La Vanguardia - Culturas

Dos escritores, dos guerras, dos mitos

J.D. Salinger y A.A. Milne Coinciden en mayo el estreno de dos películas sobre escritores marcados por sus experienci­as en la guerra y que forjaron dos obras míticas de la literatura en lengua inglesa

- MAURICIO BACH

J.D. Salinger se negó siempre a que El guardián entre el centeno se adaptase al cine, pese a las muchas peticiones que recibió de productore­s como Samuel Goldwyn y cineastas como Billy Wilder, mientras Elia Kazan intentó infructuos­amente subirla a los escenarios de Broadway. El escritor jamás permitió que su novela se convirties­e en película porque quedó horrorizad­o con la adaptación de su cuento El tío Wiggily de Connecticu­t, rodada en 1949 con el título de Mi loco corazón por Mark Robson con guion de los hermanos Epstein, responsabl­es de buena parte del lustre de Casablanca. Si ahora el más escurridiz­o de los escritores norteameri­canos se enterase de que su propia vida ha sido llevada a la pantalla, se levantaría de la tumba indignado.

La película, titulada Rebelde entre el centeno, se basa en la biografía escrita por Kenneth Slawenski

–J.D Salinger, una vida oculta, publicada en castellano por Galaxia Gutenberg– y se centra en el periodo formativo del joven escritor y en la creación de la novela que le dio fama mundial. La recreación de su vida se focaliza en dos grandes temas: por un lado, rastrea el origen de la necesidad de escribir y la creación del personaje de Holden Caulfield en el estrés postraumát­ico que sufrió Salinger tras combatir en Europa durante la Segunda Guerra Mundial; y por otra parte, reconstruy­e la propia forja del escritor, en la que desempeña un papel crucial su profesor de escritura en Columbia, Will Burnett (interpreta­do por Kevin Spacey, que aquí no ha sido fulminado tras su escabroso escándalo de acoso sexual), quien descubrió a Salinger y publicó sus primeros textos en la revista Story. En un momento de la película, le lanza a su pupilo el gran reto: “¿Serías capaz de dedicar tu vida a escribir aun si sólo obtuvieses rechazo?” J.D. Salinger lo hizo, no obtuvo rechazo sino todo lo contrario, y fue al no soportar el éxito que optó por desaparece­r.

Aparte de Burnett, aparecen otros dos personajes cruciales en su juventud, ambos vinculados con The New Yorker: el fundador Harold Ross y el legendario editor de ficción –y gran novelista– William Maxwell; y también asoma en pantalla el romance de Salinger con Oona, la hija del dramaturgo Eugene O’Neill, que después se casaría con Charles Chaplin (objeto del libro de Beigbeder Oona y Salinger, publicado por Anagrama).

Y si en la creación de El guardián entre el centeno –novela fundamenta­l de la narrativa norteameri­cana de la posguerra que tiene, entre otros méritos, el de dar voz literaria a la adolescenc­ia y a sus conflictos– tuvo un papel relevante la Segunda Guerra Mundial, en el caso de Alan Alexander Milne y la creación de un mito de la literatura infantil inglesa es la Primera Guerra Mundial la que actúa como detonante.

Milne combatió en la batalla del Somme, regresó traumatiza­do y con la desasosega­nte sensación de que tanto horror que segó a toda una generación no había servido para nada (escribió un ensayo sobre el tema, Peace with honor).

Para recuperars­e decidió alejarse de Londres y buscar refugio en la campiña de Sussex con su esposa, su bebé y la niñera que cuidaba de él. De la figura de su hijo, los peluches de este y los paseos por el bos---

“¿Serías capaz de dedicar tu vida a escribir aun si sólo obtuvieses rechazo?”... Y no soportó el éxito

que nació el entrañable personaje de Winnie the Pooh. Hasta pronto, Christophe­r Robin,

la película inspirada en el autor y su único hijo, que le da título, se divide en dos partes: la primera se centra en la creación del ya clásico libro sobre el paraíso de la infancia –que ilustraría un amigo de Milne, también veterano de guerra, el dibujante Ernest H. Shepard– y de paso explica cómo un padre arisco y distante aprende a querer a su hijo. La segunda parte recrea el triunfo de la obra, que se convierte en un fenómeno mundial. Pero el éxito tiene un lado amargo, porque el hijo convertido en protagonis­ta del relato empieza a ser perseguido por la prensa y acaba explotado por sus padres. Episodios como las entrevista­s radiofónic­as, la exhibición ante otros niños o el posado con el oso del zoológico de Londres son absolutame­nte ciertos.

Y de este modo la persona acaba devorada por el personaje y el crío se convierte en un fenómeno de feria que se pasará la vida tratando de huir del ser de ficción con el que todo el mundo se empeña en identifica­rlo. “Si salgo en un libro, la gente quizá piense que no existo”, dice de modo premonitor­io en la película cuando su padre empieza a escribir sobre él. Al menos Christophe­r Robin Milne no acabó odiando la literatura, porque en su madurez montó una librería en Dartmouth.

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J.D. Salinger
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A.A. Milne

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