La Vanguardia - Culturas

Los secretos del ‘ninotaire’

Toni Batllori explica un oficio que combina dibujo y opinión

- ANTÒNIA JUSTÍCIA

“Hace años que buscaba la manera de explicar las cosas que he aprendido haciendo de ninotaire que me parecen interesant­es, pero no había manera de unirlas. Hasta que encontré la patata”. Toni Batllori (Barcelona, 1951) es un obsesionad­o de las patatas. De las de plantar y de las de dibujar. Desconozco si las de comer también le obsesionan, porque su discurso es tan entusiasta que plantearle la cuestión supondría exponerse. Podríamos acabar hablando de tortillas. Y aquí lo importante son las patatas, como forma primigenia de dibujo, como la primera figura cerrada que aprendemos de niños a dibujar y que de pequeños nos sirve para representa­r prácticame­nte todo. “Si la pones en el suelo es una piedra, en el cielo es una nube, con rayos es un sol...”. Dibuixa’m una patata. El que he après fent de ninotaire es el título de una idea que lleva rondando por su cabeza desde hace diez años. “Llega un momento en la vida en el que te gustaría explicarle a alguien lo que sabes, sobre tu oficio, el de ninotaire, más que el de dibujante, que además es un oficio que desaparece”, explica apostillan­do: “Esto es muy de abuelete”. Independie­ntemente de la edad, Toni Batllori tiene muchas batallas por explicar desde que descubrier­a la profesión a través de los trazos detallista­s de su padre, el también dibujante Antoni Batllori Jofré, a quien, siendo niño, veía trabajar observándo­lo por encima de su hombre encaramado en una silla. Entre ellas, cómo ilustrar 24 años de política catalana y española desde las páginas de La Vanguardia y no morir en el intento. Y así, con un bagaje de tintas cargadas plantea un libro que es a la vez un reto para el lector: un papel, al principio en blanco, donde todo es posible aún. ¿Seremos capaces de rellenarlo después de 128 páginas de lectura? “Todos tenemos capacidad gráfica para expresarno­s. Bueno, igual todos no, pero casi todos. Y si nunca has pensado en dibujar, pretendo que este libro te haga llegar a la idea de que igual lo puedes hacer. Sacarte un poco de tu mundo, de tu zona de confort, y proponerte un reto”.

De forma ágil, amena y simple, también divertida, cómo no, Batllori conduce al lector por los entresijos del dibujo: el plano, la pro-

“Llega un momento en la vida en el que te gustaría explicarle a alguien lo que sabes sobre tu oficio”

fundidad, el reflejo, el contraste, el color... de forma que la patata primigenia, la que todos hemos dibujado con tres años, pasa a tomar cuerpo y se convierte en personaje. Y el lector se viene arriba. ¿Cómo resistirse a volver a la página blanca de inicio y poner a prueba las directrice­s del maestro? “Pasamos bastantes años durante los cuales básicament­e dibujamos. Son los años más creativos de la vida, a nivel plástico, para la gran mayoría. Más adelante, cuando ya sabemos escribir y entramos en la fase de querer dibujar las cosas tal y como son y no lo logramos, es cuando casi todos dejan de dibujar para siempre”, explica.

Batllori nunca lo hizo, dejar de dibujar. Pese a sus numerosos intereses –las motos, los coches, el cine, las marionetas...–, siempre tuvo la pluma a mano. Quería ser El Perich, pero antes pasó por la escuela de Ingeniería para aprender a construir coches de carreras. Su referente de somiatruit­es era el piloto de fórmula 1 Jack Brabham, quien se construía y pintaba sus coches. Corría el año 68 y en la calle “estaban pasando muchas cosas y yo estaba haciendo algo muy técnico”. Así que pasó por Económicas –“tenía asignatura­s más sociales”, justifica–, que descartó al cabo de tres años porque “vi que no podría ser ministro y organizar la economía del país”, añade con

> Así acabó en el Patufet alentado por su padre. Fue en esta revista donde cobró por su primer dibujo, pero el sueldo que mejor recuerda son las 75 pesetas que por aquellos años le pagaba “el señor Conti” de cada chiste que se quedaba para la revista Mata Ratos. Fueron unos titubeante­s inicios, con colaboraci­ones esporádica­s en

Presència y horas dedicadas a las marionetas trabajando para la empresa Drac Màgic. “Empecé con los títeres porque hacer cine, que era lo que verdaderam­ente me gustaba, era muy caro. Pero también era una manera de contar historias”, explica.

Toni Batllori es incapaz de dejar un papel en blanco. A no ser que se lo proponga, y aún así siempre pica y al intentar explicar alguna cosa acaba haciendo un rayote por algún lado. “Voy a comer y tengo la manía de coger una servilleta y comienzo a hacer cosas. Pero no siempre son ninotets. Hago lo mismo que hace la gente cuando habla por teléfono: dibujo cajas, agujeros, rayas... Hablo apoyándome en los dibujos”.

Pertenece a los dibujantes de la nueva generación del postfranqu­ismo junto a otros humoristas gráficos como Joma o Alfons López. Su carrera comenzó verdaderam­ente a forjarse tras el cierre del nuevo Patufet, en 1973, que lo obligó a coger su carpeta y empezó a visitar los periódicos que no disponían de dibujante propio. Ese mismo año comenzó a publicar en El

Noticiero Universal unos chistes políticos que se transforma­ron en las tiras que realiza actualment­e. Tres a la semana. “Ya que no podía ser ministro de Economía, quería trabajar en un diario para explicar cosas. Quería ser El Perich”, repite.

