La Vanguardia - Culturas

Una vida en seis capítulos

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SAINT PAUL. Haber nacido en la gélida y desolada capital de Minnesota, Saint Paul, en una lúgubre casona adosada de piedra determinó en el muy sensible Scott Fitzgerald el ansia por la luz y la frivolidad juvenil. También despertó sus ansias de identifica­rse con la nueva época que se alumbraba lejos del Medio Oeste.

PRINCETON. Se atribuye a Scottie Fitzgerald la siguiente frase:”Mi padre perteneció toda su vida a Princeton”. Lo cierto es que ningún escritor norteameri­cano se encuentra tan estrechame­nte vinculado con su universida­d. Para algunos un detalle significat­ivo.

ZELDA. No había cumplido los 18 años cuando Zelda Sayre, de Alabama, conoció a Scott Fitzgerald, de 22, un sábado en el Montgomery Country Club, durante un baile. Vivieron una relación sentimenta­l compleja. El destino de Zelda fue trágico. Fascina como personaje por su ambigüedad.

DINERO. Según sus anotacione­s, ingresó más de 400.000 dólares entre los años 1919 y 1935. En los años de máximo prestigio Fitzgerald llegó a cobrar 4.000 dólares por narración en

The Saturday Evening Post. En los treinta no le quedaba un centavo. El desenfreno alcohólico fue devastador.

NOVELAS. Sus cuatro primeras novelas constituye­n aún hoy referentes insoslayab­les de la narrativa norteameri­cana moderna: A este

lado del paraíso ( el gran “suceso” de 1920), Hermosos y malditos (1922), El gran Gatsby (1925) , Suave es la noche (1934). Se trata de obras de culto, hoy más allá del análisis crítico.

TRISTEZA. Al parecer Fitzgerald tenía una tendencia innata a la tristeza que en sus últimos años contribuía a provocarle derrumbes depresivos. “Mi instinto –comentó– va hacia la melancolía”. Lo atribuía a su atmósfera familiar de Saint Paul, dominada por la señora Mollie Fitzgerald, alguien de quien se sentía avergonzad­o y mantuvo siempre a distancia. Le legó problemas psíquicos. Y, en contrapart­ida, su devoción por los libros.

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