Pulsiones eróticas
Narrativa Javier Peña narra con humor las vidas fracasadas de un grupo de universitarios de Santiago, que rinden homenaje al Círculo de Viena
Tras muchos años escribiendo discursos como asesor político para los consejeros de la Xunta e incapaz de mentir como le exigía la profesión, Javier Peña (A Coruña, 1979) decidió dedicarse a la literatura para expresar su frustración. Infelices, su primera novela, entra dentro de la tradición de la narrativa rusa, con Chéjov o Gógol a la cabeza, y donde el humor parece ser el antídoto a tanta mediocridad y a tanta desdicha; un humor que tiene un antecedente inmediato en Los asquerosos, de Santiago Lorenzo, publicado por la misma editorial. Es el humor lo que hace soportable tanta infelicidad.
Los protagonistas son un grupo de compañeros de la Universidad de Santiago que se saltan las clases para refugiarse en el café Viena. Es así como nace el Círculo de Viena, y cada uno de ellos toma como apodo el nombre de un miembro del verdadero Círculo y carga con su carácter y sus experiencias. Van apareciendo para luego ceder su presencia a otro, creando la sensación de que estamos ante una sucesión de relatos. El Círculo como tal sólo aparece al principio y al final del libro, para hacernos comprender que estamos ante la crónica de un fracaso que es una acumulación de fracasos. Y cada uno de ellos constituye una serie de capítulos, muchos de ellos encabezados por un fragmento de conocidos grupos musicales. Dado que no es obligatorio que ninguna novela tenga una unidad lineal, estamos ante una novela que se lee con el encanto de los cuentos, por mucho que unos personajes se apoyen en otros.
Esto permite ir siguiendo el relato a través de ellos. Karl toma su nombre de Popper, que colaboró en el verdadero Círculo. Amara, a punto de cumplir los dieciocho años, se moría de ganas de perder la virginidad. Hoy, a los 35, quién le iba a decir que tendría una hija de aquellos gilipollas. El problema es que la pobre Amara no sabe con cuál de ellos: “¿Mamá, quién es mi padre, el señor que olía a tabaco o el muerto?”. “Los dos, cariño, los dos. Son dos de tus tres padres”. Infectada por el virus de la infidelidad, toda su vida está guiada por la promiscuidad, y se quita los remordimientos a base de orgasmos. Por su parte, Hans fue asesor en el gobierno autonómico. Él representa el fracaso mejor que nadie, tanto laboral como sexual. Moritz, el escritor del grupo, le llama John Piorrea, porque nunca ha ido al dentista.
Rudolph añade un toque de originalidad a la estructura del libro. Lo que sabemos de él es a través de los mensajes que manda desde diversas ciudades del mundo, instalado ya en el hotel. Narra historias de asesinatos nunca descubiertos. Se siente especialmente atraído por una bailarina de pasos de cebra. Una muchacha levanta su camisa y enseña sus tetas que “son tan diminutas que cuesta distinguir los pezones de las pecas”. En los hoteles siente que los recuerdos se agolpan, “la invasión de la memoria era tan abrumadora que llegó a marearme”.
El personaje más humano es Marga . Tiene cáncer de mama, y “el pelo que ya no tiene era la parte más visible de su atractivo con los hombres”. Está llena de manías y fijaciones, pero, como el resto de los personajes, no rechaza el sexo. Y en Marga se concentra lo mejor de la novela: la intensidad dramática y el desenfado al hablar del sexo, motivo recurrente, divertido en su procacidad. Y, sin embargo, Peña puede caer en un mal gusto inaceptable. No hablo en nombre de los políticamente correcto sino de lo ofensivo, con comentarios como “sus maravillosas tetas cancerosas” o “una cosa buena es que ya no tiene que ir a la depilación”. Ganas de empañar un libro realmente atractivo. |
El problema de la pobre Amara es que no sabe cuál de sus antiguos compañeros es el padre de su hija
BLACKIE BOOKS. 288 PÁGINAS. 21 EUROS