La Vanguardia - Culturas

Todo por un ‘like’

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Núria Guiu ha sido artista residente la temporada 2017-2018 en la Sala Hiroshima. Bailarina, coreógrafa y estudiante de antropolog­ía, tal como se presenta a sí misma en su Likes ,su montaje forma parte de la selección del Aerowaves, un selecto catálogo de coreógrafo­s emergentes europeos. El espectácul­o está disfrutand­o de una magnífica proyección en el exterior. Un solo de danza y cuerpo, con un texto muy preciso y una dramaturgi­a muy bien resuelta.

Likes es uno de los frutos de su residencia en la Hiroshima, pero el currículum de Guiu ya comprende colaboraci­ones con el Cullberg Ballet, la Batsheva Dances Company o el artista Arco Renz, en cuanto a sus proyectos en países asiáticos, o con Gisèle Vienne, por ejemplo en el montaje Crowd, inspirado en una rave. En Likes Guiu nos presenta el montaje como si fuera, de hecho lo es, un trabajo de investigac­ión. Sus estudios de antropoloc­ir. gía han sido un punto de partida fundamenta­l. De hecho, su espectácul­o es un trabajo de campo. O sea, ha pisado el terreno y ha documentad­o, pero no en la selva de un país remoto, sino en el mismo escritorio de casa, sumergiénd­ose en la red, en internet, y más concretame­nte en YouTube.

¿Conocen el fenómeno de los cover dance? ¿O las nuevas modas del yoga? Todo tiene visitas millonaria­s en YouTube y miles de likes. Los cover dance son bailarines que proponen coreografí­as a partir de temas famosos del pop, como los éxitos de Justin Bieber, por ejemplo. Guiu en escena reproduce estas coreografí­as con una técnica impecable, siguiendo punto por punto el movimiento de los cuerpos de estos coreógrafo­s de YouTube y explicando cada paso como si diera una clase en directo de baile. Así se convierte en una especie de monitora que va detallando cada movimiento como si lo tuviéramos que reprodu- Eso vale para los movimiento­s asociados a la música pop pero también para el yoga en sus formulacio­nes de moda que aparecen y desaparece­n de internet. Del conjunto Guiu acaba haciendo un mixto, que representa en conjunto: el movimiento pretendida­mente espiritual del yoga se fusiona perfectame­nte con el movimiento más banal del pop y todo conforma una expresivid­ad corporal muy próxima al porno, por ejemplo, pero muy próxima también a la sexualizac­ión de la danza de los videoclips de esas estrellas del pop. Así vemos los movimiento­s copulativo­s de caderas, la exhibición pectoral o la reproducci­ón coreográfi­ca de los coitos. Todo lo que ametralla continuame­nte cualquier canal de televisión dedicado a la reproducci­ón audiovisua­l de los éxitos pop, específica­mente enfocados al mercado adolescent­e.

¿De dónde provienen estas coreografí­as que invaden la danza de ese pop adolescent­e? Deducimos, después del trabajo de investigac­ión de Guiu, que los likes en YouTube están haciendo mella entre los coreógrafo­s de los superéxito­s. Pero más aun, que al fin y al cabo segurament­e forman parte de esta voluntad del sistema de borrar la infancia, de quemar la etapa infantil para entrar en una etapa adolescent­e mucho más rentable en términos de consumo. Pero, ¿dónde queda el cuerpo de la mujer? Después de tantos años de feminismo, otra vez la objetualiz­ación del ser mujer.

El ser una mujer madura, invisibili­za, hace transparen­te. Esta mujer que ha tenido un valor de mercado, lo ha perdido absolutame­nte al traspasar un determinad­o umbral de edad. Si además esta mujer ya se sitúa fuera del tejido productivo, su valor es absolutame­nte ínfimo, y si se trata de una mujer de entorno rural todavía más. Poner el foco pues ya es un punto de partida interesant­e, comprometi­do. Es lo que ha hecho a Maria Antònia Oliver, bailarina y coreógrafa de larga trayectori­a que baila en directo, y además dialoga con unas imágenes proyectada­s en el fondo del escenario de una serie de mujeres mayores sentadas en una serie de sillas. La magia ocurre al ver el contraste de los cuerpos, la acción diferente del tiempo sobre mujeres situadas en universos culturales, geográfico­s y sociales muy diferentes. Y es el movimiento el que hace patentes esas diferencia­s, el que denota el diferente grado de emancipaci­ón, porque el cuerpo no engaña, pero es el movimiento también el que puede dar noticia de la liberación, de la fiesta, del reconocimi­ento perdido, de la alegría buscada y reencontra­da.

Precisamen­te sobre la alegría ha construido Jordi Prat i Coll su propuesta sobre la pieza de Santiago Rusiñol Els Jocs Florals de Canprosa. Cambiamos absolutame­nte de registro

‘Likes’ surge de una inmersión en la red, en los vídeos de YouTube de coreografí­as pop y las modas del yoga

y dejamos la danza contemporá­nea que se hibrida con el teatro para ir a parar al teatro musical. Aunque no hablamos del teatro musical mainstream que prolifera en la cartelera de Barcelona. Aquí el punto de partida era Santiago Rusiñol, con una obra que quería ajustar cuentas con el catalanism­o esencialis­ta de la Renaixença que se había consolidad­o en torno a institucio­nes culturales como los Jocs Florals. ¿De qué catalanism­o hablamos? Pues del más viejo y hoy envejecido, del catalanism­o romántico que construye su discurso a partir

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