Del pop al sufismo
Pedro Burruezo, una trayectoria musical innovadora
La fascinante historia de Pedro Burruezo va de los albores de los años ochenta, cuando lideró el grupo Claustrofobia, hasta un presente en el que la ecología y la mística sufí rigen los principios de la música que hace al frente de una cambiante Camerata con la que publica Dervishes & Troubadours.
Nunca ha sido muy popular, pero Burruezo tiene fans acérrimos que han convertido su música en objeto de culto. Tanto es así que en los conciertos con la Camerata aún se le acercan seguidores de su antiguo grupo, que fue maldito porque se adelantó a su tiempo practicando la mezcla de estilos cuando aún no existía el mestizaje. Ahora vive en Sant Feliu de Guíxols y mientras cultiva su huertoecológicoseinspiraparacomponer música que sigue los preceptos del sufismo, la vertiente mística del islam. Tras media docena de discos, gozainclusodeunaproyeccióninternacional que le ha llevado a actuar a Sudán, Turquía o Argelia. Tiene muy claro “que este posicionamiento no es sinónimo de conservador. Me inspiro en el mundo medieval y lo llevo a mi terreno. Por esto también en el marco de la música espiritual soy aún más rara avis al decir, el mensaje me interesa pero lo divulgo con un lenguaje del siglo XXI. Por suerte encajamos en festivales de música antigua, sacra o de sonidos del mundo”.
Al día siguiente de la entrevista actuaba en el jardín de la masía Can Verdaguer con repertorio de la Medievalia Camerata, con sus estrechos colaboradores Maia Kanaan (voz y viola) y Jordi Ortega (chelo). Y la cita con él es tras una reunión en el Taller de Músics para dar continuidad al espectáculo Auto Sufi Ciencia, que ha ideado y dirige y define como un camino de ida y vuelta entre el flamenco y lo sufí. Se estrenó con éxito en mayo, en el festival Ciutat Flamenco. Según explica “es un homenaje al legado andalusí preflamenco que reúne cantes que tienen su origen en el poso islámico de Al Ándalus, con un tributo al gran maestro Ibn al Arabi. Uniendo tradición y transgresión con cantaor, bailaor, sección de cuerda y una derviche haciendo el giro, en una senda que conduce desde la soleá sufí al taranto morisco, pasando por letanías y mantras que se engarzan con saetas y seguiriyas con total naturalidad”.
Burruezo tiene la autoridad que le da haber ejercido durante una década como crítico de flamenco del suplemento catalán del diario Abc. “De hecho eran crónicas. También tuve una columna de opinión en la que empecé a hablar de ecologismo. El derecho a una alimentación descontaminada era tema recurrente. A partir de esos artículos me llamaron de la asociación Vida Sana para hacer algo juntos y de ahí salió la revista The
Ecologist, que aún sigue y de la que soy director”.
Parte del repertorio de Auto Sufi Ciencia aparece en su nuevo disco
Dervishes & Troubadours, en el que hay “un grito de atención sobre el drama de la expulsión de los moriscos. Su herencia se mantiene; ese gusto por un islam abierto en el que cabía música, poesía, danza y belleza. Y es que Al Ándalus llegó hasta las tierras de Ponent y esos musulmanes no eran árabes, eran catalanes. Los últimos historiadores ya han comprendido que el fenómeno Al Ándalus no responde a una invasión, sino a algo autóctono. La huella sufí llega a Cervantes, los trovadores, Ramon Llull, fray Luis de León, santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz”.
Cita como referente al franco-gallego Oliver Laxe y su película Mimosas, un western religioso rodado en el Atlas. “Me identifico con su mensaje; los verdaderos maestros están en la clandestinidad, esperando que pase toda la confusión. Hay una resistencia que se mantiene con poemas, películas, música… pienso en Arvo Pärt, que dice que toda su obra es una alabanza a Dios, o Franco Battiato, autoresquereflejanesavisiónnomaterialista, como Omar Faruk Tekbilek. Hay un renacimiento de artistas que salen de la corriente de trabajar para
Con Claustrofobia quería ser moderno, gustaba a los críticos pero no tenía éxito; hoy se emociona en sus conciertos en festivales de música sacra
la sociedad de masas tecno-científica”.
