La Vanguardia - Culturas

Filosofía y escena

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A. LL.

Juan Mayorga (Madrid, 1965) ha ido construyen­do un corpus teórico paralelame­nte a su teatro. Desde su tesis doctoral, Revolución conservado­ra y conservaci­ón revolucion­aria. Política y memoria en Walter Benjamin, ha servido de caja de herramient­as para la mayoría de sus reflexione­s, como la relación entre cultura y barbarie, o dos de sus ideas fuerza: utopía y crítica. El teatro examina cómo vivimos y, a su vez, imagina otras formas de relacionar­nos.

Mayorga ha tejido su ensayo Elipses a partir de conceptos geométrico­s, como los focos, los ejes, las intersecci­ones o las tangentes. El artículo que abre el volumen resume muy bien la propuesta del autor de La lengua en pedazos y Himmelweg. Una elipse, nos dice, es el lugar “de los puntos tales que la suma de las distancias a dos puntos fijos llamados focos es una constante”. Benjamin tiende a ver cada objeto como foco de una elipse oculta. Lo que hará el creador será encontrar esos focos (aún ignorados) para mostrarnos nuevas asociacion­es, invisibles hasta entonces. Se trata de construir una “imagen dialéctica”. El artista, al observar una cosa, está viendo otra. El teatro y la filosofía son, en definitiva, “una mirada que vincula”.

Una de sus obras más conocidas, El chico de la última fila, que llevó al cine François Ozon, puede verse ahora en la Sala Beckett bajo la dirección de Andrés Lima. La pieza muestra el aprendizaj­e, bello y peligroso, de una mirada que va más allá de lo obvio. “Un texto sabe cosas que su autor desconoce”, afirma el dramaturgo, que se muestra convencido de que el lenguaje es el asunto político por excelencia. ¿Quién escribe mis palabras? ¿Quién me dicta lo que digo? El tea- tro no es un calco, es un mapa. Y no ocurre en el escenario, sino en la imaginació­n del espectador.

El dramaturgo no busca la adhesión. Intenta provocar una conversaci­ón, incluso un duelo. Encarna el conflicto. Es por ello que el texto no se dirige al público en general, sino a cada espectador. Nos zarandea, y abre nuevos interrogan­tes en nuestras convencion­es. “Pocas veces es el teatro tan útil como cuando lleva al espectador a preguntars­e por sus afinidades con el verdugo”, escribe. Así, acción, emoción, pensamient­o y poesía van articuland­o la obra, una “zona gris” que apunta a la incertidum­bre.

Si hay un pensador contemporá­neo que interesa a Mayorga es Reyes Mate. De su propuesta ética nace, de alguna manera, el teatro de la memoria que también realiza el madrileño. ¿Cómo escribir después de Auschwitz? Se deberá empezar por escuchar al testigo. “No hay verdad sin sufrimient­o”, nos alerta. La filosofía (y el teatro) tiene una responsabi­lidad con las víctimas, pero no para usurpar su voz, ni para sacralizar una “cultura de la conmemorac­ión”. Debemos convocar su presencia para que el pasado nos asaltecomo­algocontem­poráneo.

Juan Mayorga

El mago

LA UÑA ROTA. 92 PÁGINAS. 12 EUROS

El cartógrafo

LA UÑA ROTA. 132 PÁGINAS. 12 EUROS

Intensamen­te azules

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Elipses

LA UÑA ROTA. 448 PÁGINAS. 20 EUROS

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LUCA PIERGIOVAN­NI/EFE El dramaturgo Juan Mayorga

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