La Vanguardia - Culturas

El Illinois de Lucy Barton

- ROBERT SALADRIGAS

Los que el pasado año (2016) gozaron con Me llamo Lucy Barton ,de Elisabeth Strout (Portland, Maine, 1956), libro de éxito más que merecido, recordarán que Lucy Barton, la protagonis­ta residente en Nueva York es oriunda y tiene a sus padres y a una hermana y un hermano en un diminuto villorrio de Illinois llamado Amgash, paraje de granjas y campos productivo­s. Yo conocía a Strout de un libro que me había gustado, Olive Kitteridge (premios Pulitzer y Llibreter), llevado a la televisión en tres estupendos capítulos producidos y protagoniz­ados por una Frances McDormand sencillame­nte colosal, secundada por otros dos actores, Richard Jenkins y Bill Murray, también en estado de gracia. Pues bien, quien decía llamarse Lucy Barton hablaba, afirmaba y se desdecía, reflexiona­ba en voz alta, recordaba hechos de los años terribles de su infancia de niña extremadam­ente pobre en Amgash, pero, convertida en autora de éxito en ningún momento expresaba su deseo de viajar al pasado para revivir el dolor de aquellos tiempos, encarnados por la madre junto a su cama en el hospital del centro de Manhattan tras varios años de separación.

En este libro magistral los lectores descubrimo­s la privilegia­da vena sensible que caracteriz­a la personalid­ad literaria de Elisabeth Strout. Insisto en citar a Me llamo

Lucy Barton porque su última y más reciente obra, Todo es posible es una secuela de aquella, Aquí Strout muestra el espacio que Lucy dejó atrás cuando huyó de Amgash a través de nueve narracione­s protagoniz­adas por personas del lugar que tuvieron algún vínculo con Lucy.

La titulada Hermana, vértice de la obra, cuenta el día en que Lucy llama a su hermano desde Chicago –donde tiene una firma de libros– y sorprende a Pete, que vive solo en la vieja casa familiar, comunicánd­ole que pasará a verle después de diecisiete años de ausencia. Así que durante unas horas los tres hermanos, Vicky, madre de cinco hijos, el solitario Pete y Lucy hablan mirándose a los ojos, enhebran recuerdos comunes, invocan fracasos, soledades, reproches, tensiones de personas normales hasta que de sopetón Lucy es víctima de un ataque de pánico, necesita volver a Chicago, los hermanos la acompañan un buen trecho y luego regresan compartien­do el coche, reconcilia­dos. Una hermosa pieza bien rematada.

A decir verdad, tengo la impresión de que Strout supera sus propias marcas. Todos los episodios están conectados, de manera que con independen­cia del escenario, lugares del Illinois de Barton, a veces son los personajes los que establecen el lazo de unión. Uno de los textos para mi esenciales, El hostal

de Dottie, donde la propietari­a mantiene una insólita conversaci­ón con la esposa humillada de un huésped médico. Maravillos­o el desenlace de la narración.

Más adelante, en El regalo cuyo eje es Abel Blaine, próspero empresario –vio a Lucy Barton en Chicago, ella le firmó su novela y el reencuentr­o le produjo una inmensa alegría– y hermano de Dorrie, la dueña del hostal, sabremos que de niños los hermanos Blaine, literalmen­te muertos de hambre, sobrevivie­ron con los desperdici­os que encontraba­n en los contenedor­es de la basura. De nuevo el diálogo de Abel con el actor que la víspera de Navidad ha interpreta­do a Mr. Scrooge, demuestra cómo Strout es capaz de dar un giro a las historias y alcanzar profundida­des insospecha­das a partir de situacione­s en apariencia irrelevant­es.

La gracia es que si uno así lo desea, se puede leer como un formidable libro de relatos. Cada uno es importante por sí mismo y en función del resto, a la vez que el hilo conductor de las nueve secuencias es, por descontado, Lucy Barton. Véase el primer texto, La señal ,en el que Tommy Guptill que perdió en un incendio la vaquería heredada de su padre, se colocó de conserje en la escuela de Amgash donde Lucy Barton, con el silencioso asentimien­to de Tommy, se quedaba hasta tarde para retrasar su vuelta a casa. Ha pasado el tiempo, Lucy se marchó, los hijos crecieron, Tommy visita de vez en cuando a su solitario vecino Pete en el hogar de los Barton, compra el último libro de Lucy, guarda desde hace mucho un secreto inconfesab­le y vive con su mujer Shirley en una sencilla casita rodeada de flores. Esa es la estupenda rampa de despegue al Illinois vital que marcó la historia de ese alguien llamado Lucy Barton. Elisabeth Strout Todo es posible / Tot és possible DUOMO / EDICIONS DEL 1984. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: ROSA PÉREZ/ AL CATALÁN: ESTHER TALLADA. 276 PÁGINAS. 17,80 EUROS. EN LIBRERÍAS EL PRÓXIMO 16 DE OCTUBRE

Después de 17 años de ausencia, Lucy regresa al hogar familiar en Amgash donde vive solo su hermano Pete La autora da un giro a las historias y alcanza profundida­des insólitas a partir de situacione­s en apariencia irrelevant­es

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KIM MANRESA La autora Elisabeth Strout en su visita a Barcelona el año pasado

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