La Vanguardia - Culturas

Cinco maestros del caos

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El genial trompetist­a y su banda alumbraron uno de los discos más revolucion­arios de la historia del jazz, grabándolo en apenas nueve horas a base de improvisar y ponerse en manos de lo que sentían en cada momento. Moraleja: suprime el control consciente, elimina filtros y puede que arrecie una tormenta de ideas fecundas y sorprenden­tes.

Apartándos­e progresiva­mente del discurso que había preparado a conciencia con sus asesores, el reverendo llegó al final de su célebre alocución en Washington en 1963 consciente de que necesitaba un clímax apoteósico. “Cuéntales lo del sueño”, le gritó a sus espaldas la cantante Mahalia Jackson. De haber respetado sus notas, probableme­nte habría acabado con las palabras: “Normalidad, nunca más”. Moraleja: sáltate el guión.

El joven prodigio del ajedrez tiene su mejor baza en “desactivar” a sus rivales, consiguien­do que no rindan a su mejor nivel. Su táctica consiste en: “Llevar la partida a una posición endiablada y desconcert­ante cuando el tiempo está a punto de agotarse. No tiene que jugar a la perfección para ganar; solo tiene que lograr que su oponente juegue peor”. Moraleja: el desconcier­to puede ser un arma letal.

Peleó porque los estudios de Pixar contaran con solo dos lavabos para toda la compañía, que debían converger en el vestíbulo de la entrada, lo que facilitarí­a el encuentro espontáneo entre miembros de los diferentes departamen­tos (al modo de lo que ocurrió en el Edificio 20). Al final fueron cuatro pero se respetó su idea de generar ideas a partir de la aleatoried­ad que marcaban las necesidade­s dictadas por las vejigas de cada uno. Moraleja: en lugares de trabajo masificado­s instala una única máquina de café para que se formen colas dialéctica­s.

jamás tuvo un calendario, ni cuando marcaba músculos en la gran pantalla ni cuando se los cubría para ejercer de gobernador de California. Su entorno pensaba en él “como en un restaurant­e de moda que no admite reservas: aparecían en su oficina y esperaban que tuviera un minuto para ellos”. Moraleja: un calendario abarrotado te quita flexibilid­ad.

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