Los Juegos que dieron nombre a una generación
Generación X, Millennials. Y ahora, generación K, los nacidos en un arco variable entre finales de los noventa y primeros 2000. Con K de Katniss, la heroína de Los juegos del hambre . No más generación Z, estos son los chicos y chicas, niños y adolescentes que han crecido ya con la depresión económica, que no tienen recuerdos del 11-S porque eran bebés o aún no habían nacido, los que viven de una forma natural el mundo oscuro que tanto temor provocaba en sus hermanos mayores. Los millennials pasaron miedo con Harry Potter, los K se identifican con la lucha por la supervivencia de los protagonistas de las distopías en boga; un detalle: Los
juegos del hambre se publicaron en el 2008, año de la crisis.
Noreena Hertz, economista, pro-
fesora del University College London y autora del superventas Eye wide open: how to make smart decisions
in a confusing world, inició en el 2015 un estudio sobre los jóvenes nacidos entre 1995 y el 2015, a través de más de 2.000 entrevistas a adolescentes británicos y estadounidenses. El resultado se presentó en el World Economic Forum del 2015 y en Women in the World Summit en Nueva York, con la denominación de Generación K. A la vista de las apreciaciones de la estudiosa, resulta claro porqué las distopías son las lecturas y películas favoritas de estos adolescentes. Hace un par de años, The
New Yorker, en un extenso análisis sobre la inundación de distopías para todos los públicos que llena las librerías, señalaba como primera y primordial diferencia que los utópicos creen en el progreso; los distópicos, no. En esa competición entre las dos tendencias, añadían, los utópicos ofrecen promesas, mientras que los distópicos lanzan advertencias.
La encuesta de Hertz venía a dar la razón a estos argumentos: el 72 por ciento de los jóvenes entrevistados admitía sentirse “profundamente ansioso” por el terrorismo, porque aunque la gran mayoría admitía no haberlo sufrido directamente, “en sus móviles experimentan durante 24 horas al día siete días a la semana los bombardeos, ataques, decapitaciones, los mensajes que incitan al odio”. Dentro de este sentimiento de
amenaza existencial, un 64 por ciento se mostraba muy preocupado por el cambio climático, y entrando en el terreno de lo inmediato, un 79 por ciento mostraba su inquietud por encon- trar un trabajo y un 72 por ciento por endeudarse. Y si hablamos de confianza, mientras que el 60 por ciento de los adultos creía que los grandes organismos u organizaciones cumplían su función, sólo el 6 por ciento de estos jóvenes lo pensaba. Vistas así las cosas, resulta lógico que el enemigo en las distopías sea una corporación o un gobierno que funciona como tal.
Noreena Hertz explicaba en un artículo en The New York Times que este segmento de jóvenes nacidos entre 1995-2002 constituyen una microgeneración en sí misma, sin formar parte de sus hermanos mayores millennials ni de los pequeños, aún por descubrir; también, observó que, para su sorpresa, el factor tecnológico no es el determinante para definir a estos jóvenes, a pesar de que constituyen la primera genera ció niPho ne de la historia. Se trata más bien del atormenta perfecta en la que han transcurrido sus años de formación, una tormenta en la que convergen la peor depresión en décadas con un escenario geopolítico compartido por el terrorismo islamista, la austeridad impuesta y las revelaciones de Wikileaks. La falta de confianza en los adultos que mienten incluso de forma oficial nos lleva de nuevo a Katniss Everdeen, que fía su supervivencia sólo a sí misma. Y para rematarlo, de la misma manera que en las distopías la pertenencia a una casta concreta determina el futuro, estos jóvenes piensan que el color, la clase social y el género marcarán también el suyo. Viendo el aumento de la desigualdad a todos los niveles, razón no les falta.
¿Y Katniss? Nuestra heroína se mueve entre la resignación y la furia, pero únicamente se rebela cuando las normas inhumanas del Capitolio afectan a su familia directamente. Y justamente las encuestas, no sólo las de Hertz sino también las realizadas aquí, muestran que para los jóvenes la familia y los amigos son lo más importante. Para acabar, dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que nuestra heroína es mujer, lo que dice mucho de las posición de estos jóvenes frente a las cuestiones de género. La mala es que las distopías siguen teniendo público. Si pensamos que los K las asocian con la realidad ni que sea inconscientemente, hemos de concluir que el mundo sigue siendo muyos curo.
Más que por la tecnología, están marcados por una conjunción de todas las crisis posibles
Igual que la casta determina el futuro en las distopías, creen que su color o clase social limitarán el suyo