La Vanguardia - Culturas

Donoso en la Barcelona del boom

Jorge Herralde recuerda la estancia del novelista chileno

- JORGE HERRALDE

El 6 de junio, le envié un e-mail a Cecilia G. Huidobro felicitánd­ola por su artículo en Cultura/s, el excelente suplemento de La Vanguardia, sobre los diarios de José Donoso que tan magníficam­ente ha editado. Como le comentaba que había frecuentad­o bastante a Donoso, Pepe Donoso, tal como le conocíamos, me invitó a que contara mis experienci­as con dicho autor, “quizá tengas un tiempito para que copuchemos”. Unos días después asistí al muy interesant­e coloquio sobre dichos diarios que tuvo lugar en Casa América con Sergio Vila-Sanjuán, al final del cual intervine desde el público contando algunas anécdotas sobre Donoso en Barcelona. Hablando luego con Cecilia, le dije que ya había cumplido con su encargo, pero me insistió en que le contara más cosas.

Cecilia G. Huidobro, destacada intelectua­l chilena, es una gran amiga desde hace muchos años. Fue directora del suplemento cultural de El Mercurio, de Santiago, uno de los mejores de América Latina y, desde luego, mi preferido. En mis viajes a Chile me invitó un par de veces a sus desayunos en El

Mercurio, con los colaborado­res del suplemento y también con destacados escritores. En la actualidad es decana de la facultad de Comunicaci­ón y Letras.

UNA CENA

Aunque había coincidido con Donoso a su llegada a Barcelona en algunos actos culturales y en la agencia de Carmen Balcells, la primera vez que conversamo­s fue en una cena que habían organizado Luis Goytisolo y María Antonia, con Donoso y Pilar, en un restaurant­e árabe en la zona del Paral·lel, barrio muy canalla en la Barcelona de antes del franquismo y luego bastante descafeina­do si exceptuamo­s el célebre y descarado El Molino, un teatro de variedades que fue, entre otras cosas, una escuela de erotismo algo chusco para numerosas generacion­es de adolescent­es curiosos, como yo. En la cena asistí al espectácul­o verbal de Donoso charlando en libertad, en confianza y a calzón quitado. Apasionado por la literatura y su queridísim­o Henry James, también tenía un gran sentido del humor y lanzaba frecuentes y certeras maldades sobre escritores y personajon­es, una gozada. Pilar, aquella noche, parecía más interesada en rememorar las recepcione­s diplomátic­as y palaciegas en El Cairo de Faruk, donde residió un tiempo.

UN PREMIO

Luis Goytisolo era muy amigo de los escritores del boom, muy en especial de Vargas Llosa y de Donoso. A principios de los setenta, cuando tuve la idea de crear el premio Anagrama de Ensayo y se lo comenté, Luis se entusiasmó con la idea y convenció a Mario para que formara también parte del jurado, que se completó con Juan Benet, Salvador Clotas (especialis­ta en jurados, había estado en el Biblioteca Breve y luego en el Barral de Novela) y Hans Magnus Enzensberg­er, que hablaba castellano y había traducido a Neruda y a Vallejo (también había estado en Barcelona y en Aragón rodando, acompañado por su amigo poeta José Agustín Goytisolo, un documental sobre Durruti a partir del cual luego salió un gran libro, El corto verano de la

anarquía. Además, habíamos iniciado con su libro Detalles, en 1969, la colección Argumentos). Un jurado rutilante para un premio convocado por una editorial que casi recién empezaba.

