Un silencio que arde
En la versión que ha hecho Mario Gas de que se verá en el Goya tras su paso por el Teatro de La Abadía de Madrid, Núria Espert da cuerpo y voz a tres personajes, Jihane, Nazira y Nawal. Allí vemos cómo la ausencia se convierte en un personaje más. “El silencio de parece el coro de la tragedia clásica. Es un silencio que comenta y da la réplica al actor”, nos dice la intérprete.
Mouawad, nacido en Beirut, conoce bien las heridas abiertas que deja una guerra civil. Pero el escritor es capaz de transformar el grito de dolor, y los pequeños rastros para la esperanza, en material dramatúrgico de primer nivel. “El texto es algo que parecía imposible, una tragedia en mayúsculas, como las de Shakespeare, escrita hoy y aquí. Lo que le convierte en un autor muy especial es esa altura trágica, consigue trasmitir la misma conmoción que trasmiten las grandes obras del pasado”, explica Espert.
llega a Barcelona pocos años después de que la adaptación de Oriol Broggi ya fuera un éxito. “La versión de Mario Gas es completamente diferente. Creo que este es su mejor espectáculo. Pese que ha hecho cosas deslumbrantes, y después de haber trabajado con él antes en obras que funcionaron muy bien (en y ha subido doscientos peldaños. En profundidad, y en cómo nos ha dirigido a los actores. Su puesta en escena me emociona”.
“Hay verdades que sólo pueden ser reveladas con la condición de ser descubiertas”, dirá Nawal en su última carta. Porque la apuesta de Mouawad es que los hechos han de conocerse siempre, pese al sufrimiento que provoque su desvelamiento. Es lo que los griegos llamarán anagnórisis, el reconocimiento por parte de un personaje de su verdadera identidad. “Sólo cuando sabe lo ocurrido, la madre se siente capaz de querer a sus hijos. No ha podido hasta ese momento”, apunta Espert. “Sin la poesía, sería un testimonio que no se podría soportar. Entre la venganza y el rencor, y todas las palabras que significan el odio, Mouawad nos muestra que hay una posibilidad, que es el amor. Es difícil, sí. En la obra no suena utópico. Y no es un texto pedagógico. Mouawad ha conseguido la cuadratura del círculo con la materia prima de los sentimientos. Cuando un espectáculo tiene éxito, lo que oyes es ‘felicidades’. Aquí se escucha: ‘Gracias, gracias, gracias’.”