El directo como tabla de salvación musical
El desigual combate que desde tiempo inmemorial mantiene la música popular con la alta cultura en numerosos escenarios –comenzando en la Academia Sueca y siguiendo, por ejemplo, en el reparto de subvenciones y ayudas en cualquier administración de nuestras latitudes– ya no extraña a estas alturas de una competición que paradójicamente no tiene color: el consumo musical destaca dentro del escaparate cultural local gracias a un aficionado que demuestra una fidelidad y sacrificio por encima de todo tipo de contingencias. Aunque el consumo de discos físicos prosigue su imparable caída, la industria se ha ido readaptando a la nueva coyuntura, una de cuyas más llamativas características es la proliferación de festivales. En este caso, y dicho sin matizar, este fenómeno es una conclusión final del auge del directo como elemento fundamental del mundo de la música moderna de nuestros tiempos. “Si no se venden discos, de algo han de vivir los músicos” es una frase tópica que encierra una indiscutible verdad. Tras unos recientes años en que Catalunya ha vivido una saturación de festivales en prácticamente cada esquina y con cualquier excusa, ahora todo parece más asentado. La oferta de ciclos veraniegos se ha adaptado a una demanda que tiene en cuenta datos como que se haga en un entorno de ocio y diversión. Y es que el público no solo busca la experiencia musical, y en este ámbito los promotores que se han mantenido son los que han sabido proporcionar al público un cartel y una oferta complementaria que marquen la diferencia. Fuera de la temporada estival, el festival como propuesta también se está imponiendo en la escena barcelonesa como bandera de enganche y de atracción casi inconsciente, aunque en algunos casos no se trate más que de una acumulación de conciertos de variado signo estilístico. Mil·lenni, Suite o Guitar BCN proponen carteles de intención multitemática y cada vez más potentes, inequívoca señal de que la demanda está allí y responde. Pero más allá de este formato, la ciudad sigue siendo polo de atracción en todos los circuitos, independientemente de IVA o de graves inestabilidades políticas: Dylan, Ringo Starr, Lady Gaga, Metallica, Roger Waters o, por descontado, Sónar y Primavera Sound.