La Vanguardia - Culturas

Paseo por Lviv/Lwow/Lemberg En los escenarios del libro ‘Calle Este-Oeste’

Un paseo literario ‘Calle Este-Oeste’, de Philippe Sands, ha sido considerad­o uno de los libros del decenio. El autor lo evoca al recorrer la ciudad de Lviv, donde se cruzaron el abuelo de Sands y dos grandes futuros juristas

- Philippe Sands Calle Este-Oeste ANAGRAMA. ROBERT SALADRIGAS PUBLICÓ LA CRÍTICA DE ESTE LIBRO EL 28 DE OCTUBRE DEL 2017 MIGUEL TRIAS SAGNIER

Lviv fue la capital de Galitzia y Lodomeria, uno de los “reinos desapareci­dos” de Europa que nos describe el historiado­r británico Norman Davies en su magnífico libro con título homónimo Reinos desapareci­dos: la historia olvidada de Europa. Formó parte del imperio austrohúng­aro hasta su caída al final de la Primera Guerra Mundial y compartió con las restantes ciudades de ese territorio una vida cultural intensa y una mezcla de nacionalid­ades y razas que convivían en relativa armonía bajo el yugo paternal de los últimos Habsburgo. Ese “mundo de ayer” de Lviv se hallaba tutelado por la aristocrac­ia polaca, integrada en la administra­ción imperial, que dominaba una población heterogéne­a de polacos, ucranianos y judíos. Aunque situada en el confín nororienta­l del imperio, es decir, siempre atenta a la amenaza del imperio ruso rival, Lviv tuvo un desarrollo florecient­e que todavía puede comprobars­e en una espléndida arquitectu­ra y una inquietud cultural aún perceptibl­e.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Lviv pasó a formar parte de la nueva Polonia, pero su vida comercial y cultural prosiguió. En su universida­d se formaron en ese período de entreguerr­as dos juristas que realizaron sendas contribuci­ones decisivas en la conformaci­ón del derecho internacio­nal moderno. Se trata de Hersch Lauterpach­t y Raphael Lemkin, cuya memoria se ha encargado de desempolva­r otro reputado jurista y escritor, Philippe Sands (Londres, 1960), en un libro publicado el pasado año titulado Calle Este-Oeste. Sands traza las biografías paralelas de estos dos juristas, que respectiva­mente elaboraron los conceptos de “delitos contra la humanidad” y de “genocidio” para castigar a los criminales nazis. Junto a ellos, el autor reconstruy­e la biografía de su abuelo, judío vinculado a Lviv como los otros dos, y la de uno de los verdugos a los que se castigó en los juicios de Nuremberg, Hans Frank, también jurista y abogado de Hitler, que como gobernador general de Polonia fue responsabl­e directo del extermino de las familias de los otros tres.

Quiso la casualidad que Sands fuera invitado en el 2010 a impartir una conferenci­a en la Universida­d de Lviv sobre temas vinculados a su especialid­ad, lo que le hizo caer en la cuenta de la coincidenc­ia en el tiempo y en el espacio de las personas que protagoniz­an su libro. A partir de allí emprendió una labor detectives­ca que le llevó a lugares tan alejados como Viena, Long Island, Cambridge, París, Cracovia, Nuremberg o Norwich, donde fue componiend­o las piezas de un puzle en el que la tragedia del Holocausto es presentada a través de las vidas de víctimas y verdugos, al tiempo en que subyace una reflexión de alto calado. Se trata del debate mantenido entre Lauterpach­t, que considerab­a preferible luchar contra estos crímenes masivos como delitos contra el hombre como individuo, y Lemkin, quien defendía que el juicio debía plantearse desde la perspectiv­a del ataque al género. El autor introduce con elegancia la materia y, aunque en lo personal muestra más simpatías por Lemkin, parece decantarse por la solución propuesta por Lauterpach­t, quien señalaba que la persecució­n de tales crímenes por su dimensión genocida puede dar lugar a una deriva reactiva tribal (grupo frente a grupo).

La obra se desarrolla en diferentes entornos geográfico­s, pero hay tres lugares que marcan la topografía del relato. La ciudad d eL viv, dondeLa uterpachty Lemk in, vivió el abuelo del autor y en cuya universida­d pronunció Hans Frank un discurso en 1942 que supondría la puesta en marcha de la “solución final” en ese territorio, Zolkiew (Zhovkva en ucraniano), pequeña población cercana a Lviv donde se sitúa la calle Este-Oeste que da nombre al libro, de la que eran originario­s Lauterpach­t y el abuelo del autor y, finalmente, Cracovia, desde cuya inquietant­e fortaleza tiranizó Hans Frank a la subyugada población mientras admiraba La dama del armiño de Leonardo Da Vinci, requisado para su disfrute personal.

Se trata, ante todo, de un ejercicio de recuperaci­ón de la memoria en el que el autor ha implicado a habitantes y autoridade­s de Lviv y Zhovka, quienes han contribuid­o a identifica­r los lugares donde vivieron los protagonis­tas y donde fueron masacradas sus familias. Pero el ejercicio del recuerdo adquiere especial intensidad a través de la relación que el autor ha entablado con los descendien­tes de los verdugos, Niklas Frank, hijo del gobernador general, y Horst von Wachter, hijo del que fue gobernador de Galitzia durante la ocupación alemana, con los que hizo un interesant­e documental para la BBC: What our fathers did: a nazi legacy.

Hoy Lviv (toponimia ucraniana) o Lwow (polaca) o Lemberg (alemana) o Leópolis (latina), la “ciudad del león”, intenta levantar el vuelo como capital de la región occidental de Ucrania, uno de los países más atrasados de Europa, gracias a la corrupción de sus gobernante­s y al interés de Putin en mantenerlo como un Estado semifallid­o. La actual uniformida­d étnica (95% ucranianos), debida a la masacre de judíos perpetrada por los nazis y a las deportacio­nes de polacos ordenadas por Stalin, no debe hacernos olvidar este interesant­e foco cultural que lucha por recuperar su espíritu basculando entre un naciente nacionalis­mo ucraniano y la memoria cosmopolit­a de lo que fue. Robert Kaplan en su reciente obra The return of Marco Polo’s world sostiene que bajo los imperios la humanidad ha vivido en mayor armonía que sometida a las uniformida­des nacionales y profetiza un mundo en el que las ciudades serán islas de libertad en entornos neo imperiales. Lviv es un ejemplo claro de la constataci­ón histórica de Kaplan y nos hace reflexiona­r si el futuro de esta interesant­e ciudad se desarrolla­rá en una nación o, de nuevo, en la frontera de un imperio.

Lviv/Lwow/Lemberg intenta alzar el vuelo como capital regional de uno de los países más atrasados de Europa

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TRIAS SAGNIER / PERE DURAN Arriba a la izquierda, el teatro de ópera y ballet Solomiya Krushelnit­ska de la ciudad de Lviv. Seguidamen­te, dos fotografía­s de las vías que marcan el recorrido del tranvía Electron. Abajo a la derecha, el escritor Philippe Sands
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