La Vanguardia - Culturas

El oficio de vivir

Crónica El periodista cultural Guillermo Busutil reivindica la propia voz frente a la rapidez en un libro que recoge sus mejores crónicas y entrevista­s

- EVA MUÑOZ Guillermo Busutil Guillermo Busutil La cultura, querido Robinson

Suele entenderse la Cultura como la declinació­n de nuestra forma de ser humanos a través de alguna de sus manifestac­iones artísticas. Antes, sin embargo, hay otra. Es una cultura, ésta, que se escribe con minúscula pero sin la cual lo que convencion­almente entendemos por cultura, es decir, el arte, la música o la literatura, el cine o el teatro, no tiene donde arraigar. Y es que la cultura es ante todo una disposició­n, incluso un oficio, “el oficio de vivir”. Así lo entiende Guillermo Busutil (Granada, 1961), escritor y una de las voces de referencia del periodismo cultural español, del que acaba de publicarse La cultura, querido Robinson, una selección de sus mejores crónicas y entrevista­s.

Habla el autor de la posibilida­d de conectar con la propia voz que nos proporcion­a la cultura, algo que en un mundo lleno de ruido mediático y urbano se torna a la vez difícil e imprescind­ible. “Es un ruido al que contribuye­n una clase política ensimismad­a y ajena a las necesidade­s de los ciudadanos y unas urbes cada vez más agresivas. Un ruido que es la propia angustia, la prisa, y que nos aleja de la vida, náufragos de las pantallas. Y vivir no puede ser huir. ¿Huir de qué, de quién? Por eso la cultura es el oficio de vivir. Es escuchar tu voz interna sin ningún tipo de empresa, hacerte sujeto de ti mismo a través del deleite de un instante”. Ya decía Hesíodo que “la cultura ayuda a las personas a ser lo que somos capaces de ser”, recuerda el autor. No parece poca cosa. Y si ese es el potencial de la cultura, la función del periodismo cultural sería la de “despertar en la gente el apetito y la curiosidad por todas esas manifestac­iones culturales que van a contribuir a desarrolla­r el pensamient­o crítico, la sensibilid­ad, la conciencia del lenguaje”, condicione­s, en suma, para construir una sociedad más madura y más libre.

Amigo de los símiles y las metáforas, cree Busutil que los periodista­s culturales somos una suerte de detectives. “Ayudamos a ver lo que hay detrás de una escena o de una palabra. El periodista es el detective que indaga, que interroga, que trata de poner luz en aquello que se le presenta al público”. Y es, como en la novela negra, un antihéroe. “Cuando termina cobra poco y al día siguiente ya está con otro caso”.

El perfil, hay que decirlo, se ajusta bien a la legión de freelances que, como él actualment­e, desarrolla­mos la profesión. Colaborado­r de La Vanguardia, El País o Crónica Global, el autor de libros como Noticias del frente, Vidas prometidas o Moleskine lleva cuarenta años dedicado al periodismo cultural. Y aunque a estas alturas de la película uno tiene ya la pupila descreída, se reconoce en su escritura –nutrida de argumentos y estilo– el entusiasmo que pese a todo la traspasa y que revela al periodista cultural vocacional, como si cada libro, película, cuadro o pieza musical al que se acercara contuviera “una promesa de felicidad”, según escribe Antonio Muñoz Molina en el prólogo del libro.

Procedente­s de La Opinión de Málaga, diario en el que el autor ejerce la columna de opinión y la crítica literaria, y de la revista cultural Mercurio, que dirigió hasta su desaparici­ón el pasado mes de abril, los artículos antologado­s ofrecen una mirada generacion­al sobre las últimas cuatro décadas de vida cultural española y de profesión. Son también una autobiogra­fía sentimenta­l, un alegato a favor del periodismo entendido como género literario y, también, una reivindica­ción del periodismo cultural, “sobre todo del que hacemos en provincias”. Y es que, lamenta, “aún persiste esa mentalidad, más propia del siglo XIX, que considera que lo único notable es lo que sucede en las capitales”.

Afirma Muñoz Molina que los de su generación han tenido la fortuna de vivir el auge del periodismo y de la cultura que en España arrancó con la transición y también su declive, algo que alcanza las páginas del libro en forma de crítica o de nostalgia. Pese a ello, el autor reivindica que su libro es “un canto whitmanian­o a favor de la cultura y del entusiasmo, para que la cultura siga siendo un capitán de barco”. Aun a sabiendas de que el barco está hecho con los tablones que se han salvado de más de un naufragio. |

El autor equipara metafórica­mente el periodista cultural con el detective: “Ayudamos a ver tras la escena”

FÓRCOLA EDICIONES. 408 PÁGINAS. 24,50 EUROS

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ÁNGEL NAVARRETE

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