Una semana extraña
Como autor de un ensayo sobre los best sellers sigo con atención las novedades en este terreno. Así que la semana pasada acepté la invitación de editorial Alfaguara para una excursión a Tánger con motivo de la presentación de
Eva, nueva aventura de Lorenzo Falcó, el espía creado por Arturo Pérez-Reverte. Pensaba así oxigenarme de la aceleración histórica que vivimos en Catalunya.
Tanto la breve estancia como la novela resultaron muy sugerentes (las comentaré extensamente en el próximo
Cultura/s), pero de la realidad desde luego no pude evadirme. En la excursión participaban una quincena de periodistas culturales de toda España, varios de ellos competentes veteranos, buenos conocedores de Barcelona y amantes de la cultura catalana. A lo largo de la jornada, y especialmente mientras cenábamos en El Morocco, surgió una y otra vez el tema, a través de una pregunta que mis colegas me reiteraban con preocupación sincera: ¿como una sociedad tan próspera, avanzada y en principio apacible como la nuestra se ha metido tan decididamente en un sendero de división, inseguridad jurídica y desguace económico? No tenía respuesta, claro. Estos días no tengo respuestas para casi nada. Les dije que para empezar no todo el mundo comparte su percepción. Hablé de graves errores por ambos lados, pero sobre todo del suicida salto al vacío del 6 y 7 de septiembre en el Parlament, que marca un antes y un después; lamenté también encarcelamientos no justificados. Se discutió alguna hipótesis de fondo. Como la teoría de las “expectativas crecientes” de Alexis de Tocqueville: en el ámbito del reformismo político, los radicales, cuanto más consiguen, más exigen... Hasta que ya no basta el reformismo y llega la confrontación. Alguien mencionó los trabajos de Jared Diamond sobre colapsos históricos por autodestrucción, pero no me parecen aplicables aquí. Hay tema.
De vuelta del viaje, al día siguiente pude charlar un rato con Dan Brown antes de su presentación en La Pedrera. Un encanto de personaje, sin humos y con mucho humor. Eso sí fue un rato de evasión. En las páginas siguientes encontrarán mi opinión sobre su último libro.
Y, ya saliendo del campo del best seller, acabé la semana en Oviedo, en la entrega de los premios Princesa de Asturias, de cuyo jurado de las Letras formo parte desde 2012. Este año premiamos a Adam Zagajewski, el sutil poeta polaco que paseaba feliz por los salones del Reconquista con sus difusores en castellano (Martín López Vega), catalán (Biel Mesquida), asturiano (Xuan Bello)...
Fue una entrega rara, impregnada también por el tema. Lo más claro e impactante, el discurso de Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo. “A nadie se le ocurre en la UE –señaló– saltarse las normas aprobadas entre todos. Y mientras el Derecho no se cambie, su respeto no es una opción: es una obligación. Los tratados de la Unión Europea y la Constitución forman un solo cuerpo legal y democrático que todos tenemos el deber de respetar”.
Mientras tanto, en Barcelona...
¿Cómo una sociedad tan próspera y avanzada se ha metido en este sendero?, preguntan mis colegas