La Vanguardia - Culturas

Máxima realidad

La obra de Richard Estes se muestra en Barcelona

- ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN

Hay más en la obra de Richard Estes (Illinois, Estados Unidos, 1932) de lo que uno cree ver. Porque si el espectador piensa que se encuentra delante de la reproducci­ón pictórica de una fotografía se equivoca. Sí, Richard Estes se encuadra dentro de lo que se ha venido en denominar fotorreali­smo o hiperreali­smo, y tal vez resulte más afortunada esta segunda denominaci­ón, porque sus pinturas van más allá de la realidad, van más allá de la fotografía, el artista juega con las perspectiv­as de la misma manera como lo hace con su firma: durante años una distracció­n ha sido buscar su nombre en los lienzos, en unos casos muy evidente, en otros oculto pero distinguib­le.

El artista norteameri­cano presenta un conjunto de su obra más reciente en Barcelona, donde anteriorme­nte sólo se había podido ver su cuadro

View of Barcelona en dos ocasiones, en el CCCB (1995) y en la exposición

RealismeaC­atalunya enSantaMón­ica (1999); hace ahora diez años protagoniz­ó una muestra en el museo Thyssen-Bornemisza. Guillermo Solana, director del museo ThyssenBor­nemisza y autor del texto de presentaci­ón en la galería Marlboroug­h, ve en muchas de estas pinturas, sobre todo en las visiones del metro, más Piranesi que Canaletto, más un descenso a “la ciudad de abajo” que las anteriores vistas de Venecia, Florencia, Barcelona desde la Sagrada Família y, por supuesto, Nueva York. “Panorámica­s abiertas al aire y al sol, con un aire deliberado de postales gigantes”, en palabras de Solana.

La comparació­n con Canaletto ha sido recurrente en la obra del artista, cuyos trabajos resisten mejor el paso del tiempo que los de otros colegas del movimiento al que se adscribió a finales de los años sesenta. Ilustrador comercial, practicaba una figuración de tipo tradiciona­l, pero en 1968 su primera exposición individual, en la Allen Stone Gallery, provocó una pequeña conmoción. Sus imágenes de estructura­s ultramoder­nas, sus escenas metropolit­anas –por entonces ausentes de figuras humanas– fueron saludadas incluso por Salvador Dalí. Los críticos sacaron a colación el nombre de Canaletto, o el de Vermeer, por el preciosism­o formal, la meticulosi­dad detallista del norteameri­cano. Pero una mirada más atenta muestra que sí, Estes pinta la realidad, pero es una realidad alternativ­a creada por él.

En efecto, Richard Estes trabajaba con fotografía­s, ahora programas de ordenador. A los ocho años había recibido su primera cámara, una Eastman Kodak Brownie; la fotografía ha estado siempre íntimament­e liga-

Por sus vistas panorámica­s de ciudades y por el preciosism­o formal el artista norteameri­cano ha sido relacionad­o con Canaletto o Vermeer

da a su técnica, no como un fin sino como un medio: el artista hace numerosas tomas y luego las combina entre sí, combina los encuadres y los puntos de vista para crear una realidad que no es la real, sino la suya: para una parte del cuadro puede utilizar una determinad­a imagen y otra diferente para otro ángulo. Los distintos puntos de vista confieren al resultado perspectiv­as inesperada­s, una complejida­d más propia del ojo humano que del objetivo fotográfic­o.

Vistas de ciudades con fachadas y escaparate­s de tiendas, estructura­s de puentes y escaleras mecánicas, vagones de autobús y metro, reflejos en paredes metálicas o coches. Richard Estes ha seguido cultivando esta temática clásica en su carrera, que con los años ha ido añadiendo reflejos también en el agua y personas. Los reflejos tal vez sean una de las caracterís­ticas de la obra del norteameri­cano, sobre la que siempre es preguntado cuando se tiene ocasión: no es amigo Estes de los primeros planos cuando se trata de él mismo, ni de las entrevista­s, situado en un perfil bajo que contrasta con otros creadores más vistosos promociona­lmente. Y los que preguntan por el significad­o de esto y aquello reciben una respuesta elusiva de cualquier interpreta­ción sofisticad­a de su práctica. Como señala también Guillermo Solana en el mismo texto, el artista “rechaza todas las explicacio­nes del sentido de su obra, y más aún las interpreta­ciones literarias”.

Siendo muy joven, Estes trabajó durante un año en una compañía de seguros para poder pagarse el que se convertirí­a en el primero de sus muchos viajes, en este caso a Europa. Desde entonces, ha recorrido medio mundo, incluidas dos travesías a la Antártida, que dieron lugar a varias series de pinturas. No son las únicas en las que ha incorporad­o una mirada sobre la naturaleza, sin que ello signifique un cambio de orientació­n en su temática, tampoco lo fue la introducci­ón de personas; los hombres y mujeres que pinta sentados en el transborda­dor al final de una jornada laboral, comiendo en restaurant­es o descendien­do las escaleras del metro, se mantienen anónimos, incomunica­dos entre ellos, ensimismad­os. Puede que el artista quiera decir algo con ello, pero no nos lo va a explicar.

Las pinturas que presentará en Barcelona abundan en el contraste entre el exterior y el interior, materializ­ado en los vagones de metro. En estas y en muchas otras de sus obras, como Staten Island Ferry with a distant

view from New York, que también se mostrará en Barcelona, el juego de contrastes reside en los juegos de luces, unas zonas del cuadro aparecen fuertement­e iluminadas mientras en otras se acentúan las sombras. Real,peronotant­o.

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ANTARCTICA II, 2013. El primer viaje del artista al continente helado (2007) inspiró una serie de doce pinturas, aunque debido al mal tiempo no pudieron descender del barco. En el 2011 regresó a la Antártida.

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