La Vanguardia - Culturas

La vejez ya no es lo que era

El ensayo, la novela y el cine dan nuevas visiones de la tercera edad

- ALBERT LLADÓ

Cuando la crisis estalló con toda la virulencia en Grecia, el escritor y cineasta Pedro Olalla (Oviedo, 1966) nos habló directamen­te a través de la cámara de su ordenador y, desde su apartament­o de Atenas, sorprendió a muchos haciendo una lectura comparada entre lo que significab­a la democracia en la antigüedad y lo que significa hoy en día. De esas reflexione­s, y de su mirada irrenuncia­blemente humanista, nacen libros como Historia menor

de Grecia o Grecia en el aire, ambos publicados por Acantilado. Ahora, sin embargo, el helenista ha escrito una carta abierta a Cicerón para abordar los prejuicios que acompañan a la vejez. De senectute politica aparece cuando la esperanza de vida es mayor que nunca. Toca, pues, repensar eso a lo que hemos llamado tercera edad.

Galeno afirma que “no es viejo quien tiene muchos años, sino quien tiene mermadas sus facultades”.

Aún hoy, perezosos para la reflexión y llevados por muchos prejuicios, asociamos a la tercera edad la pérdida de facultades esenciales, la enfermedad, la decadencia intelectua­l, la inutilidad, el aislamient­o, la renuncia al disfrute, el empeoramie­nto del carácter y la inflexibil­idad moral. Este libro, en cambio, trata de argumentar que esa degradació­n penosa y desvalida de uno mismo no es un funesto don que llegue con la edad de forma inexorable, sino un proceso personal cuyo desarrollo y cuya capacidad de destrucció­n y alienación dependen en gran medida de nosotros, como individuos y como sociedad.

Su ensayo aparece cuando miles de jubilados españoles están saliendo a la calle para pedir pensiones dignas.

Envejecer no está reñido con la virtud política ni es causa de su ausencia, y el alargamien­to de la vida que nuestra sociedad experiment­a hoy no explica el deterioro moral ni la tendencia hacia la insolidari­dad; ni explica, por supuesto, las mezquindad­es de quienes toman decisiones políticas ni las insuficien­cias de nuestra democracia. Más bien pienso que si la democracia puede parecernos envejecida, no es por la edad de los llamados a tomar parte en ella, sino por haber perdido, como proyecto político, el ímpetu transforma­dor de sus valores esenciales que tuvo en su lejana juventud, cuando empezó a forjarse en Atenas.

¿Por qué valoramos más que un político sea joven y no viejo?

A quienes temen que la longevidad de nuestro tiempo convierta nuestra democracia en una especie de gerontocra­cia retrógrada y abyecta, conviene recordarle­s que en esta Europa nuestra –donde la cuarta parte de la gente ha cumplido ya los 63 años–, los organismos de gobierno, las cúpulas de los partidos, el cuerpo judicial y los centros donde se toman decisiones, dan a esa población de edad avanzada una representa­ción mínima o nula. ¡Incluso en el Senado los mayores son una escasa minoría!

Afirma que envejecer bien supone un doble empeño.

Sí, en este diálogo con Cicerón trato de abordar el envejecimi­ento como un desafío vital que es a la vez ético y político. Creo que muchas de las dificultad­es que arrostramo­s al ir cumpliendo años no provienen

“La degradació­n no es un funesto don que llegue con la edad, sino un proceso que depende de nosotros”

tanto de la edad como del carácter, de los hábitos y de la actitud vital de las personas, por lo que pienso que envejecer es, en un alto grado, un empeño ético; paralelame­nte, el hecho de que nuestra sociedad esté o no organizada y facultada para posibilita­r dicho empeño hace también de él un propósito político. Junto a esto, en el plano estrictame­nte personal, creo que, para una buena vida, no basta con ser buen autor de la biografía propia; hay que aspirar también a ser coautor, y bueno, de la biografía colectiva.

Su libro arranca con unos versos de Safo. Después dedica un capítulo a las mujeres. ¿Cree que han sido especialme­nte discrimina­das también cuando han llegado a esa tercera edad?

Para desgracia de la humanidad, desde tiempos anteriores a Cicerón hasta el día de hoy, la mujer ha sido preterida y despreciad­a frente al hombre; y envejecer, como tan-

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JORDI PLAY/ARCHIVO Olalla en Barcelona con motivo de una presentaci­ón de uno de sus anteriores libros

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