Y Rodin ascendió al cielo
Durante diez años el escultor francés se consagró a ‘La Puerta del Infierno’: creó centenares de obras que modificó, añadió y eliminó para darles vida propia, obras que cimentaron su carrera y lo hicieron universal. La Mapfre las muestra.
Cielo o infierno. El gran encargo que un todavía no consagrado Auguste Rodin (París, 1840-Meudon, Francia, 1917) recibió para realizar las puertas de un futuro museo de artes decorativas en París consumió diez años de su vida, en los que hizo, rehizo, construyó y destruyó y dio a luz no sólo a los grupos escultóricos que formarían parte del conjunto, sino que sentó las bases de toda su obra posterior. Para La Puerta del Infierno creó El pensador y El beso, las dos cumbres de su carrera, aunque la segunda fue finalmente descartada para el encargo y cobró vida propia en solitario. Sí, Rodin subió al cielo de los escultores inmortales gracias a este conjunto, pero no llegó a ver la presentación de la puerta fundida como la había imaginado. Tampoco el museo planeado llegó a tomar vida.
La exposición que la Fundación Mapfre presenta en Barcelona en el centenario de la muerte del artista ilustra este proceso titánico de creación, adaptación y eliminación. No se extrañe el lector al encontrar en estas páginas piezas y esculturas en diferentes materiales y que no parecen encajar las unas con las otras, y menos para ser colocadas en una superficie vertical. Efectivamente, Ro- dintrabajólasesculturasindividualmente con moldes de yeso, mármol y fundición en bronce, a medida que tejía y destejía su puerta a modo de Penélope para añadir o quitar las diferentes piezas en su evolución. Porque también cambió su inspiración. El contrato inicial establecía que el proyecto, a la manera de otras puertas célebres, como las de la iglesia parisina de la Madeleine o las del Baptisterio de Florencia de Ghiberti, debería adornarse con bajorrelieves, en este caso iluminando la Divina Comedia de Dante. El escultor, atraído como la mayoría de lectores por la parte relativa al Infierno, se centró en la travesía de Dante por los nueve círculos del averno.
Quizás Rodin se vio a sí mismo como el poeta cuando creó El pensador, una de las primeras figuras que ideó para el conjunto y que siempre permaneció en él, a pesar de todas las modificaciones experimentadas a lo largo de diez años. Denominada inicialmente El poeta, representa también el acto de reflexión que precede a la creación. A partir de 1888 comenzó a ser mostrada por separado, cobrando una vida autónoma y, consecuencia de ello, mayor tamaño, hasta convertirse en monumental. Algo que sucedería con otra de las obras más destacadas de Rodin:
El beso. Partiendo del relato sobre Paolo Malatesta y Francesca da Rimini, quienes hallaron la muerte a manos del marido de Francesca cuando este los encontró besándose, Rodin modeló una de las escenas más voluptuosas de la historia de la escultura; tan consciente era el artistadelerotismoquedesprendía,de
Se inspiró en Dante y Baudelaire, interpretó de forma muy libre al primero, el segundo le aportó la seducción