El peso del pasado en ficción y no ficción
Arturo Pérez-Reverte ha sido galardonado con el premio Internacional Barcino, dentro del encuentro Barcelona Novela Histórica, que organiza el Institut de Cultura de Barcelona y comisaría este año Fèlix Riera. En años anteriores lo han obtenido Lindsey Davis, Santiago Posteguillo, Simon Scarrow y Christian Jacq.
El jurado destacó que Pérez-Reverte ha “combinado a lo largo de muchos años historias mayúsculas y minúsculas, bajo una cuidada documentación, una mirada pesimista y galdosiana del pasado que por derecho propio ya se ha etiquetado como
revertiana, y una obsesión por el lenguaje, que ha adaptado siempre que la divulgación lo ha exigido”. Señalan además que cumple las premisas de que “la novela histórica debe entretener, pero también ayudarnos a comprender una época. Esta es la misión del escritor que huye de las trampas, de los lugares comunes y que construye artefactos narrativos con los que consigue que el tiempo pasado ilumine el presente”. Formaban este jurado Sergi Doria, Care Santos, Oscar López, Enric Calpena y Fèlix Riera.
La atención de PérezReverte a la historia y su utilización como material narrativo arranca de su primer novela, El húsar, publicada en 1986 y ambientada en las guerras napoleónicas. El foco se desplaza al Madrid decimonónico en su siguiente narración, El
maestro de esgrima. Pero su consagración como novelista histórico tiene lugar sobre todo con la publicación en 1996 de la primera aventura de El
capitán Alatriste, un antihéroe de la España imperial, veterano de los tercios de Flandes, del que han aparecido otras seis aventuras. En Alatriste es donde se da forma especialmente clara esa “mirada pesimista y galdosiana” remarcada por el jurado. Contenidos aparte, cabe destacar que la “obsesión por el lenguaje” por parte del autor estuvo en la base de su elección como miembro de la Real Academia Española. Su discurso de ingreso, el 12 de junio del 2003 , versó en consecuencia sobre “El habla de un bravo en el siglo XVII”.
“El trabajo de ambientación histórica y el necesario rigor del lenguaje –señaló– me llevaron a adentrarme, también, por los vericuetos fascinantes del habla de germanía; esa lengua marginal, paralela a la general y en continua interacción con ella, que ha evolucionado con el tiempo para conservar su utilidad hermética; y que hoy es lo que algunos llamamos golfaray : el argot de los delincuentes y de las cárceles. (...) Han transcurrido cuatro siglos, y esa jerga del hampa, riquísima, barroca, salpicada de rezos y blasfemias, no está muerta ni es una curiosidad filológica. Además de su influencia en el español que hablamos hoy, la germanía del XVI y XVII es un deleite de ingenio y una fuente inagotable de posibilidades expresivas”. El peso de la historia bascula sobre al menos dos novelas de ambientación contemporánea (La piel del tambor y La carta esférica), donde sendos episodios de navegación –el mar es un protagonista habitual de la narrativa revertiana– acaecidos hace más de un siglo, están en el origen de la trama actual.
Un experimento interesante son sus dos novelas de no ficción, en realidad crónicas narrativas de dos momentos de relevancia histórica, Cabo Trafalgar y Un día de cólera (sobre el 2 de mayo de 1808 en Madrid). Si en El asedio Pérez-Reverte vuelve al escenario napoleónico, en Hombres buenos aborda un episodio de la Ilustración española y en El tango de la guardia vieja
se asoma a escenarios de los años veinte y treinta, y puede entenderse como un pórtico a su serie más reciente, la protagonizada por Lorenzo Falcó.