Jaume Perich, Chumy Chumez, Reiser, Sempé... Son algunos de sus referentes. A todos los menciona con cierta emoción y la nostalgia de haber compartido con algunos de ellos momentos decisivos de su vida. Y es que Batllori acabó de formarse en revistas como Papillon, El

Papus y El Jueves, revistas cabeceras del humor del momento, donde comenzó a colaborar asiduament­e a partir de 1981. También realizó un comentario deportivo semanal en el Avui llamado Les quatre cantonades. En 1987 participa en el lanzamient­o del Diari de Barcelona en catalán con una tira diaria que mantiene durante siete años, hasta el cierre del rotativo. Su relación con La Vanguardia se inicia con la sección satírica El Burladero, mientras publica dibujos en El País con el pseudónimo de Tonight. No es hasta 1995 que consolida su situación en nuestro diario con la primera tira de política. Y desde entonces no ha fallado a la cita, convirtién­dose en un referente para el seguimient­o de la actualidad, siendo considerad­as sus tiras cómicas toda una editorial.

No es extraño verlo en la redacsorna.

“Pujol es el ‘ninot’ que más pena me ha dado dejar de dibujar: creo que lo conocía como si lo hubiera parido”

ción de La Vanguardia, en Francesc Macià, cada tarde poniéndose al día de la actualidad a través de las palabras de algunos de los compañeros de la sección de Política, que le cuentan lo que se cuece tras las bambalinas. Porque durante el día intenta “que le toque el aire”, que viene a ser algo así como hacer de todo menos dibujar, y menos aún hacer chistes o estar pendiente de la actualidad política. Y así, con la cabeza despejada, comienza su labor diaria: “Cojo un papel, hago un recuadro y marco cuatro viñetas. Eso es lo primero que hago cuando me pongo a pensar. Y después voy dibujando por fuera como si me diera miedo dibujar dentro”. “Cada día intento aportar alguna cosa nueva, sea porque consigo un día hacer reír, sea porque un día consigo explicar la noticia como no lo hace nadie. También intento no hacer feliz a nadie. Sigo siendo un utópico de collons. Intento decir la verdad, no decir mentiras, no hacer demagogia...”, cuenta.

Por sus manos han pasado todo tipo de personajes políticos, algunos de los cuales ha tenido que abandonar debido a la agenda de la actualidad. Uno de los que más echa de menos es Jordi Pujol. “Era perfecto. Maragall también, pero sobre todo Pujol. Recuerdo un fin de semana intentando aprender a hacerlo, cuando comencé con mi primera tira política en El Noticiero Universal .Al final creo que lo entendía como si lo hubiera parido. Como malo también iba muy bien Aznar, y gráficamen­te encontré una manera de dibujarlo que me era muy fácil”.

En Dibuixa’m una patata no hay políticos. Sólo Rajoy hace un amago al pasar a toda velocidad en coche por una calle donde una patata con forma de personaje espera a cruzar un semáforo. “No es un dibujo de Rajoy. Es Rajoy”, puntualiza el ninotaire, quien confiesa que los personajes inventados son mucho más absorbente­s. “Quizá por ello siempre me han gustado más los híbridos (personajes reales que integras en tu mundo dibujado), que tienen más vida propia”.

Gran parte de su éxito como dibujante radica en la frescura del dibujo, su trazo único, limpio, rápido, minimalist­a. “Me apasiona lo sencillo, lo esencial”, declara. De ahí que Joan Miró sea una cita imprescind­ible en este particular manual del ninotaire. “Hay artistas como Joan Miró –probableme­nte el creador famoso que ha pintado más patatas– que consigue llegar pronto a la simplicida­d y que no dejan nunca del todo la intuición de cuando eran pequeños”, escribe el dibujante en el epílogo. Y así, Batllori, con cuyo título hace un guiño al “dibuixa’m un xai” de El

principito de Saint-Exupéry, entronca de nuevo con ese niño inicial que dibuja patatas boterudes y con el que todavía todo es posible. |

Gran parte de su éxito como dibujante radica en la frescura del dibujo, su trazo único, limpio, minimalist­a

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 ?? FONDO BATLLORI ?? Antoni Batllori Jofré (Barcelona, 19151999). Al lado la viñeta de su hijo
FONDO BATLLORI Antoni Batllori Jofré (Barcelona, 19151999). Al lado la viñeta de su hijo
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 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? El ‘ninotaire’ Toni Batllori, autor de la tira política de ‘La Vanguardia’ en su estudio de Teià
LLIBERT TEIXIDÓ El ‘ninotaire’ Toni Batllori, autor de la tira política de ‘La Vanguardia’ en su estudio de Teià
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 ??  ?? Toni Batllori Dibuixa’m una patata. El que he après fent de ninotaire LIBROS DE VANGUARDIA. 128 PÁGINAS. 18 EUROS. EN LIBRERÍAS EL PRÓXIMO 11 DE ABRIL
Toni Batllori Dibuixa’m una patata. El que he après fent de ninotaire LIBROS DE VANGUARDIA. 128 PÁGINAS. 18 EUROS. EN LIBRERÍAS EL PRÓXIMO 11 DE ABRIL
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 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? El ‘ninotaire’ trabajando en su estudio de Teià; al lado detalles de algunos de sus ‘ninots’ tan reconocibl­es
LLIBERT TEIXIDÓ El ‘ninotaire’ trabajando en su estudio de Teià; al lado detalles de algunos de sus ‘ninots’ tan reconocibl­es
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