David Bowie y Ziggy Stardust. De repente, El Corte Inglés estaba lleno de ejemplares de Space Oddity, The Man Who Sold the World y Hunky Dory, que no se habían editado en su momento. El glam tuvo éxito tanto en la vertiente arty (Roxy, Bowie) como chusmosa (The Sweet, Slade, Suzi Quatro). En el momento, los fans de unos y otros eran irreconcil­iables. Los del rollo arty nos choteábamo­s de Gary Glitter como luego lo hicimos de Tino Casal. Con el paso del tiempo, hay que reconocer que algunos hits de los chusmosos no estaban nada mal, sobre todo los escritos por el dúo Chinn y Chapman, proveedore­s de The Sweet y Suzi Quatro. Y no olvidemos a Cockney Rebel, cuyos dos primeros álbumes, sensaciona­les ambos, se acogieron a la cosa glam. Siempre fue un grupo de minorías, eso sí, salvo con el hit Make me smile (Come up and see me), que nunca se repitió”.

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