El tiempo y las Brown
Cuatro mujeres fotografiadas entre 1975 y el presente
“La serie empezó como un capricho en un día muy caluroso”, explica a
Cultura/s Nicholas Nixon (Detroit, 1947) del proyecto que reúne cada año para una fotografía a su esposa Bebe y a las tres hermanas de esta desde 1975. Han pasado ya más de cuarenta años en los que las hermanas Brown han crecido y han envejecido, han sido felices y han sufrido, han lamentado pérdidas y se han congratulado con las nuevas incorporaciones al álbum familiar, a los amigos, a los logros de una existencia. Un trabajo excepcional, el conjunto de retratos, que emociona más de lo decible cuando se contempla en la Fundación Mapfre en Madrid –una parte pudo verse en la Virreina de Barcelona en 1990–. El hilo de la vida transcurre ante nuestros ojos sin que podamos evitar pensar que llegará un momento en que este hilo se cortará. También el nuestro.
Nicholas Nixon conoció a Bebe (Beverly) cuando ambos se acababan de estrenar como veinteañeros, él ya con una cámara en la mano, así que no fue raro que fotografiara a su reciente esposa y a sus hermanas en 1974. No les gustó mucho el resultado y Nixon descartó la toma. Pero repitieron al año siguiente, en 1975, y esa vez sí que la imagen fue satisfactoria. Bebe tenía entonces 25 años, Heather 23, Laurie 21 y Mimi 15. Volvieron a posar un año más tarde en otra jornada calurosa, con sus vestidos de verano, los de Bebe y Heather idénticos, y de “capricho” se pasó a “serie”: Nicholas Nixon, ya un fotógrafo reputado, pidió a las cuatro hermanas que posaran para él cada año, siempre en el mismo orden: Heather, Mimi, Bebe y Laurie. Ellas aceptaron, aunque se reservaron el derecho a decidir qué fotografías verían la luz pública. Nixon estuvo de acuerdo.
Y de ahí hasta ahora: 42 retratos , ocupando la misma posición, en un plano muy similar, en muy contadas ocasiones de cuerpo entero, mirando a la cámara, sin elementos de fondo que distraigan al espectador del centro de atención, que son ellas. Pueden estar en la playa, en el campo, recortadas contra el cielo, pero lo único que cambia es la ropa, con sus modas, y sus propias figuras, primero jóvenes, después plenas, finalmente envejecidas. Es lo que nos ha sucedido o nos sucederá a nosotros, los espectado-
NIxon ha fotografiado durante 42 años a Bebe, su esposa, y a las tres hermanas de esta. ¿Qué sucedería con la serie si una de ellas falleciera? “Yo votaría por seguir adelante, pero es una decisión que habrá que tomar conjuntamente cuando llegue el momento. Tal vez yo me vaya primero, al fin y al cabo soy el mayor”
res. Llama la atención que son muy pocas las tomas en las que las hermanas sonríen abiertamente. ¿Idea o petición del fotógrafo? No, rechaza este. “Yo nunca les digo nada, ellas miran hacia donde quieren mirar, y tal vez ya estaban hartas de sonreír cuando empezaron a posar para mí”. Puede que esa fuera la razón, porque en la familia de Bebe, tal como explica el comisario de la muestra, Carlos Gollonet, los padres adquirieron con el nacimiento de su hija mayor la costumbre de tomar cada año una foto de familia y utilizarla como felicitación de Navidad. Ahí las sonrisas eran obligadas, pero las imágenes surgidas de la cámara de Nixon son la vida, y la vida es otra cosa.
Lo que hay es lo que ves
“Lo que hay en las fotografías es lo que ves”, continúa Nixon. “El paso del tiempo, nuestra naturaleza pasajera, que la cámara puede aprehender de forma más verosímil que el ojo humano”. Cada persona experimenta el paso del tiempo de manera diferente, por decirlo de una forma más clara y menos eufemística, nadie envejece igual que otro, al mismo ritmo y con las mismas huellas. Incluso una misma persona atraviesa periodos diferentes, intervalos en que parece que estamos igual, pero de pronto ya no lo estamos. Contemplar la secuencia