El flamenco más vivo ‘Crónica jonda’, un libro lleno de historias
‘Crónica jonda’ es un libro heterodoxo sobre el flamenco y la vida, escrito para explicar y para explicarse
Dice Silvia Cruz Lapeña (Barcelona, 1978) que, siendo todavía adolescente, descubrió que el flamenco también se lee. Tal vez por eso ha escrito este libro. Un libro sobre el flamenco, o mejor, un libro en el que el flamenco es “un hilo” para contar cosas. Un libro con el flamenco como “llave”, dice, pero también como “abrigo”.
Crónica jonda es en gran medida un libro-viaje: por los festivales de flamenco, del Festival de Cante de las Minas, en La Unión (Murcia), al de Jerez de la Frontera, pasando por la Suma Flamenca de Madrid, la Bienal de Sevilla o la de los Países Bajos, en Amsterdam. Y entre un lugar y otro, parada y parada en Barcelona, donde nació y vive la autora. Esa ciudad que –escribe– “es flamenca, siempre lo fue o aún puede serlo dependiendo de a quién le preguntes”. Todo un viaje que se inventó, confiesa, “para sobrellevar la precariedad y los lutos”.
Porque Crónica jonda es también un libro-duelo: por sus abuelas, Concha y Consuelo, cordobesa una, murciana la otra; pero también por flamencos que se han ido, Paco de Lucía, sobre todo, pero también otros, como El Lebrijano, cuyo disco Persecución (de 1976), que ponía música a las penurias del pueblo gitano, le sirve a Silvia Cruz para poner banda sonora a las penas de los refugiados sirios cuarenta años más tarde.
Y también libro-reportaje. Porque al fin y al cabo la autora es periodista. “Las cifras me enjugan las lágrimas”, escribe. Páginas salpicadas de datos que ilustran, certifican, mucho de lo que cuenta, ya sea sobre lo que se cuece en los entresijos de un festival de flamenco ya sea para criticar las actuaciones de gobiernos diversos. Datos, por ejemplo, sobre la atención a personas dependientes, o sobre el cuidado de los hijos pequeños (que “recae en la madre en un 82% de los casos”; el padre es sólo la tercera opción, 4,8%, después de las abuelas, 7,5%; cifras del CIS). O cuando explica que la primera cátedra de guitarra flamenca se abrió en Rotterdam (Holanda) y no en España.
Así, libro-viaje, libro-duelo y libro-reportaje. Que le salió en clave flamenca “porque es la música que me acompaña desde la cuna y la que me interroga”. Y aquí y allá cuenta historias del flamenco pero también de la inmigración y las crisis (las de hoy y las de ayer), de identidad y de familia, de la muerte y la memoria. Y también de la profesión, de feminismo, de corrupción… O del procés.
Silvia Cruz Lapeña es pues periodista, pero es también otras muchas cosas. Es mujer, es flamenca, es hija y nieta, es escritora, es emigrante... Emigrante, por cierto, a la inversa, de norte a sur, de Barcelona a Baena (Córdoba), a donde fue con nueve años. Regresó a los dieciocho para estudiar. “Y me quedé porque me gusta”, aunque de repente se da cuenta de que al pan “hace ya un tiempo que no le pongo tomate”. Y no se me ocurre manera más elocuente de explicar un sentimiento de desapego…
Con lo dicho, puede parecer que el libro es un poco como un cóctel,