Un poema inédito de Miguel Hernández
En el 75.º aniversario de su muerte (falleció el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante), damos a conocer un poema inédito de Miguel Hernández, una elegía dedicada a un amigo, Manolo el aguador, conservada hasta ahora por la familia de la hermana d
‘Cultura/s’ publica la elegía a Manolo el aguador, que han conservado hasta hoy los descendientes de su hermana
En este Año de Miguel Hernández, cuando se cumplen 75 años de la muerte del poeta de Orihuela, y como aportación a la celebración de su obra, ha llegado el momento de sacar a la luz un poema que los descendientes de su hermana Elvira consideramos un tesoro celosamente guardado a lo largo de tres generaciones: un poema inédito que, como tantos otros a lo largo de su vida, Miguel Hernández regaló, esta vez a su hermana, mi abuela.
A raíz de la muerte accidental de su amigo Manolo, aguador de Orihuela, Miguel Hernández le dedica esta elegía. Como en muchas otras ocasiones, su primera lectora fue su hermana Elvira, cuya opinión siempre tenía en cuenta. La respuesta de Elvira fue que no publicara el poema, ya que al atribuir la responsabilidad última de la
> muerte a la “mezquindad” de su madre, acrecentaría el ya insoportable dolor causado por la muerte de un hijo. Después de una discusión, Miguel decide regalarle el poema, mecanografiado por él mismo, a su hermana para que lo guarde o, si así lo desea, lo destruya. Lógicamente lo conservó inédito hasta el final de sus días, con el deseo, que expresó en más de una ocasión, de que yo (su nieta mayor) me hiciera cargo de su publicación cuando ella hubiera muerto.
Elvira conservó este poema, al igual que las cartas y documentos de su hermano, hasta la fecha de su fallecimiento (en 1996), cuando pasan a manos de su hija mayor, Elvira Moreno Hernández, a quien años antes había confiado su custodia. De Elvira Moreno, mi madre, todo el archivo pasa a mi poder en el 2016, con el encargo tácito de que lo haga público en el momento oportuno. Ambas transmisiones se han realizado con el acuerdo tanto de las otras hijas vivas de Elvira Hernández, Rosa y Concha, como del resto de sus nietas y nietos.
El manuscrito no está fechado pero, a través de los datos obtenidos en la hemeroteca, podríamos situarlo en las primeras semanas de agosto de 1935. Los diarios La
Verdad (7 de agosto de 1935), El Día
(7 de agosto), La Libertad (6 de agosto) y El Luchador (5 de agosto) hacen referencia a la muerte de un aguador de nombre Manuel García Ortuño, alias Solajes, y natural de Orihuela, donde ejercía su oficio. No puedo asegurar que se trate de la misma persona, pero las coincidencias tanto en el nombre, como en el oficio o en la causa de la muerte, pueden hacer pensar con cierta seguridad que este Manuel García Ortuño, que murió ahogado el 4 de agosto de 1935, es el destinatario de la elegía.
Casi con toda seguridad, se trata de uno de los amigos de la calle de Arriba, donde Miguel Hernández vivió su infancia desde los cuatro años. El poeta muestra su dolor por el amigo muerto y la rabia por la injusticia de su muerte, a través de figuras y referencias utilizadas ya en sus poemas anteriores: el agua, la tierra, el yunque, el trueno, el arado, los dientes.
Las similitudes de esta elegía con la dedicada a Ramón Sijé, que Miguel Hernández escribiría pocos meses después –en enero de 1936–, tras la muerte de su amigo el 24 de diciembre de 1935, apoyan la fecha sugerida.
El poema comienza con un verso suelto que es la noticia de la muerunió te, que ha irrumpido en la juventud feliz de forma violenta. Recordemos la dedicatoria de la Elegía a
Ramón Sijé, en la que el autor nos da, igualmente, la noticia del lugar y la causa de la muerte –“como del rayo”. Además de esta similitud en la forma, ambas elegías lloran la muerte de un amigo joven, inevitable en el caso de Sijé e innecesaria en el de Manolo.
La elegía a Manolo el aguador toma la forma más clásica –que ya había utilizado en sus elegías previas– de laudatorio del amigo desaparecido en segunda persona, y sólo en la última estrofa se muestra el autor en su dolor y su ofrenda de lágrimas, de su voz (su arma más valiosa) y una vez más, la tierra, para terminar con dos endecasílabos puramente elegíacos. Esta exposición de sus sentimientos avanza lo que será la expresión del dolor desgarrado en primera persona de la elegía a Ramón Sijé, que es un canto desesperado, en el que arremete contra la muerte que llegó “temprano” y a la que “no perdona” y que culmina con la esperanza irracional de que el amigo vuelva, pues les ha quedado pendiente “hablar de muchas cosas”.
Otra diferencia significativa es la figura de la novia, apasionadamente desesperada la del aguador y apenas sugerida la de Sijé. La novia de Manolo irrumpe en la primera estrofa torturando sus cabellos y llorando la pérdida de su hombre, fuerte y alegre, con cuyo jornal el suyo para costear la boda que ya no se celebrará; sin embargo, la de Sijé no se menciona hasta el decimocuarto terceto, disputándose su sangre con las abejas, aunque no debemos olvidar la elegía posterior dedicada a Josefina Fenoll (novia de Marín-Sijé), que “se ha quedado novia por casar”.
Miguel Hernández cultivó las formas clásicas, entre ellas la elegía; dedicó composiciones de este tipo a personajes públicos, a personas de su entorno inmediato y anónimo e incluso a algunos animales, quizá como un mero ejercicio poético. Pero la elegía a “Manolo, aguador ahogado” es la primera en la que la muerte le afecta personalmente y, en consecuencia, la primera con un tono íntimo, que muestra el dolor sincero y que camina hacia la culminación del género elegíaco en la dedicada a su “compañero del alma”.
El original del poema lo conservó la hermana de Miguel Hernández, a quien el poeta se lo había regalado El poema muestra similitudes con otro de los más conocidos de Hernández, la ‘Elegía a Ramón Sijé’