Huida hacia el norte
El ‘ferrocarril subterráneo’ de los esclavos americanos
Suena a inquietante coincidencia que en los últimos meses el atrabiliario Trump ocupe la cima del poder occidental, que hace poco se hayan producido en las calles de Charlottesville desafiantes y arriesgados actos de supremacismo blanco y que este año el Pulitzer de novela y el National Award, los dos premios más importantes de Estados Unidos dedicados a la ficción, hayan recaído en un afroamericano llamado Colson Whitehead (Nueva York 1969) por su sexta y última novela, El ferrocarril
subterráneo, una obra de fuste que rescata de la desmemoria y transforma en asunto de actualidad la vieja y dolorosa lacra de la esclavitud que la gente negra de Estados Unidos sufrió en lo más profundo de sus carnes y su espíritu entre el siglo XVIII y la abolición oficial en 1865 del derecho de propiedad de blancos ricos sobre negros pobres y cautivos. Basta revisitar literariamente aquel infierno para que uno se sienta roto en mil pedazos.
¿Qué supone esa suma de casualidades? ¿Significan algo en su conjunto? Lo que sí, mientras estaba absorto en las páginas de El ferrocarril subterráneo –la fuga de una esclava, Cora, de una plantación del sur hacia el norte liberador–, no me ha sido posible desprenderme de un recuerdo que conservo muy vivo en mí. Es una historia que arranca en 1831, antes de la guerra de secesión americana, cuando en la región de Tidewater, Virginia, se produce el único amago de rebelión protagonizada por esclavos negros. El líder fue un predicador treintañero llamado Nathaniel Turner, una mezcla explosiva de odio y venganza racial, fanatismo religioso e interpretaciones alucinantes de la palabra divina. De todo ello quedó un folleto de veinte páginas titulado Las confesiones de
Nat Turner, dictado por este a su abogado en la cárcel y publicado en Baltimone. Este valioso material sirvió de base al novelista, también de Virginia, William Styron (1925-2006) para elaborar una estupenda autobiografía imaginaria del esclavo rebelde bajo el mismo título del folleto original, Las
confesiones de Nat Turner, con la que obtuvo el premio Pulitzer de 1968 y hoy, medio siglo más tarde,
El escritor neoyorquino narra la historia de Cora, una joven esclava que huye de la plantación en el sur gracias al movimiento abolicionista “ferrocarril subterráneo”
si-gue siendo un espléndido texto –junto con el célebre documento clásico de Linda Brent, Peripecias en la vida de una joven esclava
(1861)– sobre las complejidades del más grave conflicto socio-racial norteamericano, y un referente constante para los que tuvimos la fortuna de leerlo en su momento y quedar prendados de su maestría.
Cito a Styron como antecedente, pese a ser blanco, de la misma manera que creo que en mayor o menor medida lo son autores militantes de la negritud como Richard Wright, Ralph Ellison, James Baldwin, Langston Hughes o Toni Morrison. De todos modos, me temo que los hipotéticos vínculos deberá establecerlos cada lector sin perder de vista algo que parece indiscutible: Colson Whitehead es solo tributario de sí mismo.
Por ejemplo, el motor de la narración es sin duda la joven esclava Cora, casi una niña de los campos de algodón de Virginia propiedad de Randall y sus desalmados hijos, pero con acierto Whitehead, después de escribir este breve y revelador párrafo introductorio, “la primera vez que Caesar le propuso a Cora huir al norte, ella se negó”, dedica el primer capítulo a Ajarry, la abuela de Cora que surcó el océano en un barco negrero, desembarcó en territorio confederado, fue revendida en incontables ocasiones, dio a luz a hijos de varios hombres y ella fue el origen de todo. Luego vino la madre de Cora, Mabel, que se supone consiguió huir de Randall y de la que nada volvió a saberse; más tarde, descrita la vida infrahumana de la plantación, su incidencia beneficiosa en el desarrollo económico del sur, llega el momento en que Cora acepta el ofrecimiento de Caesar y escapan juntos del infierno enfrentándose al más horrendo e inimaginable de los castigos en el supuesto de ser capturados.
Hasta aquí la novela de la huida cuyos capítulos o episodios unen tierras (Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Tennessee, Indiana) con nombres de personajes (Caesar, Mabel, Ridgeway, el tenaz cazador de esclavos, Ethel, Stevens). Secuencias de una novela ferozmente realista, histórica, expresada con un lenguaje simple y directo, que no le impide abordar los conceptos de raza y justicia social, de esclavitud y capitalismo. Pero ¿qué fue la entidad abolicionista “ferrocarril subterráneo” según la imaginación de Whitehead? Una realidad absurda: pura ficción, símbolo, metáfora. Entre esos extremos se mueve el relato y viene obligado a moverse el lector abrumado, acongojado por la historia que se le cuenta sobre lo que implicó la alianza del orden capitalista con la arrogancia sin límites de la supremacismo blanco. ¿Cuánto tendría Cora que viajar y hacia dónde en el mundo de hoy para dejar atrás la esclavitud?
Colson Whitehead El ferrocarril subterráneo / El ferrocarril subterrani
RANDOM HOUSE/PERISCOPI. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: CRUZ RODRÍGUEZ JUIZ/AL CATALÁN: ALBERT TORRESCASANA. 317/391 PÁGINAS. 19,90 EUROS