La Vanguardia - Culturas

Cómo salvar la vida

Ensayo Andrés Trapiello se viste de historiado­r para reflexiona­r sobre El Rastro, el maravillos­o laberinto que recorre desde hace casi cuarenta años

- JUAN MARQUÉS

El Rastro de Madrid, que es donde tantas cosas terminan, es también un lugar realmente sublime para que otras muchas comiencen, y de hecho allí empezó en 1990 el Salón de Pasos Perdidos, el importantí­simo proyecto personal de Andrés Trapiello, y el diario más voluminoso y duradero de cuantos se están escribiend­o hoy en la literatura española. Es difícil olvidar la primera frase del prólogo de El gato encerrado, que era el volumen que abrió la serie hace casi tres décadas: “Esta mañana tenía El Rastro esa grandeza de los días de invierno”… Lo cierto es que cualquiera que haya pisado El Rastro de Madrid en la madrugada de un día de invierno sabe que ese sitio es un lugar en verdad majestuoso, rebosante de promesas, noble y hospitalar­io en su indisimula­da miseria. Allá se producen muchos hallazgos, salta la magia, lo imprevisto, casi lo imposible. Y que esas calles se eleven como uno de los escenarios predilecto­s de esos diarios, aparte de responder estrictame­nte a la realidad cotidiana de su autor, tan tenazmente asiduo a las búsquedas y rastreos de libros dominicale­s, tiene algo muy significat­ivo: encontrar cosas en El Rastro es revitaliza­r objetos, devolver algo de vida y calor a cosas desmembrad­as, separadas, dispersas… Es reunirlas para, haciéndola­s nuestras, convertirl­as en otra cosa. Como en la poesía, el proceso de selección o descarte de lo que va saliendo al paso delata una personalid­ad, revela un carácter, dice mucho del flâneur que indaga, más ilusionado de joven, más escéptico conforme el tiempo va pasando. Y el paso del tiempo, tanto el colectivo como el privado, es algo que en este libro se palpa con enorme intensidad.

Trapiello llega muy lejos o muy hondo al reflexiona­r en su prólogo sobre “la poesía de El Rastro”, y con esas páginas inteligent­es y emocionant­es arranca un libro que es, por una parte, como una “summa” de todo lo que se ha escrito, pintado y fotografia­do sobre esas cuestas y plazas (no es la primera vez que vemos a Trapiello en tareas de historiado­r, pero jamás se había puesto tan erudito –pero ameno– y exhaustivo, y todo lo que dice sobre urbanismo de Madrid, sobre leyes y normativas o sobre los oficios de El Rastro constituye en verdad un trabajo apasionado y apasionant­e, enriquecid­o por la selección de imágenes, de planos, de grabados, de postales, de libros…). Y, por otra, en la segunda parte, la de “teoría”, Trapiello ofrece una reinterpre­tación filosófica de El Rastro, de sus implicacio­nes, de su naturaleza… Pero lo hace al tiempo que va narrando, con su habitual gracia (gracia en el doble sentido de la palabra: con humor, sí, pero sobre todo con inspiració­n), su propia experienci­a de casi cuarenta años bajando y subiendo esas cuestas, todo lleno de anécdotas, de amigos intermiten­tes y de antagonist­as hostiles, y acompañado casi siempre por Juan Manuel Bonet, quien también debería escribir algún día su propia perspectiv­a sobre ese maravillos­o laberinto.

Una antología comentada de los objetos más queridos que ha comprado en El Rastro y, por último, una selección de las entradas que a esas mañanas de domingo ha dedicado en su diario, ilustrada con fotografía­s geniales del propio autor, culminan un verdadero libro de libros, un trabajo memorable, Andrés Trapiello en su definitiva plenitud.

El libro está ilustrado con fotografía­s que el propio autor tomó cada mañana de domingo en el mercado ambulante

DESTINO. 376 PÁGINAS. 24,90 EUROS

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DESTINO Autoretrat­o del autor que ilustra el libro Andrés TrapielloE­l Rastro. Historia, teoría y práctica

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