Últimas ediciones de y sobre Fuster
En la hemeroteca, se pueden consultar más de dos mil artículos digitalizados gracias a la Cátedra Fuster de la Universidad de Valencia. Se pueden descargar, por ejemplo, los numerosos artículos que Fuster publicó en entre 1969 y 1984. Se podrían publicar tal como han hecho Francesc Pérez Moragón y Nel·lo Pelliser con las efervescentes
recopilación de los artículos publicados por Fuster en la guía valenciana de espectáculos
entre 1979 y 1984. Desde diferentes tribunas de
aunque se definía como un “remoto colaborador rural” en el artículo (9 de agosto de 1983), Fuster desplegó sus increíbles dotes como... ¿crítico de la cultura?, ¿historiador de la cultura?, ¿analista político?, ¿crítico literario? ¿filósofo? No queda muy claro desde dónde habla Fuster, qué tipo de palabra es la suya. Pero tampoco extraña para alguien que, “vicioso de la lectura”, señalaba irónicamente, en uno de sus
(1960): “Ya conocéis el célebre aforismo griego: Joan Fuster es la medida de todas las cosas”, reflexión ahora recuperada por Xavier Aliaga en una selección divulgativa de
El profesor y editor López-Pampló plantea, en su libro
la necesidad de considerar el autor de
(1977) sobre todo como un ensayista, SEMBRA LLIBRES. 107 PÁGINAS. 10,50 EUROS VINCLE EDITORIAL. 168 PÁGINAS. 15 EUROS EDICIÓN DE FRANCESC PÉREZ MORAGÓN I NEL·LO PELLISER. INSTITUCIÓ ALFONS EL MAGNÀNIM. 302 PÁGINAS. 15 EUROS EL JONC. 159 PÁGINAS. 15 EUROS UNIVERSITAT DE VALÈNCIA. 216 PÁGINAS. 14 EUROS el primero que tiene una conciencia más clara, definida y explícita del género, a diferencia de Ors, Riba o Pla. “¿Qué sé yo?”, se preguntaba Montaigne en sus que dan nombre al género y a toda una actitud ante la vida y la escritura. “Exagium” significaba, en latín, “balanza”. El ensayo de Fuster, pues, tiene mucho que ver con la experiencia individual, con la indagación subjetiva, con el “sopesar” ideas, con el “examen de conciencia”, que siempre es un “libre examen”, pero sin pretensión, en principio, de llegar a ninguna conclusión.
Autoconsciente, sí. Pero tampoco fue Fuster un ensayista puro. Las circunstancias históricas, primero con la represión franquista al frente y, seguidamente, la terrible transición política valenciana, poco modélica (¿hay que recordar que los autores de los dos atentados con bomba en la casa de Fuster en 1981, que causaron destrozos en la biblioteca y en la vivienda, nunca han sido detenidos ni identificados?), llevaron a Fuster hacia una orientación social, de responsabilidad cívica, de su escritura. Entre el pensamiento y la acción, como titulan Giaime Pala y Antoni Rico en su volumen, aparecido a los ochenta años del nacimiento de Antonio Gramsci, donde Ferran Archilés hace evidente la incorporación en el discurso político fusteriano de las tesis del comunista italiano, matizadas por la obra de Sartre y de Camus, que Fuster tradujo al catalán con Josep Palàcios. Toni Mollà recuerda, en su recopilación
la obsesión civil del autor de
(1962), el gran libro elogiado por Ernest Lluch, por Josep M. Castellet, por Jordi Pujol y tantos otros. Fuster rechazaba ser considerado un intelectual orgánico o una estrella intelectual, aunque se vio convertido en un símbolo, Quizás por esta razón, una de las vías de escape fusterianas fue la ironía, entendida naturalmente como una defensa lúdica y necesitada de complicidades, también objeto de un libro monográfico reciente sobre un autor que llegó a definir sus libros como “tebeos para intelectuales”.
Una grave asignatura queda pendiente: en el 2004 Justo Serna y Encarnación García Monerris publicaron (Espasa), una amplia selección de escritos de Fuster en castellano. Desde entonces, ninguna otra traducción. Sabe mal no poder compartir uno de los placeres más intensos que puede proporcionar la lectura de un texto bien escrito, inteligente, irónico, didáctico, crítico y tan profundamente idiosincrásico como los que firmaba el autor de
(1975). Quien aún no lo haya hecho, tiene la suerte de poder empezar a hacerlo.