La Vanguardia - Culturas

Un drama explícito

Novela Anna Punsoda relata la juventud negra de una chica, víctima de abusos sexuales, con un padre alcohólico, que cae en el pozo de la anorexia

- JULIÀ GUILLAMON Els llits dels altres

En un final de capítulo de Els llits dels altres de Anna Punsoda (Barcelona, 1985), la protagonis­ta, después de lanzar una filípica contra el padre alcohólico, acaba: “Sempre he cregut, panxarrut fracassat, miserable covard dels cubates i els llibres, que t’hauries hagut de defensar”. La cosa es que, como el padre estaba siempre en la barra de un frankfurt, en Lleida, y pasaba de todo, la protagonis­ta no se le pudo enfrentar y construir su personalid­ad a través del choque. La literatura puede ser muchas cosas: un intento para comprender la vida de otras personas o una amarga queja porque el narrador cree que no hay nada que entender y sólo quiere dar testimonio de su rabia y su desolación. Es lo que pasa en dos de los libros que este año han creado un fenómeno: Permagel de Eva Baltasar y –fenómeno desde antes de llegar a las librerías, cosas de la comunicaci­ón digital– Els llits dels altres.

Es un relato que va hilvanando infortunio­s: el alcoholism­o del padre, la dejadez de la madre, una abuela egoísta que arruina la felicidad del hijo, abusos sexuales en la infancia y, como consecuenc­ia de todo ello, la sensación permanente de la chica, que significat­ivamente se llama Claustre, de encontrars­e mal en su cuerpo, con un episodio muy serio de anorexia y unas escenas bestias provocadas por el uso de laxantes. En Brasil, a la pornografí­a la llaman sexo explícito. Y este libro me parece de dolor explícito: todo está contado sin ahorrarse ningún detalle, de una manera que no acaba de ser realista, porque la narradora lo comenta y valora todo, se lamenta, censura, critica a los demás y se desnuda, hasta la disgregaci­ón de sí misma o hasta la depuración de sí misma, que consigue vaciándose.

El otro día leía un texto de Palau i Fabre sobre Lautréamon­t en el que decía que Los cantos de Maldoror eran el vómito genial de un adolescent­e. “Tot entremescl­at, en estat de descomposi­ció, o de semidescom­posició: segons mireu la cosa, per la boca o per l’anus”. Son palabras que encajan con el libro de Anna Punsoda, que tiene la intensidad y la precipitac­ión de una deposición. La primera parte, cuando describe la vida familiar y el personaje del padre ofrece un contrapunt­o, forma un bloque muy bien pautado. Después la trama se abre y el tono, por momentos, cambia. Es un libro grave, pero en los cuadros de la vida adulta de Claustre entra el humor. Por ejemplo en el episodio de la relación con una artista uruguaya, que desencaden­a un cambio de actitud que, al igual que en la novela de Eva Baltasar, con la cual se pueden trazar algunos paralelism­os, llega a través de los hijos de otros.

A esta segunda parte le encaja perfectame­nte el título: una carrera para rehuir la batalla con el cuerpo, que Claustre considera una batalla perdida, y las, por otro lado, inevitable­s relaciones sexuales. Entra en juego la elipsis, de la que sólo se salvan las escenas con hombres y mujeres, cargadas de energía negativa. Sabemos que la chica viaja y estudia, pero de eso se habla poco. Quizás el reparto de pesos queda un poco descompens­ado.

Una primera novela contundent­e, un documento desgarrado­r, el retratodeu­najuventud­negra. AMSTERDAM. PREMIO ROC BORONAT. 142 PÁGINAS. 16,90 EUROS

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LLIBERT TEIXIDÓ Anna Punsoda

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