Un montaje sobre el miedo
Albert Pla estrena en Buenos Aires
La primera vez que uno ve ‘Miedo’ siente miedo, la segunda se ríe: el sarcasmo vence al susto
Sábado noche en Palermo Soho, el barrio más cool de Buenos Aires. Una larga fila de jóvenes espera para entrar en un bar de moda sin dar demasiada importancia al hecho de que sobre sus cabezas, pintado en la pared del boliche, emerja un grafiti con el rostro cadavérico de Albert Pla, con ojos bien abiertos, bajo la palabra
miedo. Pla es desde hace años un artista de culto en el Cono Sur, como lo demuestra que sin apenas promoción, con sólo unos cuantos grafitis en las calles, haya llenado de Miedo el teatro Regio a lo largo de 18 funciones entre los veraniegos meses de enero y marzo. Estrenada en la capital argentina gracias a una coproducción con el municipal Complejo Teatral de Buenos Aires, el último espectáculo del cantante de Sabadell llegó esta semana al Nuevo Apolo de Madrid, antes de su presentación en el Grec.
Pero el reciente éxito porteño de público y crítica de Pla tiene dos explicaciones añadidas a la legión de seguidores que ostenta sobre todo en Argentina, Chile y Uruguay, así como en Colombia y México. Una explicación se llama Mondongo; la otra, psicoanálisis. Mondongo, adaptación local de los callos, es también el nombre de uno de los colectivos artísticos argentinos más internacionales. Formado por la pareja artística y sentimental Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, sus obras rebosan la misma irreverencia lúdica, inmunda, orgánica y mordaz que emanan las letras de Pla. Los cuadros de Mondongo están en colecciones privadas y museos de Nueva York, Los Ángeles, Madrid u Oriente Medio, y ahora también en la caja escénica donde Pla se mueve casi como un holograma gracias a los efectos visuales y el mapping creados por Nueveojos, estudio barcelonés que trabaja habitualmente en los espectáculos del cantante.
Buenos Aires es, con Nueva York, una de las capitales mundiales del psicoanálisis. La concentración de psicólogos por metro cuadrado hizo que el boca a oreja entre estos profesionales funcionara como resorte lacaniano al llegar a sus oídos que un artista catalán trabajaba con uno de sus elementos de análisis más frecuente. “La obra habla de unos cuantos miedos, unos 3.850”, dice Pla a Cultura/s en la puerta del Regio, tras una de las representaciones. “Estamos encantados con tantas funciones”, añade, sin dar importancia al interés que ha generado en los psicólogos, justo cuando una psicoanalista interrumpe la conversación para felicitarle.
La primera vez que uno ve Miedo siente miedo. La segunda se ríe. El sarcasmo vence al susto. “Si dejas de cantar te morirás” es sólo una de las frases que usa el músico y actor para hacer reflexionar al espectador sobre la paralización vital a la que nos llevan nuestros temores. Desde los más profundos, como la muerte, a los más infantiles pero tan freudianos, como esa niña que tiene miedo hasta de su muñeca. “No quiero ir al parque porque hay un niño grande que matará a mis padres”, recita. La infancia configura la personalidad, la mente. Nuestras angustias. Y por eso Pla destroza la infancia, la ridiculiza y hace que miremos al payaso de circo como a un ser perverso; al Ratoncito Pérez como a una rata asquerosa que se mete bajo la almohada de los niños; y a los Reyes Magos como tres acosadores a los que “no veías nunca pero que sabían todo lo que hacías”.
Sobre el escenario, la luz da paso a la oscuridad y las imágenes de felicidad a escabrosas fotos y secuencias subliminales. Pero el humor siempre gana. Cuando finalmente un chico es abandonado por sus padres en medio de la guerra, el niño soldado del siglo XXI echa mano de las redes sociales: “Mataremos a los niños y lo subiremos a YouTube, seremos estrellas”.
“Me da miedo que la gente que me quiere me diga que ya no me quiere”, entona el artista. Temor a la soledad, al amor y al desamor. Y acto seguido cambia de tercio: el miedo al poder y los mitos. “Me dan miedo los museos de arte contemporáneo”, dice Pla haciendoreíralpúblicomientrasaparecen Evita, el Che Guevara o el famoso cuadro del rey Juan Carlos que la Casa Real encargó a Mondongo hace años, una obra que convirtieron subrepticiamente en una crítica a la colonización española al realizarla con vidrios cual espejitos de colores. “Estos sí que dan miedo”, sostiene Pla.
“Más que preocuparte de tu mierda de muerte, empezaría a preocuparme de tu mierda de vida”, reflexiona el artista antes de concluir que “nada da más miedo que estar vivo”. “Y, por cierto, ¿hasta cuándo estaré vivo?”. |