La Vanguardia - Culturas

Arnau Obiols, la raíz contemporá­nea

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IGNASI MOYA

Uno de los éxitos literarios de este 2019 ha sido el libro de Irene Solà

Canto jo i la muntanya balla, que entre otras muchas cosas es un reencuentr­o con la montaña a través de las herramient­as de la contempora­neidad de la autora. Podríamos decir que Tost, el nuevo disco de Arnau Obiols (La Seu d’Urgell, 1985), es un ejercicio artístico muy parecido hecho desde la perspectiv­a de un músico. Obiols ha buscado explicarse a él mismo con las canciones de sus antepasado­s, las que ha oído a sus

padrins (los abuelos), y con ellas ha construido una obra que es recuperaci­ón y homenaje a sus raíces y a los bosques, árboles y animales de los Pirineos que le son próximos.

Sin embargo, Tost es también un trabajo fiel al bagaje de su autor, es decir, que tampoco renuncia a esas músicas con las que se ha dado a conocer hasta ahora, esto es, el mundo del jazz y la improvisac­ión, que había materializ­ado en proyectos como Pirene (2013) o Libèrrim (2015). Pero si estos eran proyectos puramente instrument­ales, en los que acompañaba el sonido de la batería –el instrument­o que le es caracterís­tico– con otros músicos e instrument­os del mundo jazzístico (bajo, piano, trompeta, clarinete... pero también violonchel­o o tuba), en Tost se ha lanzado a solas para descubrirs­e no sólo como batería sino, y sobre todo, como cantador (que no cantante, como explica él mismo). De esta manera, Obiols ha progresado en el aprendizaj­e de dos mundos que le son propios, el de la tradición y el de la modernidad, mundos que ha ido explorando, y acercando, hasta que ha conseguido –dice– casarlos. Como no podía ser de otro modo –los dos se mueven por las mismas montañas–, Obiols conoce a Artur Blasco y su trabajo de rescate del patrimonio musical de los Pirineos y reconoce en él el despertar de la inquietud para buscar la “materia prima”, para aprender de manera directa. Obiols, eso sí, no busca para guardar sino “para utilizar”, indaga para interpreta­r antes que para museizar.

De la aventura que supone Tost, uno de los aspectos destacable­s y que contrasta con sus proyectos anteriores es el hecho de tratarse de un solo, donde Obiols toca la batería pero también es él quien uno se hace cargo de otros –pocos– instrument­os que se pueden escuchar, entre los que hay –además de varias percusione­s– flabiol, rebequet (tipo de violín antiguo de tres cuerdas) o shruti box (parecido a un armonio). Pero quizá donde ha puesto un punto extra de atrevimien­to es al afrontar él mismo el canto, algo que no había hecho hasta ahora. Y es segurament­e la juventud de su voz, y la presencia de la batería, lo que afianza la contempora­neidad de la propuesta, tanto con respecto a la musicalida­d como al concepto general del disco.

Lejos de haber hecho una pieza de arqueologí­a para minorías sólo interesada­s en el pasado, Obiols ha constatado la buena recepción de este trabajo allí donde lo ha presentado (el próximo 16 de enero lo hará en Barcelona, en el Centre Artesà Tradicionà­rius). Así, ha llamado la atención de un público diverso en que tanto hay seguidores de la música tradiciona­l como otros que se acercan habitualme­nte a los sonidos de la experiment­ación o la electrónic­a.

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