La luz que sigue viniendo de América Latina
El mapamundi de la edición se redibuja constantemente, como lo hace el geopolítico y en general todo aquello que sigue vivo. Estados Unidos sigue mandando en las traducciones pero la literatura, a diferencia del cine, mantiene muy altas cuotas de interés por el resto de países y por la producción en español, y que dure... Frente a gigantes como Richard Ford, se alzan otros no menos colosales como Orhan Pamuk o incluso, cada uno en su estilo, el británico John Le Carré. Este será el año, además, en que descubriremos los últimos premios Goncourt y Strega (anoten: Éric Vuillard y Paolo Cognetti), máximas distinciones literarias de Francia e Italia, respectivamente, al libro del año sin que exista aún, lamentablemente, un galardón análogo en España.
Aquellas cosas que en política son inviables, como una unidad efectiva de los países que hablan español, son perfectamente viables en literatura. España es, de los países que comparten este idioma, el más abierto a las obras literarias procedentes de otros, con un liderazgo de las propuestas del grupo Penguin Random House. Si en los años 60 y 70 los autores latinoamericanos, con el empuje del boom, consiguieron romper por primera vez las fronteras y renovar y modernizar profundamente los modos y usos de todo el territorio de La Mancha, como lo llamaba Carlos Fuentes, ahora, aunque de un modo mediáticamente mucho menos llamativo, algo así está sucediendo con una feminización evidente y nombres destacados, durante el 2017 que se acaba, como la argentina Samanta Schweblin, las mexicanas Verónica Gerber o Fernanda Melchor, la chilena Nona Fernández... Por nuestros lares, les dieron la réplica con brillantez la bilbaína Aixa de la Cruz o la egarense Laura Fernández. En la misma línea, el 2018 amanecerá con nuevos títulos de la argentina Mariana Enríquez o de la ecuatoriana Mónica Ojeda.
En el 2018, una cosa es segura: el tiempo se nos va a seguir quedando corto para saciar nuestras ansias de descubrimientos.