Nuevos espectadores, nuevo paradigma
En lo que llevamos del 2017 las series de animación producidas en Catalunya han celebrado varios acontecimientos importantes. El estreno de Pumpking Reports en Clan de TVE ha conseguido ser líder de audiencia superando a series imbatibles como Bob Esponja.
La serie Mölang ha recibido una nominación a los prestigiosos Emmy International Kids Awards. Y el proyecto de animación multiplataforma Mironins, basado en la pintura de Joan Miró, fue premiado en la última edición del MIFA, el mercado de animación más importante de Europa que se celebra en Annecy (Francia).
A pesar de que estos proyectos son solamente una pequeña muestra de lo producido en nuestro territorio, dan cuenta de la potencia de un sector que ha venido creciendo en los últimos años y que se espera que lo siga haciendo. No sólo por su buen pulso sino por la imperiosa necesidad ya apuntada de incorporar nuestro modo de ver el mundo en el audiovisual que consumen los que van a ser los espectadores del futuro. Mientras Mölang es una serie concebida para los más pequeños de la casa, Pumpking Reports se dirige a un público algo mayor, de los seis a los nueve años. La primera tiene como principal arma el humor que desarrolla a través de la excéntrica relación entre un conejo y un polluelo. La segunda, pone sobre la mesa el poder de la resolución positiva de los niños ante una posible abducción extraterrestre.
Es justamente en esa positividad humanista, que caracteriza
buena parte de la animación para la televisión producida en nuestro territorio, donde se abre necesariamente una reflexión sobre la necesidad de establecer un diálogo, aún inexistente, entre el audiovisual dirigido al mundo de la infancia y el paradigma que sigue rigiendo el audiovisual que tiene como público el mundo adulto.
Aunque con excepciones, por supuesto, resulta obvio que existe una fractura insalvable entre el humanismo animado y la crueldad y la violencia destructora que domina el audiovisual contemporáneo. La potencia humanista de la animación debería contribuir, más allá de evidenciar, a un cambio de paradigma que, de algún modo ya ha empezado a gestarse pero que aún no ha tenido una traducción concreta en el audiovisual. Y es evidente, también, que en ese nuevo paradigma debe hacerse hueco la potencia renovadora del arte.
En este sentido, el proyecto Mironins, que va dirigido al primer público, da un paso adelante en el afianzamiento de esta dirección que, en verdad, el espectador contemporáneo parece llevar ya tiempo reclamando a gritos.