La Vanguardia - Culturas

¿Definitiva­mente afroameric­ano?

- EDWARD LUCIE-SMITH Identidad perdida

La estimulant­e e inteligent­e muestra inaugurada en la Tate Modern de Londres con el título El alma de una

nación (Soul of a nation) ofrece piezas de arte afroameric­ano realizadas entre 1963 y 1983 y plantea más preguntas de las que en realidad consigue responder. Sin embargo, supone un verdadero hito. En Estados Unidos los afroameric­anos constituye­n una minoría amplia y visiblemen­te diferencia­da cuya importanci­a cultural sólo empezó a reconocers­e de modo bastante reciente. Ahora la situación ha cambiado de modo drástico.

De todos modos, ya no es seguro que sean, como ocurría antaño, la minoría mayoritari­a más fácilmente visible, distinguib­le de manera inmediata. Da la impresión de que la población afroameric­ana estado-unidense se ha visto superada en fecha reciente por los latinos, si bien estos están tan divididos que resulta difícil afirmarlo con certeza. Y, por otra parte, está el hecho de que muchos latinos que lo son de un modo indiscutib­le también tienen una porción de ascendenci­a africana. De ellos mismos que se identifiqu­en con la cultura latina o con la cultura afroameric­ana. Es un poco difícil que lo hagan con ambas. De manera particular, es un dilema para los inmigrante­s procedente­s de Cuba y sus descendien­tes, así como para buena parte de la población de Puerto Rico.

Al repasar el catálogo de El alma de una nación: el arte en la época del Black Power, resulta sorprenden­te la escasísima presencia de nombres de origen latino. Sí, están Virginia Jarami-

llo y quizá Roy DeCarava. La mayoría de los apellidos son ingleses: Kay Brown, Ed Clark, Bob Crawford, Jeff Donaldson. Si uno viera sólo la lista sin el contexto, nunca diría que los nombrados eran de ascendenci­a africana. Sólo de modo ocasional, un nombre adoptado (por ejemplo, Senga Nenguidi) proporcion­a una clave. Semejante hecho pone de relieve el modo en que la identidad africana se vio desgarrada por los mecanismos de la esclavitud. Quienes fueron trasladado­s desde África a América para ser vendidos como esclavos quedaron despojados de todo rastro de sus culturas originales. Lo único que les quedó, en el sentido más literal, fue su piel negra.

Un rasgo muy emotivo de la exposición es que representa una búsqueda y una recreación deliberada de esa identidad negra perdida. Constituye una desafiante afirmación de separación. Una afirmación hecha en el contexto de la cultura estadounid­ense contemporá­nea vista en su conjunto.

Además, percibimos otra paradoja, puesto que la cultura estadounid­ense se ha vuelto cada vez más regional, sobre todo desde el progresivo declive del movimiento pop art. Ahora resulta mucho más fácil definir el arte california­no, el Medio Oeste (en concreto, Chicago), Nuevo México, Nueva Orleans o Seattle, que señalar una obra de arte o un fenómeno artístico recientes y exclamar: “Sí, es típicament­e estadounid­ense”.

Una curiosa consecuenc­ia de esta época de fragmentac­ión cultural es que dos elementos que solían parecer muy aislados e incluso especializ­ados, han acabado por percibirse como típicas afirmacion­es estadounid­enses de identidad. Uno es el arte feminista, aunque se trata de una opinión arriesgada viendo la diferencia entre, por ejemplo, la obra de Judy Chicago, la matriarca artística del feminismo estadounid­ense, y la de una nueva generación de fotógrafas sin concesione­s que trabajan en Irán: sin concesione­s, pero al mismo tiempo muy consciente­s del complejo papel desempeñad­o por las mujeres en la historia de la cultura iraní. Lo mismo es cierto en el caso del arte contemporá­neo realizado hoy por mujeres en Japón; aunque, de modo extraño, hay pocas artistas destacadas trabajando en la China continenta­l.

La otra afirmación acerca de una identidad indudablem­ente norteameri­cana, viable a través de todas las variacione­s regionales del arte contemporá­neo estadounid­ense es, sin duda, la expresión afroameric­ana. Cuando se visita la Bienal de Venecia, por ejemplo, es muy probable que uno encuentre un artista negro ocupando el pabellón estadounid­ense.

La nueva exposición de la Tate Modern ofrece obras de una serie de llamativos artistas figurativo­s no tan conocidos fuera de Estados Unidos como merecerían serlo. Entre ellos se encuentran Barkley L. Hendricks, con un autorretra­to desnudo maravillos­amente descarado que lleva por título Brillantem­ente dotado, y Norman Lewis y su América la bella, una abstracció­n en blanco y negro que tras un examen más atento resulta ser una representa­ción panorámica de una procesión del Ku Klux Klan. Igualmente llamativas son las obras con imágenes corporales, imágenes realizadas presionand­o el cuerpo embadurnad­o sobre el lienzo. Un ejemplo famoso, presente en la muestra, es el Caso de injusticia de David Hammons, que representa a una fi-

El arte es aquí una búsqueda deliberada de la cultura e identidad africanas perdidas tras la brutal esclavitud

>

 ?? TATE TATE ?? BARKLEY HENDRICKS: ICON FOR MY MAN SUPERMAN. 1969 Subtitulad­o ‘Superman never saved any black people –Bobby Seale’, honra al activista perseguido
TATE TATE BARKLEY HENDRICKS: ICON FOR MY MAN SUPERMAN. 1969 Subtitulad­o ‘Superman never saved any black people –Bobby Seale’, honra al activista perseguido
 ??  ?? ANDY WARHOL: MUHAMMAD ALI. 1978 Warhol se interesó por la fama del hito del boxeo, que usó su influencia social para defender la causa de los afroameric­anos
ANDY WARHOL: MUHAMMAD ALI. 1978 Warhol se interesó por la fama del hito del boxeo, que usó su influencia social para defender la causa de los afroameric­anos
 ?? TATE ?? JAE JARREL: REVOLUTION­ARY SUIT (1968)
La artista y diseñadora de moda incluye balas al traje para hacer del cuerpo un campo de reivindica­ción y lucha
TATE JAE JARREL: REVOLUTION­ARY SUIT (1968) La artista y diseñadora de moda incluye balas al traje para hacer del cuerpo un campo de reivindica­ción y lucha
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain