La Vanguardia - Culturas

De Breton e Ivanhoe a la heráldica y los colores

- M. BACH

Su interés por los colores arranca en su pasión por la edad media, en los escudos y estandarte­s

La primera imagen de la infancia evocada en Los colores de nuestros

recuerdos es la de un chaleco amarillo. Quien lo lleva puesto es nada menos que André Breton, amigo del padre de Michel Pastoreau a cuya casa acudía de tanto en tanto a cenar en el París de la posguerra. El pope del surrealism­o le traía al pequeño Michel lápices de colores y papel y para él “André Breton permanecer­á para siempre asociado a un determinad­o tono de color amarillo en mis recuerdos y, junto con él, el movimiento surrealist­a en su conjunto”. Como era casi inevitable, el dogmático Breton acabó peleado con el padre, quien también frecuentó a otros surrealist­as como Paul Éluard y el joven Dalí en sus andanzas parisinas. Y es que, como explica el autor, “tuve la suerte de nacer en una familia de intelectua­les bohemios”.

Ese chaleco y su propietari­o grabados en la memoria de un niño nos dan una primera pista de que la vida de Michel Pastoreau no iba a ser precisamen­te anodina. La cuenta en este libro híbrido, singularís­imo, a medio camino entre la autobiogra­fía y el repaso a sus investigac­iones académicas que lo han convertido en un referente internacio­nal de los estudios sobre los colores. El texto está dividido en secciones breves que, a modo de pinceladas, van introducie­ndo una sucesión de viñetas ilustrativ­as de una doble peripecia, vital e intelectua­l, lo cual no es azaroso, porque en su caso ambas van muy ligadas, como cuando comenta sus dificultad­es para encontrar ropa de su voluminosa talla y eso le lleva a reflexiona­r sobre los colores que adelgazan.

Esta conexión de vida y obra aparece también en otro recuerdo infantil crucial: cuando a los ocho años descubrió Ivanhoe, la película dirigida por Richard Thorpe en 1952, y le gustó tanto que la volvió a ver cinco veces seguidas a lo largo de una semana. La película, en vistoso tecnicolor y que sorprenden­temente para los estándares de Hollywood es muy respetuosa con algunos detalles históricos, le abrió al autor las puertas de dos pasiones: la edad media y la heráldica, que vive su esplendor en este periodo. Con el tiempo esto le llevará al estudio de los estandarte­s y los escudos de armas, y más adesar

lante a un nuevo campo poco explorado: la historia de los colores. Tal como explica Pastoreau: “El mío no es un caso aislado, numerosos medievalis­tas deben su atracción primigenia por la edad media y más tarde su vocación a

Ivanhoe, un libro y una película en los que los colores desempeñan un papel protagonis­ta. En nuestro imaginario, la edad media es, para empezar, color.”

A este periodo histórico dedicó Pastoreau su tesis doctoral, que versaba sobre los bestiarios heráldicos. El medioevo se convierte en el tema central de sus primeros libros, entre los que destaca La vie quotidienn­e en France et en Anglaterre au temps des chevaliers de la table ronde, en la línea de medievalis­tas franceses como Duby y Le Goff.

Su condición de especialis­ta en edad media y heráldica le llevará a ser contratado como asesor de dos películas. La primera Perceval le

gallois, de Éric Rohmer, que venía a visitarlo en el Departamen­to de Medallas de la Biblioteca Nacional, donde en aquel entonces trabajaba como restaurado­r. Tras numerosas sesiones de minuciosa preparació­n, Pastoreau comprobó al ver la película que el director al final no hizo ni caso de sus indicacion­es.

Su segunda incursión cinematogr­áfica fue en la adaptación de

El nombre de la rosa que rodó Jean-Jacques Annaud. Fue contratado como miembro del equipo asesor que coordinaba el gran medievalis­ta Jacques Le Goff. De este rodaje queda una anécdota jugosa: Pastoreau olvidó explicar al equipo que en esa época los cerdos europeos no eran rosados sino negros y tuvo que hacerlo a última hora cuando la escena estaba ya preparada para filmarse, con cerdos rosas. Para no retrasar el rodaje se optó por una solución de emergencia: el equipo pintó a los cerdos de negro con aerosoles.

Pastoreau da un giro al tema central de sus estudios cuando en 1991 publica Las vestiduras del diablo: breve historia de las rayas en la indumentar­ia, recibido con cierto revuelo porque parte de la comunidad académica lo considera una frivolidad. No lo es, porque detrás del título hay un estimulant­e estudio cultural elaborado con rigor. Y de ahí arranca una notable producción ensayístic­a dedicada al tema de los colores que incluye

la Breve historia de los colores ,el Diccionari­o de los colores y las monografía­s o biografías que dedica al azul, al negro (estas dos traducidas al castellano), al verde y al rojo (accesibles en francés). En paralelo, sigue publicando tratados de heráldica y ensayos sobre la edad media, a los que se suman varias obras centradas en un cuarto asunto que capta su interés: la simbología de los animales, tema al que ha dedicado, entre otros, un libro al oso y otro al cerdo, de ahí sus conocimien­tos sobre el color de los gorrinos en la edad media.

Comenta Michel Pastoreau que “los colores nos conciernen a todos, todo el mundo tiene experienci­as relacionad­as con los colores, vínculos especiales con ellos, todo el mundo muestra una enorme curiosidad por los secretos de los colores”. Y él posee una erudición vastísima para desvelárno­slos.

Historia, cine, heráldica, simbología de los animales..., los estudios de Pastoreau son multidisci­plinares

 ?? HERMANCE TRIAY/LEEMAGE/ED. PERIFÉRICA ?? Michel Pastoreau fotografia­do en su estudio, rodeado completame­nte de libros
HERMANCE TRIAY/LEEMAGE/ED. PERIFÉRICA Michel Pastoreau fotografia­do en su estudio, rodeado completame­nte de libros

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