EL PESO DE LA MATERNIDAD
UNA NUEVA GENERACIÓN DE ESCRITORAS HACE BALANCE, CON ESPÍRITU CRÍTICO, DE SUS EXPERIENCIAS PERSONALES
Una sala subterránea, de ladrillo, abovedada. Poca luz. Docenas de mujeres, tal vez también algún hombre, sentadas en gradas. Atención absoluta. Ambiente de ritual secreto, casi de conspiración. En el austero escenario, sentadas en taburetes altos, siete mujeres, de entre treinta y cincuenta años. Por turnos, cada una lee un texto en voz alta. El público escucha, ríe, suspira... Sucedió en Madrid a finales del pasado mes de junio. Título del acto: El nudo materno. Organizadora: la activista cultural y escritora Carmen G. de la Cueva, autora de Mamá, quiero ser feminista. Lugar: una antigua carbonera del siglo XVII, hoy integrada en Off Latina, un bar-teatro-cine-sala multiusos que se define a sí mismo como “trinchera cultural”. Protagonistas: las escritoras Fernanda Ampuero, María Folguera, Belén García Abia, Nuria Labori, Silvia Nanclares, Marta Sanz y Gabriela Wiener. Tema: ser madre.
Y es que la maternidad, por fin, está empezando a salir a la luz. A ser contada, debatida, pensada, criticada. A sustraerse al discurso de legisladores, médicos, doctores de la Iglesia y otros especialistas casi siempre varones... para dejar hablar a las mujeres y en particular a las madres. Quizá fue Madres
arrepentidas el libro que nos hizo darnos cuenta de que algo estaba pasando. Las mujeres entrevistadas por su autora, la socióloga israelí Orna Donath, coincidían en un diagnóstico, o si se prefiere, una confesión: ser madre no es ese paraíso de felicidad a manos llenas, garantizada y sin sombras, que nos han vendido. Una confesión tan provocadora, que quienes
“Lo que más me impresionó cuando me dieron a mi segundo hijo y lo cogí en brazos fue la total ausencia de sentimientos. Ni amor. Ni cólera. Nada”. Verity Bargate. ‘No, mamá, no’ (Alba) “Creo que la falta de interés reproductor que tantas mujeres de mi edad hemos mostrado fue el resultado del poderoso susurro de esas madres: ‘No te encadenes, no tengas hijos, haz todo lo que yo no pude hacer’”. Rosa Montero. En ‘No madres’, de María Fernández Miranda (Plaza y Janés) “Por lo que he podido comprobar hablando con otras madres, diría que el primer mes en compañía de mi hijo fue bastante estándar: un cóctel a base de euforia e hipersensibilidad –a ratos lloraba de pura felicidad y sentimientos desbordantes de amor por mi hijo y por mi novio– y una aplastante sensación de soledad y debilidad, acompañada de una serie de angustias ante lo difícil que era organizarse”. Carolina del Olmo. ‘¿Dónde está mi tribu?’ (Clave Intelectual)
la hacían se refugiaban en el anonimato, y el libro, un éxito internacional, provocó una furiosa polémica.
No es que no tuviera antecedentes. De las madres se ha hablado, sí. Pero muy poco, en comparación con la enormidad que supone la maternidad en términos tanto biográficos como sociales. Y sobre todo, quienes han hablado de la maternidad han sido los hijos e hijas, no ellas. Angelicales o diabólicas
Aquí una primera observación curiosa, y sin duda significativa: el retrato de la madre que hacen las hijas es muy distinto al de los hijos. Estos tienen tendencia a dividir a las progenitoras entre buenas y malas. ¿Y qué es lo que las distingue? Las buenas son, para ellos, las abnegadas, las que viven para sus hijos, como la que pinta Albert Cohen en su edulcorado El libro de mi
madre. Malas, las que detentan el poder, desde Clitemnestra hasta Bernarda Alba.
Las hijas, en cambio –y en general, las autoras–, no ven a las madres como personajes angelicales o diabólicos. Pueden tratarlas con piedad y cierto desprecio, como Simone de Beauvoir (Una muerte
tan dulce); con pena, solidaridad y cariño, como la hija europea a su madre africana analfabeta en El último patriarca y La hija extranjera de Najat el Hachmi; con frialdad, como Esther Tusquets en varios de sus libros; con admiración y afecto no exentos de crítica, como Milena Busquets (Todo esto pasará), Angelika Schrobsdorff (Tú no
eres como otras madres) o Vivian Gornick (Apegos feroces)... Un muestrario casi completo de tonos y actitudes se encuentra en la antología Madres e hijas (relatos de autoras españolas, coordinado por mí, en 1996). Pero lo que tienen en común, en cualquier caso, es que las hijas presentan a las madres no en blanco o negro, sino como seres humanos de carne y hueso. Incluso cuando se trata de madres que la sociedad considera desnaturalizadas (véase Medea de Christa Wolf o Mi amor desgraciado de Lola López Mondéjar).
La gran novedad es que de unos años a esta parte, por fin hablan ellas: las madres. Lo hacen en todos los géneros: ensayo, ficción, poesía, testimonio, entrevistas... De hecho, algunos de los mejores libros son híbridos, a medio camino entre la reflexión y la autobiografía; es el caso de los dos que son, para mí, las obras de referencia:
Nacemos de mujer, de Adrienne Rich, y Maternidad y creación ,de varias autoras. Pero vayamos al meollo de la cuestión: ahora que las madres por fin se expresan, ahora que narran, piensan, preguntan a otras madres, interpretan, investigan, hacen examen de conciencia... ¿qué dicen?
A mi modo de ver, y aunque es un poco temerario resumir miles de páginas en unas líneas, las madres dicen tres cosas. Una: que la maternidad es una experiencia mucho más ambigua –con sombras, no sólo luces– de lo que nos contaron (y en consecuencia, que la no maternidad también es una opción, tal vez preferible). Dos: que están hartas de la dependencia económica, irrelevancia social e impotencia política que la maternidad conlleva en la práctica, por debajo de su hipócrita idealización. Tres: que hay o podría haber otras maneras de ser madre, creativas, gozosas, empoderadoras, y que queremos inventarlas, ex-
“Sólo hay una respuesta que la sociedad tolera de las madres: ‘Me encanta’”. Orna Donath. ‘Madres arrepentidas’ (Reservoir Books) “Lo que el patriarcado realmente necesita para perpetuarse es fijar derechos jurídicos sobre la progenie en provecho de personas determinadas que no sean la madre”. Patricia Merino. ‘Maternidad, igualdad y fraternidad’ (Clave Intelectual) Desde hace unos años, por fin hablan ellas: las madres; en todos los géneros: ensayo, poesía, ficción, testimonio... “Como Indiana Jones tras el arca perdida, habíamos surfeado los veinte huyendo, con suerte, de la china del peligro de ser madres. Pero esa china en el zapato, nuestra propia fertilidad, ha pasado de pronto a ser el arca, el grial, el vellocino... Cae la máscara y aparece el miedo. Ahora no hay duda de lo que queremos. Dios. Pero ¿qué puede hacer cada una para encaminarse a esa casilla de llegada?” Silvia Nanclares.
‘Quién quiere ser madre’ (Alfaguara)