Cuenta una anécdota de Tortell Poltrona. “Cuando lo conocí, aspiraba a ser un clown, pero su mánager le procuraba actuaciones de payaso y no le gustaba. Luego se dio cuenta que el público infantil estaba libre de ideología previa, no había nada cerebral en su reacción, era todo emoción. Lo de Tortell es un poco lo que me ha pasado. Antes quería ser moderno, gustaba a los críticos. No tocábamos casi, ni teníamos éxito, pero salíamos en todos lados. Era bonito y no reniego en absoluto. Ahora toco en el festival Murcia Tres Culturas, el Mercat Medieval de Castell d’Aro o en una iglesia y se produce un intercambio sin trucos ni marketing y eso me emociona. Es como volver a los orígenes de la música. He descubierto la importancia de ser payaso y no clown de arte y ensayo”.
Participa en Pàtria, película que se anuncia como el Braveheart catalán. “Aparecen dos fragmentos de canciones nuestras en la parte de los moriscos de Lleida”. Su vinculación con el cine incluye “música de Claustro- fobia en la banda sonora de El idioma
imposible de Rodrigo Rodero, basada en El día del Watusi de Francisco Casavella. Después El somni català ,de Josep Maria Forn, y el documental
Las tres vidas de Pedro Burruezo”. En él participa el cineasta Albert Serra. “Sí, afirma que un día venía de Banyoles a Barcelona y que un concierto de Claustrofobia le cambió su vida. Se dijo que quería ser director de cine. Por eso me encargó una banda sonora para Història de la meva mort y aunque no le interesó pagó la producción y facilitó que se pudiera editar en el sello Tormina de Lidia Damunt con el título de La banda sonora maldita y acreditada a Burruezo & Claustrofóbica Camerata. Se hicieron 500 copias y ahora sólo está disponible en streaming”.
Un concierto en el ciclo De Prop de la Pedrera en el 2004, como Pedro Burruezo & The Goyescos y con repertorio de Coplillas crepusculares, significó su retorno. Desde entonces no ha parado de multiplicarse en proyectos, circulando como espíritu libre por músicas alejadas de las coordenadas del pop. Algunos lo consideran un excéntrico, pero él prefiere que lo llamen radical. “En aquel momento aún no me había planteado relanzar mi carrera pero, dos semanas después –recuerda–, alguien que nos vio organizaba una gala de cine y nos encargó la música. Me gustó mucho; me di cuenta de que estaba cómodo trabajando a la carta. De ahí viene la idea de ponerle a cada Camerata un nombre adecuado al contenido artístico. Así, con el tiempo han surgido cinco: Bohemia, Claustrofóbica, Nur –luz en árabe–, Medievalia y Morenika. Así, cuando la Semana de Música Sacra de Segovia nos pide un repertorio sufí, actuamos como Burruezo & Nur Camerata, siempre con el sudanés Wafir S. Gibril, reputado intérprete de laúd árabe”. Otro espectáculo reciente con Nur Camerata es Iti-
mad, junto a la compañía de danza Un Sol Traç.
Los tres primeros discos de Claustrofobia –Arrebato (Música per a vetllades d’intriga) (1984), El silencio (1986) y Repulsión (1987)–, ahora descatalogados y no disponibles en streaming, fueron editados en vinilo por Wilde y Justine, dos compañías independientes de vida efímera. Existe también lo que antes se conocía como un bootleg, un disco de directos, Fiesta en la noche, editado por Discos de Arrabal, sello de su colega Violeta Gómez, con un texto de Francisco Casavella, que fue su gran amigo. Para el editor, el momento de gloria del grupo fue en 1984, cuando debutaron en Zeleste con un sonido inspirado por Ultravox, Héctor Lavoe y compañeros de la movida como Golpes Bajos o La Mode, cuyo Cita en
Hawaii versionaron en Encadenados (1992), su segundo y último trabajo para el sello Nuevos Medios de Mario Pacheco tras Un chien andaluz (1989). “Ya desde Arrebato había la voluntad –afirma– de hacer una música transversal y de estilos diferentes”.
Circula como espíritu libre, alejado del pop; para algunos es un excéntrico, él prefiere que lo llamen radical