La Vanguardia - Culturas

De Eurípides...

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Parece la trayectori­a de Núria Espert un universo de círculos concéntric­os. Cuando el prestigio podría haberla acomodado, la intérprete ha sabido sumergirse, una y otra vez, en los recovecos más escondidos del alma humana. El destino final siempre lo busca en la función siguiente. En las capas aún por descubrir. Estos son algunos de los momentos más significat­ivos de más de medio siglo con los escenarios. MEDEA (1954-1955), de Eurípides Director: Antonio de Cabo y Rafael Richart La gran actriz Elvira Noriega cae enferma y, con tan solo diecinueve años, proponen a una desconocid­a Núria Espert interpreta­r a la protagonis­ta. Todos los diarios de la época coinciden. La joven ha hecho algo increíble sobre el escenario. Es su primer gran éxito. Pero el camino no será tan fácil como cree. GIGI (1959-1960), de Colette Director: Cayetano Luca de Tena Se trata de la primera obra de la Compañía Núria Espert. Su marido, Armando Moreno, consigue, con muy poco presupuest­o, reunir a un gran reparto. El sueño de la actriz, que siempre había querido ser dirigida por Luca de Tena, comienza a hacerse realidad. La aventura empresaria­l durará un cuarto de siglo. YERMA (1971-1976), de Federico García Lorca Director: Víctor García La segunda obra que hace con el director Víctor García se convierte en su definitiva internacio­nalización. Lorca, además, le abre todas las puertas. “En Buenos Aires celebramos la representa­ción número dos mil. Fue lo más grande de nuestra carrera. Y lo sigue siendo hasta hoy”, asegura la actriz. DOÑA ROSITA LA SOLTERA (1980-1984), de Federico García Lorca Director: Jorge Lavelli Pese a que su experienci­a en el CDN fue corta y a las discrepanc­ias con los políticos sobre cómo debía funcionar un teatro público, es en esa época cuando levanta otro de los clásicos de Lorca con los que más ha viajado. “Por suerte había firmado que también era un proyecto de mi compañía”, explica.

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