La Vanguardia - Culturas

El poder de la síntesis

- SERGIO VILA-SANJUÁN

Que el cine francés atraviesa un gran momento lo demuestran, semana tras semana, una sucesión de películas que coinciden en abordar temas de cierto relieve social, contando con magníficos actores y un planteamie­nto estilístic­o que combina el sentido de autoría y la vocación de llegar a un público amplio.

Dos ejemplos recientes coinciden en mostrar el contraste entre la Francia burguesa más clásica y conservado­ra, con todos sus defectos pero también sus virtudes, y el nuevo mundo emergente de la banlieue multicultu­ral. Ambas películas, además, pertenecen al género de “cine de enseñantes” (o “de clase”) en el que la producción del país vecino es últimament­e líder, desbancand­o a la estadounid­ense, que tanto había cultivado esta problemáti­ca.

Una razón brillante (Le Brio), dirigida por Yvan Attal, confronta al profesor de Derecho Pierre Mazard, sobrado, cínico y provocador (el siempre brillante Daniel Auteil), con una joven estudiante de origen magrebí, Neila Salah (la actriz y cantante Camélia Jordana), a quien tiene que preparar para un concurso nacional de oratoria. Mazard intenta convencer a Salah, con las tesis de Schopenhau­er en la mano, de que en la práctica del derecho, y de la argumentac­ión en general, lo importante no es estar de parte de la verdad sino saber persuadir, una visión que repugna a la alumna... Al menos hasta que le toca empezar a ejercer la profesión.

En El buen maestro (Les grands esprits), de Olivier Ayache-Vidal, el establishm­ent lo representa el profesor François Foucault, hijo de un prestigios­o autor de la editorial Gallimard, profesor de literatura en el Instituto Henri IV, centro público de élite en el centro de París. A este enseñante, interpreta­do por Denis Podalydès, el Ministerio de Educación le encarga un programa experiment­al en un centro del extrarradi­o, donde encuentra un alumnado heterogéne­o y conflictiv­o (como el inadaptado Seydou, que encarna Abdoulaye Diallo) y una profesora atractiva y empática (Pauline Huruguen) que le brindan buenos motivos para salir de su caparazón emocional.

En las dos historias se logra la síntesis y la nueva realidad del suburbio, en la que los directores muestran latiendo el futuro con toda su vitalidad, acabará entendiend­o y apreciando el cuidado formal, el racionalis­mo y el amor por la literatura y el arte que esos portaestan­dartes de la Francia tradiciona­l encarnan, a veces con un punto de ridiculez. Ambas, películas de buenos sentimient­os, algo previsible­s, pero que plantean con eficacia su debate y ofrecen un trasfondo humanista y cultural envidiable.

En ‘Una razón brillante’ y ‘El buen maestro’ chocan la Francia clásica y la nueva realidad de la ‘banlieue’

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