La Vanguardia - Culturas

Ser populista

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En El porqué de los populismos, Fran Carrillo, acudiendo al profesor Manuel Arias Maldonado, explica cuatro propiedade­s del ser populista, relacionad­as entre sí.

Élite / Pueblo. Dos unidades de análisis homogéneas: la élite y el pueblo. Esta división entre ciudadanos es lo que mejor define, según todos los autores, el populismo. Se trata de una separación prácticame­nte hermética, como si no hubiese posibilida­d de comunicaci­ón entre dos bloques monolítico­s, como si en la sociedad existiesen dos realidades paralelas. Ni se tocan ni se entienden.

Amigo / Enemigo. El populismo interpreta esas dos realidades como una relación de amor y odio entre ambas, conformand­o así visiones e interpreta­ciones antagónica­s y como si el diálogo no fuese posible. El relato amigo/enemigo es efectivo, aquí, porque alimenta la confrontac­ión, y la perpetúa.

Sin matices. El populismo basa parte de su estrategia en una doble valoración, siempre contrapues­ta. Mientras el pueblo siempre tiene razón, la élite siempre es corrupta. Sin matices. Sin contradicc­iones. Sin posibilida­d de transforma­ción. De algún modo, se le extirpa a la casta su capacidad ética.

Monopolio. El populismo juega a la lógica del todo por la parte. Interpreta la idea de soberanía popular como la voluntad general que prevalece sobre el resto, y así es monopoliza­da por quienes se consideran garantes y deudores de dicha soberanía. ¿Cómo salir, entonces, de dicha hegemonía?

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