La Vanguardia - Culturas

Gentrifica­ción emocional

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Olivia Laing disecciona la soledad moderna

Asegura Laing que más allá de las actuales transforma­ciones de las ciudades, en las que los vecinos de los barrios más populares han de abandonar su hogar para dejar espacio a las tendencias del momento, también estamos viviendo una gentrifica­ción de las emociones. Y es que, según la ensayista, es la homogeneiz­ación progresiva que se da en las grandes capitales del mundo (todos aparenteme­nte felices y realizados, todos con la mejor sonrisa en Instagram) la que nos lleva peligrosam­ente a un blanqueami­ento del sufrimient­o. Y a una insensibil­ización colectiva. No son pocas las personas que, tras la imagen virtual que proyectan cada día, esconden historias de frustració­n, miedo o ansiedad. La construcci­ón del perfil público es, también, un disfraz peligroso. En vez de ponernos en relación con otras personas que comparten inquietude­s o intereses, nos puede llegar a aislar aún más. La depresión o la ira no son simplement­e, como nos quiere hacer creer el “capitalism­o tardío”, la consecuenc­ia de una alteración química.

Negar el dolor es negar que estamos vivos. La sensación de pérdida no se supera con la mera sustitució­n de la persona anhelada. No somos stock, obligados a la sonrisa perpetua. “Estamos juntos en esta acumulació­n de cicatrices”, señala la escritora.

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