El humor gana
Algunos espectáculos vistos en el festival de Girona Temporada Alta propician una reflexión en torno al humor en el teatro, sobre todo a partir del sorprendente espectáculo ‘7 lunas’, de Niño de Elche y Maria Muñoz. A la espera de la llegada de un nuevo ‘
Niño de Elche y Maria Muñoz emprenden un diálogo donde mezclan inquietud, sorpresa, alegría, fuerza...
Invitado por el Institut Ramon Llull y la Sala Beckett, impartía recientemente una conferencia sobre dramaturgia catalana a traductores del teatro catalán de todo el mundo. El desafío era grande porque explicar un fenómeno insólito en el mundo como es la potencia, diversidad y riqueza de la dramaturgia catalana de los últimos veinte años en poco más de una hora de discurso no era nada sencillo. Como siempre, a los observadores nos gusta encontrar denominadores comunes. Me parece que una característica bastante común a casi todos ellos es la ausencia de humor, excepto algunos destacables ejemplos como el de Marc Rosich o el de Jordi Oriol (a pesar
de cultivar humores bien diferentes). El humor en Lluïsa Cunillé, por ejemplo, es sibilino, y cuando la autora se ha planteado una pieza desde el humor lo ha hecho desde una especie de sainetismo intelectual (Dictadura, Assajant Pitarra, El
bordell o incluso El carrer Franklin), muy interesante, pero que despierta sonrisas inteligentes más que grandes risotadas.
El humor tiene una fuerza extraordinaria en el arte contemporáneo y por supuesto también en el escenario. Es un magnífico medio para tocar temas complejos y delicados. Todo lo cual viene a cuento a raíz de la presentación en Temporada Alta de 7 lunas, del cantaor y guitarrista flamenco de vanguardia Niño de Elche y Maria Muñoz, de la compañía de danza contemporánea Mal Pelo. Dos lenguajes y dos universos bien diferentes pero en ningún caso opuestos. La química entre los dos creadores es extraordinaria y destila, como no podía ser de otro modo, algo nuevo. Las fronteras son el hábitat de Maria y del Niño, ellos florecen: desde el principio donde Niño de Elche acompaña, con su guitarra flamenca, la estética de la danza de Maria, hasta un encuentro accidentado con la lectura y con el libro como objeto físico, que se ama, se rechaza, que se coge con fuerza, se golpea y no se deja actuar. Porque el libro vive a través de la lectura y Maria Muñoz intenta leer, “En una mañana intensa com esta, me devuelves el corazón en un plato de papel”, y el Niño interrumpe la lectura, con su emoción gritada y cantada con pasión. El Niño de Elche y Maria Muñoz emprenden un camino de diálogo donde se mezclan semánticas originales que expresan preocupación e inquietud –el gesto de brazos y manos de Maria es toda un conversación muda pero explícita– también sorpresa, alegría, fuerza y determinación –sobre todo el juego de pies, sobre todo el andar, gradualmente más firme. Delante, en medio, detrás, alguien como el Niño de Elche, todo él pasión trabajada, un ímpetu elaborado; el flamenco que filtra en un conflicto interno que se manifiesta en el viaje de la afasia del primer intento al poderoso canto posterior. Maria Muñoz y el Niño de Elche son una especie de dialéctica norte-sur que converge en una espléndida necesidad mutua aparecida como conclusión, después de un montón de imágenes que juegan con el absurdo y que se vuelven absolutamente hilarantes. Es un viaje de descubrimiento, de lo femenino residente en el Niño de Elche y lo poderosamente masculino que habita en Maria. Sublime el final con la interpretación de La
bien pagá, casi un himno al desengaño y la derrota del hombre ante la potencia de la seducción femenina, cantada por Maria Muñoz (reinventando Antonio Molina), vestida de cuero y con pantalones de rejoneador, ante un Niño de Elche con falda flamenca de faralaes, que acompaña con una guitarra que se escapa hacia el rock desde un flamenco nervudo. Esta joya se prodiga poco y si tienen la ocasión de pillarla no la dejen escapar. También hay humor a Out of context –for Pina, el montaje de Alain Platel que se ha podido ver de manera excepcional en el mismo festival. Excepcional porque este montaje, tributo de Platel a Bausch, se representa una o dos veces cada temporada desde su estreno en el 2010. Movimientos compulsivos, investigación sobre los reflejos del inconsciente, los automatismos del cuerpo, la manifestación de la animalidad, del instinto, de todo aquello que se perdió en la infancia cuando todavía no gobernaba del todo la racionalidad impuesta por nuestro entorno cultural. Platel, en conferencia en la Escuela Universitaria ERAM unos días antes de la presentación de su espectáculo en Girona, manifestó su interés por los movimientos físicos de las personas afectadas por enfermedades mentales. Aquel sí, es un movimiento