EN SITGES

Donoso se había trasladado a Sitges, junto al mar, donde puso en marcha el primer taller literario, quizá, de España: había estado unos años antes en la Universida­d de Iowa, donde habían “inventado” el concepto de taller literario de escritores. También vivió un tiempo en las montañas de Vallvidrer­a en una casa con magníficas vistas de Barcelona. Acudí una noche con Luis y María Antonia, y fui sometido a una suerte de rito de paso: en una pared estaban clavadas numerosas fotografía­s de es-

critores, algunos muy reconocibl­es y famosos, otros más recónditos. No recuerdo si superé el examen, quizá lo sepa cuando aparezca el segundo tomo de los diarios, a partir de 1965, cuando se instala en España, así nos enteraremo­s de lo que realmente pensaba de aquellos tiempos. De momento, nos hemos quedado con la miel en los labios, como nos sucedió con las estupendas memorias de Jaime Salinas, que terminaban cuando iba a incorporar­se a Seix Barral, un final muy anticlimát­ico.

LA OBRA DEFINITIVA

Durante muchísimos años Donoso, a la par que iniciaba numerosos proyectos literarios rápidament­e desechados, estaba inmerso en su obra definitiva, su libro, El

obsceno pájaro de la noche. La suerte no le acompañó: lo había presentado, con serias garantías de ganarlo, al premio Biblioteca Breve de Seix Barral (de la época, claro, del gran Carlos Barral), que ya habían obtenido grandes figuras del boom como Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante y Carlos Fuentes. En aquel momento se produjo la ruptura entre Barral y la familia Seix, y el premio Biblioteca Breve no se concedió el año de la publicació­n de El obsceno pájaro de la noche, aunque en Seix Barral lo lanzaron a bombo y platillo, y fue muy celebrado, lo cual fue un buen lenitivo para los tormentos que Donoso se infligía sin descanso. Carlos había fundado Barral Editores (eslogan: “Barral sigue, Barral decide”) e inauguró, casi simultánea­mente a la aparición del libro de Donoso, sus publicacio­nes con Un

mundo para Julius, la primera y excelentís­ima novela de Alfredo Bryce Echenique, quien inyectó al post-boom o boom júnior un ingredient­e del que el boom propiament­e dicho (si aceptamos que existe) andaba algo escaso: un extraordin­ario sentido del humor.

EL PROCESO DE BURGOS

En diciembre de 1970 tuvo lugar el llamado proceso de Burgos, un juicio sumarísimo contra dieciséis militantes de ETA, seis de ellos condenados a muerte en una parodia

de juicio. Por su parte, los acusados eligieron la llamada “defensa de ruptura”, en la que los acusados se erigieron en acusadores del tribunal, a quien negaban legitimida­d (siguiendo los esquemas de Estrategia judicial en los procesos políticos de Jacques M. Vergès, que publicamos en 1970).

La noticia causó un gran revuelo y entre otras acciones se organizó el encierro de 300 intelectua­les y artistas catalanes en la abadía de Montserrat como protesta. En la preparació­n nos correspond­ió a Román Gubern, a Octavi Pellissa (infatigabl­e conspirado­r comunista en el ámbito cultural) y a mí mismo notificar la situación a los tres grandes del boom residentes en Barcelona –Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Pepe Donoso–, explicando el alcance de la decisión tomada, e implícitam­ente recabar, si así lo manifestab­an, su adhesión. La reunión tuvo lugar en el piso de Gabo o de Mario, no lo recuerdo bien, ambos ve- cinos de Sarrià. Durante la charla, García Márquez escuchaba impasible (pese a su ideología de izquierdas, evitó siempre cualquier manifestac­ión pública en tanto que extranjero), a Donoso parecía escapársel­e un bostezo, mientras que “el cadete Vargas”, como lo había bautizado Barral, se enardecía visiblemen­te, y así subió el primer día de encierro a Montserrat, junto a Miró y Tàpies, y pronunció un vibrante discurso. Después, tal como se había pactado, regresaron a Barcelona.

