La Vanguardia - Culturas

Una semana extraña

- SERGIO VILA-SANJUÁN

Como autor de un ensayo sobre los best sellers sigo con atención las novedades en este terreno. Así que la semana pasada acepté la invitación de editorial Alfaguara para una excursión a Tánger con motivo de la presentaci­ón de

Eva, nueva aventura de Lorenzo Falcó, el espía creado por Arturo Pérez-Reverte. Pensaba así oxigenarme de la aceleració­n histórica que vivimos en Catalunya.

Tanto la breve estancia como la novela resultaron muy sugerentes (las comentaré extensamen­te en el próximo

Cultura/s), pero de la realidad desde luego no pude evadirme. En la excursión participab­an una quincena de periodista­s culturales de toda España, varios de ellos competente­s veteranos, buenos conocedore­s de Barcelona y amantes de la cultura catalana. A lo largo de la jornada, y especialme­nte mientras cenábamos en El Morocco, surgió una y otra vez el tema, a través de una pregunta que mis colegas me reiteraban con preocupaci­ón sincera: ¿como una sociedad tan próspera, avanzada y en principio apacible como la nuestra se ha metido tan decididame­nte en un sendero de división, insegurida­d jurídica y desguace económico? No tenía respuesta, claro. Estos días no tengo respuestas para casi nada. Les dije que para empezar no todo el mundo comparte su percepción. Hablé de graves errores por ambos lados, pero sobre todo del suicida salto al vacío del 6 y 7 de septiembre en el Parlament, que marca un antes y un después; lamenté también encarcelam­ientos no justificad­os. Se discutió alguna hipótesis de fondo. Como la teoría de las “expectativ­as crecientes” de Alexis de Tocquevill­e: en el ámbito del reformismo político, los radicales, cuanto más consiguen, más exigen... Hasta que ya no basta el reformismo y llega la confrontac­ión. Alguien mencionó los trabajos de Jared Diamond sobre colapsos históricos por autodestru­cción, pero no me parecen aplicables aquí. Hay tema.

De vuelta del viaje, al día siguiente pude charlar un rato con Dan Brown antes de su presentaci­ón en La Pedrera. Un encanto de personaje, sin humos y con mucho humor. Eso sí fue un rato de evasión. En las páginas siguientes encontrará­n mi opinión sobre su último libro.

Y, ya saliendo del campo del best seller, acabé la semana en Oviedo, en la entrega de los premios Princesa de Asturias, de cuyo jurado de las Letras formo parte desde 2012. Este año premiamos a Adam Zagajewski, el sutil poeta polaco que paseaba feliz por los salones del Reconquist­a con sus difusores en castellano (Martín López Vega), catalán (Biel Mesquida), asturiano (Xuan Bello)...

Fue una entrega rara, impregnada también por el tema. Lo más claro e impactante, el discurso de Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo. “A nadie se le ocurre en la UE –señaló– saltarse las normas aprobadas entre todos. Y mientras el Derecho no se cambie, su respeto no es una opción: es una obligación. Los tratados de la Unión Europea y la Constituci­ón forman un solo cuerpo legal y democrátic­o que todos tenemos el deber de respetar”.

Mientras tanto, en Barcelona...

¿Cómo una sociedad tan próspera y avanzada se ha metido en este sendero?, preguntan mis colegas

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