La espía que me amó
‘Eva’ Llega la segunda entrega de la serie con la que Arturo Pérez-Reverte da un impulso decisivo a la novela española de espionaje. Y, a la vez, el padre del capitán Alatriste recibe el reconocimiento del encuentro Barcelona Novela Histórica. Hablamos co
“A mí lo que más me gusta de escribir una novela es el trabajo previo de documentación”, asevera Arturo Pérez-Reverte. Paseando con él por Tánger se nota. Por ejemplo, recorriendo el evocador y algo achacoso hotel Continental, pegado a la Medina, donde solía recalar Paul Bowles, con sus arcos, sus vidrieras de colores, sus pequeñas salitas y hasta un bazar lleno de bisutería y objetos variopintos sobre los que descansa apaciblemente el polvo de los años. Aquí, donde Bertolucci rodó El cielo
protector, el escritor de Cartagena (1951) ha dado habitación a Lorenzo Falcó. Oveja negra de una distinguida familia jerezana dedicada al comercio de vinos, expulsado con deshonor del ejército por un lío de faldas, traficante de armas para Basil Zaharoff y luego reclutado por el espionaje español, para el que ha trabajado sirviendo a sucesivos gobiernos y regímenes y ahora, en plena Guerra Civil, lo hace al servicio del Estado Mayor de Franco.
El personaje es un descreído, claro. En su primera novela, titulada adecuadamente Falcó, le encargaban la misión imposible de liberar de su encarcelamiento a José Antonio Primo de Rivera en el primer año de la gran contienda. Como ocurría con el Chacal de Frederick Forsyth, la gracia radicaba en mantener el interés de un lector que ya conocía, por los libros de historia, el final: el líder falangista fue fusilado en Alicante. Ahora, en Eva, la trama se centra en un barco cargado del oro republicano por el que se enfrentan Falcó y su pasión y a la vez antagonista del episodio anterior, la espía rusa Eva Neretva, con quien pelea a puñetazo limpio en un capítulo impactante.
Pérez-Reverte ha impreso un nuevo e inesperado brillo al hasta ahora más bien adormilado género de espías español, nutrido con carácter esporádico por obras como las memorias de Luis González Mata
Cisne, los ensayos y novelas de Fernando Rueda o el olvidado volumen de relatos de Ricardo Fernández de la Reguera Espionaje. El padre del capitán Alatriste ha practicado en el nuevo terreno su habitual técnica de inmersión total. “En los años 30 –comenta– Tánger era un nido de espías, peligroso y fascinante. He estado viviendo en la ciudad, tomando notas, leyendo libros de la época...
El restaurante Hamadi, la plaza del Zoco Chico o el barrio de la Alcazaba son paradas de este itinerario
Todo está basado en lugares reales”.
El resultado mantiene un tono de hiperrealismo atmosférico. En un reportaje reciente en El País Semanal, el escritor mostraba la memorabilia acumulada: la pistola Browning de 1910, el encendedor Parker Beacon, las cafiaspirinas que Falcó consume incesantemente, la pluma Sheaffer que utiliza.
“Hoy –señala– no podemos escribir como en el siglo XIX, porque los lectores tiene mucha cultura audiovisual. No hace ninguna falta que les describa como es una habitación. Pero en cambio, introduciendo referencias a determinados objetos, si que puedes disparar en su cerebro una serie de evocaciones”.
El restaurante Hamadi, la plaza del Zoco Chico, el bello barrio de la Alcazaba con resonancias andaluzas y olor a jazmín, donde reside la seductora Moira Nikolaos, son paradas de este itinerario que no puede continuar en el puerto viejo de Tánger porque fue arrasado hace varios años y en su lugar se erige uno nuevo y sin encanto.
Las atmósferas de Falcó enlazan con las de El tango de la guardia vieja, novela del autor que también transcurría en los años veinte y treinta, y también con el libro sobre la guerra civil española contada a los jóvenes que publicó en el 2015. En Eva reconstruye el mundo mediterráneo, lleno de personajes turbulentos y agentes comunistas y fascistas, que alentó las novelas de Eric Ambler y en los últimos tiempos han buscado rehacer cultivadores del género de espionaje como Alan Furst o del cómic como Vittorio Giardino. La diferencia, lo dice el propio Reverte, es que él no sólo maneja documentación y hemerotecas. “He tenido la suerte de llevar una vida muy movida. Yo he conocido esa gente de la que hablo, he pisado los cabarets de legionarios y he tratado a traficantes en el Líbano”, manifiesta.
“El presente –añade– es tan vulgar que lo que escribo, lo hago para evadirme”.
Arturo Pérez-Reverte tiene ya en marcha la tercera aventura de Falcó, de quien sabe seguro una cosa, “que acabará retirado a Argentina, donde muere en los años 60”.