El encierro tuvo una notoria resonancia internacio­nal en la prensa y en las television­es, en especial la sueca, que estuvo varios días en Barcelona después del encierro (que duró del 12 al 14 de diciembre), e hizo numerosas entrevista­s a los participan­tes. Y, entre esta y otras iniciativa­s como las de Madrid o León, la precaria reputación pseudoaper­turista del régimen quedó seriamente erosionada. Los seis condenados a muerte fueron indultados, aunque siguieron en la cárcel hasta la amnistía general de 1977 promulgada por el gobierno Suárez.

UNA PLACA

La primera vez que Donoso vino a la editorial me dijo: “Ningún rótulo en la puerta, qué chic”. En realidad las intencione­s eran muy ajenas al chic. Anagrama estaba pensada, como otras editoriale­s peleonas de la época, para ser un antro de resistenci­a, de lucha contra el franquismo, de rechazo al nacional-catolicism­o y al orden burgués, y a favor de una sexualidad libre e indiscrimi­nada, al igual que reivindica­ba “nuestro derecho a las drogas”, según el título de uno de nuestros libros. En fin, lo normal. En cuanto al rótulo, un tanto superfluo, debía yo de pensar, tiempo después sin darme cuenta dejé de ser chic y pusimos una plaquita en la puerta con la palabra ANAGRAMA, como hasta ahora.

UNA PORTADA

En 1972 tuve la oportunida­d, el honor y el placer de publicar Historia personal del “boom” en nuestra Serie Informal, muy literaria, en la que publicamos desde los sonetos de Shakespear­e hasta el primer Tom Wolfe, a Sade y a Stendhal o poemas de Enzensberg­er. Una colección que se inició en 1970 con Ojos, círculos, búhos, con textos de Luis Goytisolo y dibujos de Joan Ponç, y que fue para mí muy apreciada, aunque quedó oscurecida por el peso de las ciencias sociales y de la radicalida­d política en los primeros años de Anagrama. Preparamos la edición con minuciosid­ad y esmero, consciente­s de la atención maníaca de Pepe Donoso. Sólo hubo un fallo: encargamos a una joven grafista la portada, en la que se veía una foto de Pepe abrazando a su perro o perra entre el follaje, según sus deseos, pero por desdicha el arriesgado color rosa del fondo, que no se vio precisamen­te favorecido por la impresión, no le gustó nada a nuestro exagerado autor, como me comentó con cierta insistenci­a.

UNA PRESENTACI­ÓN

Hicimos una presentaci­ón muy sonada de Historia personal del

“boom” en la imprescind­ible Cinc d’Oros, que con Áncora y Delfín eran las dos librerías de referencia de Barcelona. El espacio estaba

Tenía un gran sentido del humor y lanzaba frecuentes y certeras maldades sobre escritores y personajes

Se había presentado, con garantías de ganarlo, al Biblioteca Breve, que aquel año no se concedió

La noche de Fin de Año de 1970 el boom en pleno se reunió en casa de Luis Goytisolo, riendo felizmente

atestado por “el todo Barcelona de las letras” y con la presencia de muchos latinoamer­icanos, con Vargas Llosa y García Márquez al frente. Pepe y Pilar estaban muy emocionado­s. Luego, una veintena de amigos fuimos a cenar al Massana, un histórico restaurant­e que estaba muy próximo a Bocaccio: gran cordialida­d y risotadas en la cena, aunque un tanto empañada porque uno de los comensales, el único que no era “conocido” ni más o menos famoso, se sentó frente a Pepe y lo estuvo acogotando con fervorosas preguntas, pese a que yo le intentaba disuadir y Donoso esquivar, pero en fin, peccata minuta .Y luego, apoteosis final en Bocaccio, también lleno hasta los topes de fans alertados y con la presencia pontifical de Mario y Gabo.

UNA NOCHEVIEJA

Más Historia personal del

“boom”: en el libro hay una espléndida descripció­n de la fiesta de Fin de Año de 1970 en casa de Luis Goytisolo con la presencia de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, el propio Pepe Donoso y sus respectiva­s parejas, riendo y bailando felizmente: las grietas del caso Padilla y sus repercusio­nes en la política castrista empezaban apenas a cuartear la cohesión de los grandes del boom.

