El historiador influyente
Tras el superventas ‘Sapiens’, el nuevo libro de Harari se adentra en la dimensión prosaica y trágica de entender lo que ocurre a nuestro alrededor
Harari ha saltado de las aulas al foro de Davos
El éxito cambia a las personas. Todo el mundo lo sabe. Lo sabe como sabe que para un historiador haber vendido doce millones de copias de un libro de no ficción es una impresión de grandes consecuencias. Es lo que le ha sucedido a Yuval Noah Harari. Hace un par de años se presentó a la comunidad internacional con una breve historia de la humanidad con el sugerente título De animales a dioses, también conocido como Sapiens; luego, tras convertirse el libro en un superesta
ventas, su autor se puso profético con Homo Deus, una breve historia
del mañana donde rescataba las perplejidades de Sapiens en su encuentro con una tecnología que anunciaba el mundo feliz. No tuvo tanto éxito pues era un poco teológico. Este septiembre nos deslumbra con su tercer libro, 21 lecciones
para el siglo XXI, que en pocos días se ha encaramado a los primeros puestos en la prestigiosa lista de
The New York Times. No es para menos. Es un libro que se adentra en esa dimensión prosaica pero trágica de entender el ahora, sus complejos niveles de poder y exhibición, su política y sus protocolos minuciosos en el campo de la diplomacia y de la república internacional del dinero.
No en vano Harari fue elegido para dictar la conferencia inaugural en Davos, el foro que reúne a los más influyentes sectores sociales que dominan el mundo. Se percibe en este nuevo texto ese hormigueo especial de quien ha pasado de las aulas universitarias a los salones donde se toman decisiones de verdad, y por eso comienza con un apotegma que invita a la reflexión: “En un mundo inundado de informaciones irrelevantes, la claridad es el poder”.
Cuando un historiador llega a conclusión, toma conciencia de que cuanto más se habla de un asunto menos conocimiento se tiene de él, cuanto más se altera por el por-venir más alejado está de encontrar la claridad que conduce a la verdad. Investigar el ahora es un privilegio mayor que investigar el pasado, por eso no se puede hacer desde la precariedad. Todo lo que va a suceder afectará a millones de personas apresadas en sus batallas cotidianas, llevar al colegio a los niños, mantener el puesto de trabajo, cuidar a los mayores, buscar ratos de ocio o discutir con los afines sobre temas extraídos de los medios de comunicación. ¡Qué difícil es saber lo que realmente pasa ahora! Sin embargo, este es el objetivo de las 21 lecciones para el siglo XXI de Harari.
Hay que entenderle: al estar todo implicado en la sociedad global ha surgido una espiritualidad compartida. Pero los administradores alejan a la humanidad de este bello logro. Las preguntas habituales no tienen respuestas convincentes. ¿Qué significa el triunfo de Trump a través de su manejo de las redes de Twitter? ¿Qué papel juega Putin en el germen de las mentiras que han contaminado a media Europa? Se dicen muchas cosas, se especula, pero hay poca claridad. El poder no ha tomado una decisión al respecto. Mientras esperamos que lo haga las masas se entretienen con el desafío digital promovido por las redes que está cuestionando las categorías que todos creíamos intocables, trabajo, libertad, igualdad, incluso fraternidad. ¿Y usted lector qué? ¿Cual es su espacio de entretenimiento? ¿Acaso la política? Todo eso de la sostenibilidad, la identidad nacional, la religión, la inmigración. ¿Le preocupa más eso que el trabajo que va a dejar de tener, o que no tendrán nunca sus hijos? A las masas se les lleva a la cultura del miedo. La realidad del ahora es el terrorismo, la guerra, las bombas inteligentes.
Historia del ahora. Todo lo que ocurre a nuestro alrededor es pura fantasía: ignorancia, postverdad, ciencia-ficción; un simulacro. No hay que decir que “el futuro no es lo que se ve en las películas”, pero tampoco lo que dicen los arrogantes personajillos que marcan las pasiones de las masas. Ante la entrada de la verdad se amontonan los guardianes de la mentira; los centros del saber, universidades, escuelas, academias, se hallan dominados de filibusteros con ganas de medrar y engañarse para engañar. Se falsifican las vidas profesionales con descaro. ¡Qué más da! La música tiende al rap, destinada a una clientela mayoritariamente apasionada por el punto de vista como un modelo de conducta. Todo es opinable, se suele decir.
Cierto que hay resiliencia. Mucha gente cree en la educación, en el sentir el arte o la música, en saber que “la vida no es un relato”, la gente que apuesta por la reflexión, pero eso también está contaminado por los nuevos brujos perfume Renan, que decía Nietzsche. Todo lo que sucede ahora es un poco… un poco demasiado.
Este último libro de Harari es una oda a la tristeza. Les aconsejo que lo lean. Les hará bien, aunque quizás una vez hecho tengan que acudir a hablar con sus hijos en serio. Pobres niños, no saben lo que les espera cuando el ahora actual sea la única realidad en el futuro.