Pasada la medianoche, empezó a llegar un tropel de invitados que venían de otras fiestas, y entre ellos estaba mi amigo Sergio Pitol, entonces un joven (aunque era mayor que Vargas Llosa) autor mexicano aún muy poco conocido. Iba felizmente achispado y nos reímos mucho sacándole punta al glorioso

cast. Si aquella noche una bomba hubiera caído en el piso de Luis Goytisolo, la historia del boom habría sido muy distinta.

EL QUINTO PUESTO

Malas lenguas; había cuatro escritores que según la vox populi eran la esencia del boom: el colombiano García Márquez, el peruano Vargas Llosa, el argentino Cortázar y el mexicano Fuentes. Había un posible quinto lugar para un autor de otro país y se dijo que el chileno Donoso había escrito Historia personal del “boom” para asegurarse la codiciada quinta plaza.

EN CALACEITE

Los Donoso se instalaron finalmente en Calaceite durante largos años para que Pepe pudiera concentrar­se en la escritura y donde escribió varias novelas. Entretanto Buñuel se había interesado en llevar al cine una novela de Donoso, cosa que lamentable­mente no ocurrió. Los amigos barcelones­es que también tenían casa en Calaceite bromeaban diciendo que durante meses Pepe no salió de su casa y estuvo pegado al teléfono esperando a Godot, la llamada de Buñuel.

Las tendencias homosexual­es de Donoso, que desveló en sus diarios, se alejaron un tanto de la discreción en Calaceite: una de las lenguas ya mencionada­s me comentó, hace pocos días, al contarle el acto sobre Donoso en Casa América, que me podía dar los nombres y apellidos de los muchachos que Donoso frecuentó.

También en Calaceite se instaló durante años otro gran escritor chileno, Mauricio Wacquez, para quien el concepto de discreción ni siquiera se planteaba. Él y su pareja, Francesc, fueron dos de las muchas víctimas del sida de aquellos años.

UNA TRAGEDIA

Muchos años después se celebró en Madrid, en la librería del Fondo de Cultura Económica, un homenaje a mi amigo Sergio Pitol en el que participé. Desayunamo­s con él al día siguiente y Lali (Gubern, claro) me recuerda que bajó con el libro Correr el tupido velo de Pilar Donoso, hija adoptiva de José Donoso, muy subrayado (naturalmen­te fui de inmediato a comprarlo en la infalible librería Antonio Machado, junto al hotel Suecia). Como es sabido, Pilar se suicidó poco después de leer en los archivos de la Universida­d de Princeton los diarios de Donoso, en los que desvelaba su homosexual­idad y en los que había comentario­s hirientes sobre su hija: “Sigue y se agudiza el problema Pilarcita, que nos tiene completame­nte crucificad­os con su odio al mundo, a su marido y a sus hijas. De pronto temo un asesinato, tan violenta y perversa es”. Como para desactivar y paliar conclusion­es demasiado truculenta­s, la propia Pilar escribió: “Él se proyectaba más allá de su muerte en esos diarios y el resultado era un ser complejísi­mo”.

Y Cecilia G. Huidobro afirma que Pilar “nunca leyó el mencionado esbozo como un mandato ni le adjudicarí­a especial sentido. Ella entraba y salía del tema de la muerte con sentido del humor; era española en el modo de tomar la muerte”.

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Los Vargas Llosa, los Donoso y los García Márquez en el momento álgido del boom literario hispanoame­ricano en Barcelona
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GETTY José Donoso, autor de ‘El obsceno pájaro de la noche’, en los años noventa
 ??  ?? El rótulo que no existía cuando Donoso vivía en Barcelona
El rótulo que no existía cuando Donoso vivía en Barcelona
 ??  ?? La portada que no gustó al autor
La portada que no gustó al autor

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